Un matrimonio amigo —casados ambos en segundas nupcias— nos invitó a cenar a su casa. Mi mujer les conocía personalmente en el momento del recibimiento, que se producía en el atrio de la vivienda. Les acompañaba un niño de unos cinco añitos: dicho sea que los rasgos físicos del crio le hacían simpático y gracioso a primera vista. Mi esposa, muy cumplida, le dijo al anfitrión de la noche: «Vamos, como para negar que es hijo tuyo; es clavadito, clavadito a ti». A lo que él respondió: «Pues te lo tengo que negar. No es hijo mío. Es el hijo del exmarido de mi mujer». A partir de ese momento mi señora se sumió en un depresivo silencio.
De las meteduras de pata todos hemos sido víctimas alguna vez. Y nunca suelen olvidarse: para recordarlo estamos los testigos. Este es el inicio de una serie que debería llamarse «trágame tierra».
• MÉDICOS
Antonia
F: Quería pedir un Predictor ¿no? Que es un aparato yo creo universalmente conocido para averiguar la existencia o no de embarazo. Y en este caso, como no se acordaba muy bien del nombre, pues bueno, le sugirió al boticario que le diese un Pedrito. Y el señor farmacéutico decía: «¿Dónde saco yo un Pedrito ahora?»
María José
F: Había ido una gitana y el médico le había explicado que le tenían que vaciar y que si tenía algo que opinar; si era alérgica, si le había pasado alguna vez algo, si había tenido alguna vez una hemorragia… Y va la señora, coge al médico, le amenaza y dice: «Mire, doctor, si me quita la vena del gusto, lo mato».
Mario
F: Es el caso de una pareja que acude por la noche a una consulta de asesoramiento familiar, de las que están las 24 horas abiertas con el fin de orientar sobre las técnicas anticonceptivas, etc. Y totalmente ruborizados, los dos miembros de la pareja dicen que ha pasado algo raro, pero que hay un cuerpo extraño en la vagina de la mujer. Que no saben lo que ha podido pasar en el coche con las piruetas pero que hay algo raro ahí. Entonces un ginecólogo visualiza con el «colposcopio», y permítame que diga el término del aparato que se utiliza en estos casos, el interior de la vagina. Y observa una cosa, se queda extrañado y avisa a su ayudante para que también lo vea y este se queda extrañado y avisa a la enfermera para que también lo vea. Al final, para digamos, un tanto extrañeza de todos los presentes, lo que allí había en el interior de la vagina era una pequeña medalla de San Cristóbal haciendo la uve con los dedos que debía estar en el salpicadero del coche.
Manuel
F: Yo soy ATS. Trabajo en un servicio de urgencias en Las Palmas de Gran Canaria y la consulta del médico y la de enfermería están contiguas y hay una puerta que prácticamente permanece abierta siempre. Entra una señora, va al médico y le dice: «Doctor, yo lo que necesito es sexo oral». El hombre se quedó, imagínate, en 33. Al final, investigando un poco el tema, lo que quería la señora era Serosad, que es un antibiótico.
• JUDICIALES
Carlos
F: Yo llevo un día mi coche al taller a las once de la mañana o una cosa así y me dicen que tengo el coche allí para tres o cuatro días. Entonces allí mismo alquilo un coche. Bien, alquilo el coche, sin problemas. A los dos días de tener el coche alquilado viene la Policía Nacional a mi casa y me dicen que tengo que ir a la comisaría porque me han denunciado. Vale. Voy a la comisaría y resulta que me ha denunciado una señora mayor porque la habían insultado unos tíos que iban en el coche que yo había alquilado. Pues yo digo: «Mire usted, yo no he sido. Yo he alquilado el coche tal día a tal hora y esto ha sido alguien que lo ha alquilado antes que yo lógicamente». Me hacen un careo con la señora: «Mire usted, yo no la conozco de nada». La mujer dice: «No, yo a ti no te he visto pero a mí me han insultado y seguramente…» Vamos a juicio y yo en el juicio digo lo mismo. Le preguntaron a la señora a qué hora fue esto y dijo: «Mire usted, esto fue por la mañana». «Mire usted, yo alquilé el coche a las tres de la tarde. Yo cómo voy a ser, yo no tenía este coche. Bueno, ¿quién ha alquilado el coche antes que yo?» «Unos extranjeros». «¿Dónde están los extranjeros?» «En Pernambuco, yo qué se dónde están los extranjeros». Pues resulta que me condenan a pagar 25 000 pesetas. Yo digo: «Pues no las pago, lo diga el juez o lo diga el ministro del Aire, yo no pago los 5000 duros porque ¿yo qué tengo que ver con esto?» Queda ahí la cosa, no pasa nada, y al cabo de un tiempo me para un día la Guardia Civil de Tráfico, me pide la documentación y me dice que estoy en busca y captura. «¿Cómo en busca y captura?» «Sí. ¿Usted ha hecho algo? Usted está en busca y captura». Me esposan, me detienen, me llevan al cuartel de la Guardia Civil. Eso era por la tarde. Paso toda la noche en el cuartel de la Guardia Civil en el calabozo y por la mañana me llevan al juzgado y a la una o por ahí de la mañana viene un tío del juzgado y me dice: «Usted está aquí porque usted debe 5000 duros». «Bueno, pues tome usted los 5000 duros». «No, no, tiene usted que ir al BBV y pagar los 5000 duros». Esto era un viernes. Mi mujer corriendo va al BBV a pagar, una cola impresionante. Total, que cierran el banco y no le da tiempo a pagar. Pues estuve detenido viernes, sábado y domingo. Y hasta el lunes que pagó mi mujer los 5000 duros no me dejaron irme. Pero esposado en el calabozo con un montón de moros, con un montón de yonquis, ¡yo qué sé lo que había allí! Y al final tuve que pagar los 5000 duros.
C: Y como no le dio tiempo de pagarlo el viernes ¿estuvo usted en el calabozo?
F: Viernes, sábado y domingo. Hasta el lunes por la mañana. Me volvieron a esposar, me metieron en un coche de la Policía Nacional y me llevaron al juzgado. Todo esto esposado con un moro. El calabozo era de película, vamos.
C: ¿Cómo era el calabozo?
F: El calabozo, pues como las películas de miedo. Todas las noches venían un montón de moros, venían yonquis, venían tíos que habían robado. Allí una manta que la ponía en un sitio y se iba la manta. Vamos, impresionante. Yo, que no estoy acostumbrado a esas historias y por una vieja asquerosa, que yo no tenía que ver nada con la vieja ni la había dicho yo nada a la vieja… Y la culpa era de unos extranjeros. ¡Es que es lógico, coño! Si tú alquilas un coche a las tres de la tarde y has tenido un porrazo o has insultado a alguien a las once: «Mire usted, yo a las once de la mañana estaba trabajando».
C: Sí, pero ¿usted le dijo eso al juez? «Oiga, mire, yo a las once estaba trabajando».
F: ¡Pues claro! Alguno tenía que pagar por la vieja. Entonces, como el que tenía el coche antes era un extranjero y no daban con el extranjero, pues pagué yo, y ya está.
C: Pero vamos a ver. Usted no le dijo al juez: «Mire usted. La prueba está en que aquí tiene usted el papel conforme yo lo he alquilado a las tres de la tarde y aquí tiene usted un testigo conforme yo a las once estaba en mi empresa trabajando».
F: Eso, hasta mi hijo que tiene cuatro años lo entiende, pero la señora juez del número uno por lo visto ha estudiado, no sé, lo que estudian los monos o algo así. Porque la lógica era aplastante. Si han matado a alguien y yo a las once estoy en mi casa, ¡yo qué culpa tengo que hayan matado a Primo de Rivera!
C: Y cuando su señora volvió del BBV y le dijo que estaba cerrado, ¿usted qué sintió?
F: No, pero si es que mi mujer estaba en el BBV y había mogollón de gente. Entonces ella intentó colarse pero nadie la dejaba. Pero le daba vergüenza decir que mi marido está en el juzgado y tengo que pagar 5000 duros. Nada, no le dio tiempo y con la vergüenza… y me estuve allí hasta el lunes por la mañana.
C: Y cuando ella volvió y le dijo: «Mira, Carlos, que no he podido pagar».
F: No, pero es que a mí no me lo dijo porque yo estaba en el juzgado en un calabozo. Como tampoco tenía reloj porque me quitaron el reloj, los cordones de los zapatos, la correa… Yo estaba allí como un delincuente. Y yo digo: «Las dos de la tarde, las tres…» Más o menos calculaba. Y viendo que no venía, me vuelven a poner las esposas, me vuelven a enganchar a un moro y me llevan al calabozo otra vez… Digo, ¡hostia, qué ha pasado aquí! Y ya el policía me lo dijo: «Mira, no, hijo, es que tu mujer no ha venido con los 5000 duros». «Pero ¡cómo no ha venido mi mujer con los 5000 duros!» Pero todo esto sin dejarme verla ni hablar con ella ni de nada de nada. Como si fuera de la ETA o algo así.
Naranjo: Y ¿ya están pagados, Carlos?
F: Claro, tuve que pagar los 5000 duros por la cara.
Naranjo: Lo digo porque el asesinato de Kennedy no está claro… A ver si le echan a usted la culpa.
F: Yo ya pensaba que iba a pagar hasta con la muerte de Carrero Blanco.
C: Carlos. Dígame una última cuestión: ¿qué tal eran sus compañeros de celda?, ¿qué tal se portaban con usted?
F: Yo me tenía que portar con ellos. La gran mayoría eran moros y la verdad, te daba pena de cómo venían. Mi mujer me mandaba bolsos con bocadillos porque la comida de allí, ya ves… A mí me mandaba un bocadillo con jamón y le decía al moro que estaba al lado mío: «Quillo, ¿quieres?» Y decía el moro: «No, jalufo no, jalufo no». Bueno, pues jalufo no. Qué va. A los dos minutos decía: «¿Me das jalufo?»
• VARIADOS (¡Tierra trágame! Meteduras de pata)
Maura
F: Tengo una afición tremenda por los perros y a todos los que me encuentro tengo que tocarlos, acariciarlos, hablarles… y un día iba paseando por la calle y vi a una señora en la puerta de una tienda con un perro pequeñito en brazos y me crucé de acera para tocarlo y empecé a decirle: «Oig qué cosa más mona, qué suave. ¿Cuánto tiempo tiene?» Y era un bolso.
Pepe
F: Estamos sirviendo un banquete de una boda y sabes que las fuentes van quemando… y entonces se caen unas gotas de salsa de cordero en la mano de un señor y le digo: «¡Ay perdóneme, perdóneme!» «¡Nada hijo, no te preocupes!» «¡Ay perdóneme, todas mis disculpas!» Y coge el señor, se quita la mano y era ortopédica.
Santiago
F: Hace años tenía una cría que era un poco más pequeña y se cayó y se rompió la nariz; y a los pocos meses se murió mi padre, el hombre que en paz descanse. Vivíamos en el cuarto y subieron unos vecinos del segundo, un matrimonio muy educado, muy recatado, la señora María y el señor Felipe… Y subieron una noche a darme el pésame. Nos sentamos en la mesita camilla, un cafetito y tal, muy bien. Y dice: «¡Anda, que lleváis una temporada!» Y digo: «¡Llevamos un año que parece que nos ha mirado un tuerto!» Y me dio mi mujer por debajo con el pie. La señora María tenía un ojo de cristal.
Raúl
F: Mi padre ahora es maître del Hotel Villamagna, en la Castellana. Y era camarero. Entonces vino Sofía Loren a Madrid con el representante a hacer un programa de televisión y después del programa fueron a cenar. Mi padre era el camarero que iba a servir. Entonces se dispone a servir el vino, cuando se da cuenta del escote que llevaba esta mujer, un escote generoso. Se le pierde la mirada, pierde la noción del tiempo y nada más que mirando y mirando. En eso que levanta la mirada Sofía Loren y le pregunta que si le gustaba el vino. Mi padre le dice que sí, que le gustaba mucho y ella le respondió: «¡Pues a mí también! Así que haga el favor de darle la vuelta a la copa».
Pablo
F: En una ocasión que iba por la calle con mi padre vimos a un amigo de él en un escaparate. Este amigo era bastante cabezón y calvo y mi padre, como tenía confianza con él, le dio en la cabeza. Este hombre dio en el cristal del escaparate y le dijo: «¡Ay, jodio cabezón!» Cuando se dio la vuelta no era él.