Los diversos prospectos farmacéuticos incorporan un apartado en el que advierten de los riesgos que se corren al tomar, utilizar o probar los productos en cuestión. Cuando vas a practicar un deporte, el instructor ya sabe los riesgos de rotura o fractura: conoce el terreno y procura evitar, por ejemplo, que al esquiar termines rompiéndote la crisma. Bueno, pues ya sabemos quién es el que hace esos estudios previos. Se llama Luis: es un fósforo que se perdió en la montaña una semana, que escalando se rompió varias costillas, que practicando otro deporte se rompió el cráneo, las piernas y los brazos… lleva los brazos pegados con Loctite y hasta su esfínter decidió relajarse en una desafortunada carrera de fondo. En fin, que el deporte, ciertamente, es arriesgado: puedes llegar a morir de hambre, si tu mujer es aficionada. Magistral Juanjo, un ciego que esquía de oído.
• FOMENTA LAS RELACIONES
Miguel
F: Yo me había organizado un día sin fútbol pero como de costumbre siempre tengo o a la suegra o al cuñado, que llaman por la mañana diciendo que van a venir a cenar para ver el fútbol.
C: Que no tienen televisión en su casa…
F: Pues sí, pero tenemos la costumbre de juntarnos en casita y no me los puedo quitar de encima.
C: ¿Y usted no es aficionado al fútbol?
F: Pues yo, lo había sido de joven, la verdad que sí, y he tenido mis colores, pero el fútbol ya ha pasado a la historia para mí.
C: ¿Y su suegra es muy aficionada?
F: Mi suegra es del Madrid, pero del Madrid a muerte, a muerte. Es una aficionada tremenda. Y siempre tienen la costumbre de los domingos, como nosotros tenemos canal de este privado, pues la llamadita a media tarde: «¡Vamos a ver el fútbol!» Y yo me tengo que tragar todos los partidos.
C: Y ella que está, con su whisky en la mano dando voces e insultando al árbitro y eso.
F: Estar en familia es muy agradable pero siempre pillas la obligación de ver el fútbol… Ahora me ha llamado la mujer hace un ratito avisándome que no podíamos ir al cine porque habían llamado los suegros y había que estar en casa.
C: ¡Qué le vamos a hacer, Miguel!
F: Qué le vamos a hacer. Pues nada, que gane el mejor, por supuesto.
Javier
F: Yo estoy harto de fútbol.
C: No me diga.
F: Bueno, pues yo estoy harto de fútbol porque ya me toca otra vez hoy cenar tortilla de patata de lata.
C: Pero por qué, porque su esposa es muy …
F: Porque mi mujer es más del fútbol que de fregar. Está sentada desde las cinco de la tarde.
C: No me diga.
F: Ya está sentada delante del televisor y yo cada vez que hay partido en la tele… Yo estoy en contra de que televisen los partidos.
C: Hombre, pero Javier, si ella es aficionada y si le gusta…
F: Pero bueno, no me sabe hacer un pollito o alguna cosita con salsa… Tiene 12, 14 latas de tortilla de patata guardadas en la nevera. El día que hay fútbol en la tele, todos los sábados y los domingos en Canal +, pone la lata a calentar en el microondas sin abrirla ni ná. Se revientan las papas p’arriba.
C: Pero, dígame, Javier, ¿y usted no es aficionado al fútbol?
F: Yo era futbolista. Yo jugaba en el Jerez Industrial, que aún existe, me parece. Y jugué un partido en Guadalcacín del Caudillo. Y el bruto del pueblo, que era el hijo del alcalde (yo jugaba de extremo derecho y me salía del campo corriendo), me metió una zancadilla y salí del campo, pero por la zancadilla… y con toda la pierna destrozada. Y entonces ya dejé el partido. Vamos, dejé el fútbol para toda mi vida. Y además, otra cosa hay que hacer: las porterías tienen que hacerlas más pequeñas.
C: ¿Por qué?
F: Joder, pues con lo que ganan esos tíos no meten un gol con una portería… Las porterías tienen que ser como las del hockey sobre hielo.
C: Hombre, tanto, tanto…
F: Hombre, un poquito más altas para que quepa el portero de pie. Pero… van a tirar un penalti, ¡pero hostias!, si el penalti da aquí a la portería, que hay once metros (que es mentira, son 9 y medio, que los he medido yo) y mandan el balón al graderío. Y se llevan mil millones de pesetas al año algunos de ellos…
C: Usted qué tal tocaba la pelota, ¿era bueno?
F: Yo era muy bueno, muy bueno, muy bueno. A mí me llamaban «Pichilín».
C: ¿«Pichilín»? Ah, está bien.
F: Sí, «Pichilín». Además, si va usted a Jerez algún día se enterará de quién era «Pichilín». Yo tengo alineaciones, tengo el carné, lo tengo todo. Me daban veinte duros y un bocadillo el día que íbamos a jugar al fútbol.
C: Y dígame. ¿Ahora ya no se sienta usted delante del televisor a ver los partidos?
F: Yo no. Yo veía Ironside. Y cuando se terminaba Ironside ya no cortaba la tele. Me gustaba mucho el tío con la silla aquella… Eso era un tío, no lo que hay ahora. Miden 1,90 y no meten un gol de cabeza ni cojones.
María
F: Mi marido, cada vez que juega el Madrid, los cuatro vecinos del bloque, que nos llevamos todos muy bien, cogen sus bufanditas, sus banderas y se van al campo. Con lo cual, vienen a las tantas de la mañana, te puedes imaginar cómo, vienen bastante contentos. Pero yo sabiendo lo que iba a pasar hoy, las cuatro vecinas les vamos a tomar la revancha. Hemos reservado mesa en un restaurante erótico y después nos vamos a ir a ver unos boys. Con lo cual, mi marido ya lleva toda la semana: «Bueno, María, cariño… No vayas a beber, ¿eh? Y no vengas muy tarde, ¿eh? Que a ver qué va a pasar, ¿eh?» Pero es que, este mediodía me ha llamado, que le ha sentado muy mal la comida. Entonces, que se va a venir a casa, va a ver el partido conmigo y que anule la cena. Y digo, pues mira, cariño, lo siento mucho pero tú, como verás, la calientas la comida en el microondas porque yo no anulo la cena.
• NO CONLLEVA RIESGOS
Juanjo
F: Va, lo mío, lo mío es grave. Yo es que veo menos que el pompo de un culo. Soy ciego. Y yo esquío. ¿Tú sabes lo que es tirarse por Borreguiles, allí en Granada, pa’bajo, a buscarte tus gafas y no ver nada, con el monitor pa’lante? Además, lo más gracioso es que llevamos un peto que pone: «Esquiador ciego», amarillo fosforito. Y tengo encima perro guía. Y el perro también lleva peto.
C: Pero, Juanjo, ¿qué sensación tiene usted bajando por una montaña nevada?
F: Joder, la hostia, la hostia, la hostia… porque yo he visto. Entonces, como ya he visto y ahora no veo, es la ventaja que hay. Yo pertenezco al grupo de esquí de la ONCE y eso es divino, divino.
C: ¿Y cómo se guía usted por la montaña? ¿Tiene alguien que le va diciendo: «izquierda, derecha, ojo»?
F: Tenemos el monitor y aparte, por ejemplo, en Borreguiles, allí en Granada, hay música. Entonces por la música te guías.
C: Joder, pues hay que afinar, ¿eh?
F: Sí, claro que hay que afinar, pero vamos, siempre por el monitor que va delante.
Naranjo: Yo lo que no entiendo bien es lo del perro esquiando.
F: No hombre. El perro no esquía. El perro si hay mucha gente no lo metemos en pista.
N: Pero como decías que llevaba el peto naranja…
F: Lleva un peto, pero si hay poquísima gente. Si subimos entre semana a esquiar pues sí metemos al perro en pista pero si no, no.
C: Y va usted despacito ¿no?
F: No. Qué coño voy a ir despacito. Yo esquío como una persona normal. Yo he estado en competiciones y todo…
C: Pues tiene usted un mérito, Juanjo…
F: Yo y todos mis compañeros que esquiamos.
C: Pero un mérito tienen ustedes de primera categoría ¿eh?
F: Sí, sí… Pero ya te digo que esquiamos como una persona normal y corriente. Lo único que no usamos son bastones.
C: ¿Cómo saben que han llegado al final?
F: Coño, porque hay que frenar.
C: Ya, pero si no frena…
F: Coño, porque te lo va diciendo el monitor, «ves parando, para, para, para» y ya está.
C: Es que si no frena va usted a Granada directamente.
F: A Granada… Te das la hostia. Te metes el guantazo.
C: ¿Se ha dado usted algún jardazo gordo?
F: Sí, sí, sí, sí… Pero gordo. Gordo que estuve dos meses con la pierna un poco chunga porque fue el día que estrené unas tablas y había poca nieve, salté por una bañera y no me saltó la fijación. Entonces roté sobre mi propia rodilla y me hice un esguince de ligamento en la rodilla. Pero, vamos, volví a esquiar otra vez. Y sigo esquiando, claro.
C: Me parece usted un número uno Juanjo. Y además, qué buen humor, qué talento, qué gracia…
Luis
F: De más chaval tenía una ilusión bárbara por ser aventurero solitario y me gustaba la montaña mucho. Primero en el Pirineo, me perdí. Iba al monte en invierno y me metí en una borda que había muchísima nieve un sábado, que ya tenía que volver a casa el domingo y aparecí el jueves. Toda la Guardia Civil buscándome, los helicópteros de la Gendarmería… y al final me encontró un pastor de un pueblo del Pirineo navarro.
C: ¿Y en qué estado le encontró, Luis?
F: Bastante deshidratado y con congelaciones en los pies y un poco en las manos y, joder, con unas ganas de volver a casa y ver a mi madre. Luego hubo un proceso como de estos de aventurero y seguí yendo al monte y me caí y me rompí tres costillas, los brazos y las piernas.
C: Tiene usted una grata experiencia del monte.
F: Y además, que yo he sido muy gafe porque luego en el Moncayo, que ya es un monte que parecía más… Allí en una pala me rompí también dos costillas yo solo. Y ya me cambié de deporte.
C: Ya, no me extraña. Digamos que había tenido usted una experiencia no como de campeón mundial.
F: No, no… Y en serio me dediqué a la bicicleta y en un pelotón que se hizo una montonera me rompí el cráneo. Me pusieron la epidural y me tuvieron que abrir la cabeza para sacarme…
C: Y Luis, dígame, ¿ha practicado algún otro deporte después de la bicicleta?
F: Después de la bicicleta, ya ahora sólo corro. Corro por los alrededores de mi casa y mi mujer está muy contenta.
Naranjo: Pues corra atado a otro no vaya a ser que se caiga.
C: Pero Luis, ¿no ha habido ningún tipo de contratiempo corriendo?
F: Pues le voy a decir la verdad. En una prueba de cross me cagué. Me sobrevino un apretón, que no es un accidente pero es un accidente curioso, ¿eh?, y ahí me tuve que meter en una chopera que había allí en medio y lo pasé muy mal también.
Mariano
F: Yo ya nada más con decir el hobby que tengo ya es un poco para que os riais. Soy árbitro de fútbol en segunda regional. O sea, que creo que ya es bastante riesgo, ¿no?
C: Sí, sí, sí… ¿y qué le han hecho a usted en los campos de fútbol, Mariano?
F: Te imaginas tú esos campos de fútbol en estas localidades de aquí de Alicante como Rojales, Benazúzar, Dolores… ¡Vamos!, que la valla de protección de la gente al campo es una cuerda finita con unas estacas hincadas. Entrando al vestuario ese que te dice antes de empezar el partido… te ve llegar con tu mochila, en chándal, todo bien, con tu uniforme federado… A lo primero te pasan la mano por el hombro y siempre está el típico que te dice: «Aquí normalmente a los árbitros les pegamos una paliza». «¿Cómo que les pegáis una paliza?» Dice: «Sí, aquí normalmente aunque ganemos, a los árbitros les pegamos una paliza». «¿Y si perdéis?» Dice: «No se ha dado el caso, ¿eh?»
C: Mariano, ¿y le han dado alguna fuerte?
F: No, no, no, no… gracias a Dios no. Vengo del fútbol y lo otro lo hago por afición. No me dedico a esto pero lo hago por afición. He estado jugando siempre… Pero vamos, ahí hay algunos que son burrunchos, burrunchos que se ponen suaves, ¿sabes?
C: ¡Qué arte más grande!