Bosch retiró todo el correo viejo y los manuales de carpintería de la mesa del comedor y colocó en ella la carpeta y su libreta. Se acercó al equipo de música y puso un disco compacto: Clifford Brown with Strings. Fue a la cocina a coger un cenicero y se sentó delante del expediente. Lo miró durante un buen rato sin moverse. La última vez que había tenido el archivo apenas había ojeado sus muchas páginas. En aquella ocasión no sintió que estuviera preparado y lo devolvió a los archivos.
Esta vez quería asegurarse de que sí lo estaba antes de abrirlo, por eso dedicó un buen rato a examinar la cubierta de plástico resquebrajada como si ésta contuviera alguna pista acerca de su preparación. Un recuerdo le inundó la mente. Un chico de once años en una piscina, agarrándose a la escalera de acero del costado, sin aliento y llorando, con las lágrimas disimuladas por el agua que resbalaba del cabello mojado. El niño estaba asustado. Solo. Se sentía como si la piscina fuera un océano que debía cruzar.
Brown estaba tocando Willow Weep for Me, valiéndose de su trompeta con la suavidad con que un pintor de retratos usa el pincel. Bosch cogió la goma elástica que había puesto en torno a la carpeta cinco años antes y ésta se quebró al tocarla. Dudó sólo un instante más antes de abrir la carpeta y soplar para sacar el polvo.
El expediente correspondía al caso abierto el 28 de octubre de 1961, el asesinato de Marjorie Phillips Lowe. Su madre.
Las páginas de la carpeta estaban de color amarillo oscuro y rígidas por el paso de los años. Mientras las miraba y las leía, Bosch se sintió inicialmente sorprendido por lo poco que habían cambiado las cosas en casi treinta y cinco años. Muchos de los formularios de investigación de la carpeta continuaban utilizándose. El Informe Preliminar y el Registro Cronológico del Agente Investigador eran los mismos que usaba él, salvo por algunas palabras cambiadas para adaptarse a sentencias judiciales y a criterios de corrección política. Las casillas de descripción donde antes ponía «negro», se cambiaron después por «de color» y más tarde por «afroamericano». La lista de móviles en la Proyección Preliminar del Caso no incluía la violencia doméstica ni las clasificaciones odio-prejuicio que figuraban en la actualidad. Las hojas de resumen de interrogatorios carecían de casillas para marcar que se habían comunicado las advertencias Miranda.
Aparte de ese tipo de modificaciones, los informes eran idénticos y Bosch decidió que la investigación de homicidios continuaba básicamente igual que entonces. Por supuesto, se habían producido avances tecnológicos increíbles en los últimos treinta y cinco años, pero pensaba que había cosas que eran siempre las mismas y que no iban a cambiar. El trabajo de campo, el arte de interrogar y escuchar, de saber cuándo fiarse de un instinto o una corazonada. Ésas eran cosas que no cambiaban, que no podían cambiar.
El caso había sido asignado a dos investigadores de la mesa de homicidios de Hollywood. Claude Eno y Jake McKittrick. Los informes que redactaron estaban en orden cronológico en la carpeta. En los informes preliminares se referían a la víctima por el nombre, lo cual indicaba que había sido identificada de inmediato. En una de esas páginas se decía que la víctima fue hallada en un callejón, detrás del lado norte de Hollywood Boulevard, entre Vista y Gower. La falda y la ropa interior de la víctima habían sido desgarradas por su agresor. Se suponía que habían abusado sexualmente de ella y que la habían estrangulado. El cadáver había sido abandonado en un cubo de basura situado ante la puerta trasera de una tienda de recuerdos de Hollywood llamada Startime Gifts & Gags. El cuerpo fue descubierto a las 7.35 por un agente de patrulla que recorría a pie las calles del bulevar y que solía echar un vistazo en los callejones al principio de cada turno. El bolso de la víctima no se encontró pero ésta fue identificada de inmediato porque el agente la conocía. En la hoja siguiente quedaba claro por qué la conocía.
La víctima tenía un historial de detenciones por rondar en Hollywood. (Véanse ID 55-002, 55-913, 56-111, 59-056, 60-815 Y 60-1121.) Los detectives de antivicio Gilchrist y Stano describieron a la víctima como una prostituta que trabajaba periódicamente en la zona de Hollywood y que había sido advertida repetidamente. La víctima vivía en los apartamentos El Rio, situados dos manzanas al norte de la escena del crimen. Se cree que la víctima se hallaba en la actualidad implicada en actividades de prostitución mediante contacto telefónico. AN 1906 pudo hacer la identificación de la víctima por la familiaridad de haberla visto en la zona en años anteriores.
Bosch miró el número del agente notificador. Sabía que el número 1906 pertenecía a un agente de patrulla que se había convertido en uno de los hombres más poderosos del departamento, el subdirector Irvin S. Irving. En una ocasión Irving le había confiado a Bosch que había conocido a Marjorie Lowe y que había sido él quien la había encontrado.
Bosch encendió un cigarrillo y continuó leyendo. Los informes, escritos de manera descuidada, eran superficiales y estaban plagados de nombres mal escritos. Al leerlos, a Bosch le quedó claro que Eno y McKittrick no dedicaron mucho tiempo al caso. Había muerto una prostituta. Era un riesgo inherente al trabajo. Ellos tenían problemas más importantes.
Se fijó en que en el informe de investigación de la muerte había una casilla para señalar al familiar más próximo. Decía:
Hieronymus Bosch (Harry), hijo, edad 11 años, orfanato McClaren. Notificación realizada el 28-10 a las 15.00. Bajo custodia del Departamento de Servicios Sociales Públicos desde 7-1960. MI. (Véanse informes de detención de la víctima 60-815 y 60-1121.) Padre desconocido. El hijo permanece en custodia en espera de padres de acogida.
Al leer el informe, Bosch podía descifrar fácilmente las abreviaturas e interpretar el texto. MI significaba «madre inadecuada». Al cabo de tantos años, la ironía no le pasó inadvertida a Bosch. El chico había sido arrebatado a una madre presumiblemente inadecuada para ser insertado en un sistema de protección igualmente inadecuado. Lo que Bosch más recordaba era el ruido. Siempre había mucho ruido. Como en una prisión.
Bosch se acordaba de que McKittrick había sido el encargado de darle la noticia. Fue durante la hora de piscina. La piscina cubierta estaba llena de la espuma que provocaban un centenar de niños que nadaban, chapoteaban y gritaban. Después de salir del agua, Harry se había echado sobre los hombros una toalla blanca que había sido lavada y blanqueada tantas veces que parecía de cartón. McKittrick le comunicó la noticia y él regresó a la piscina, donde sus sollozos quedaron silenciados bajo el agua.
Tras pasar rápidamente los informes complementarios referidos a las detenciones previas de la víctima, Bosch llegó al informe de la autopsia. Se saltó la mayor parte de ésta, porque no necesitaba conocer los detalles, y se concentró en la página resumen, donde había un par de sorpresas. La hora de la muerte se estableció entre siete y nueve horas antes del hallazgo del cadáver. Alrededor de medianoche. La sorpresa estaba en la causa oficial de la muerte, que se hacía constar como golpe contundente en la cabeza. El informe describía una profunda contusión encima de la oreja derecha con inflamación pero sin laceración que causara una hemorragia fatal en el cerebro. El informe decía que el asesino podría haber creído que estrangulaba a la víctima después de haberla dejado inconsciente de un golpe, no obstante, la conclusión del forense era que Marjorie Lowe ya estaba muerta cuando el asesino apretó el cinturón de la propia víctima en torno al cuello. El informe aseguraba asimismo que aunque se había hallado semen en la vagina, no existían otras heridas relacionadas habitualmente con la violación.
Al releer el resumen con mirada de investigador, Bosch advirtió que las conclusiones de la autopsia enmarañaron las cosas a los dos detectives originalmente asignados al caso. La hipótesis inicial basada en la apariencia del cadáver era que Marjorie Lowe había sido víctima de un crimen sexual. Eso invocaba el espectro de un encuentro casual —tan casual como las relaciones propias de su profesión— que condujo a su muerte. Pero el hecho de que el estrangulamiento ocurriera después de la muerte y de que no hubiera prueba convincente de violación abría otra posibilidad. Existían factores a partir de los cuales se podía especular que la víctima había sido asesinada por alguien que posteriormente trató de camuflar su implicación y motivos en el azar de un crimen sexual. A Bosch sólo se le ocurría una razón para esa voluntad de despistar, si es que había habido tal. El asesino conocía a la víctima. A medida que avanzaba se preguntó si McKittrick y Eno habían llegado a las mismas conclusiones que él.
Había un sobre de 20 x 25 en el archivo que contenía las fotos de la escena del crimen y la autopsia. Bosch se lo pensó un buen rato antes de dejar el sobre a un lado. Igual que le había ocurrido la última vez que había sacado el expediente de los archivos, no podía mirar.
Lo siguiente era otro sobre con un inventario de pruebas grapado. Estaba casi en blanco.
PRUEBAS RECUPERADAS
Caso 61-743
Huellas dactilares extraídas del cinturón de cuero con conchas plateadas de la víctima.
Informe SID n.º 1114 06-11-61
Arma homicida recuperada: cinturón de cuero negro de la víctima con conchas. Propiedad de la víctima.
Ropa propiedad de la víctima. Archivada en custodia de pruebas. Taquilla 73B LAPDHQ
1 blusa blanca, manchada de sangre
1 falda negra, rasgada en la costura
1 par de zapatos negros de tacón alto
1 par de medias negras, rasgadas
1 braga, rasgada
1 par de pendientes dorados
1 brazalete dorado
1 cadena de oro con una cruz
Eso era todo. Bosch examinó largo rato la lista antes de anotar los datos en su libreta. Algo le inquietaba, pero no conseguía precisarlo. Todavía no. Estaba asimilando demasiada información y tenía que dejar que ésta se asentara antes de que afloraran las anomalías.
Lo dejó estar por el momento y abrió el sobre de las pruebas, rompiendo la cinta roja que lo sellaba y que se había agrietado con los años. En el interior había una tarjeta amarillenta con dos huellas dactilares completas, de un pulgar y un dedo índice, y varias parciales, obtenidas después de aplicar polvo negro al cinturón. En el sobre también había una tarjeta de contenido, de color rosa, que detallaba la ropa de la víctima, la cual había sido guardada en una taquilla para pruebas. La ropa nunca se había sacado de la taquilla porque nunca se había celebrado juicio. Bosch puso ambas tarjetas a un lado, preguntándose qué habría ocurrido con la ropa. A mediados de los sesenta se había construido el Parker Center y el departamento de policía se había establecido allí. El antiguo cuartel general había sido demolido hacía mucho. ¿Qué había ocurrido con las pruebas de los casos no resueltos?
El siguiente elemento del expediente era un conjunto de informes resumen de los interrogatorios conducidos en los primeros días de la investigación. La mayoría de ellos eran de personas con un conocimiento periférico de la víctima. Gente como otros residentes en los apartamentos El Rio y compañeras de profesión de Marjorie Lowe. Había un informe breve que captó el interés de Bosch. Se trataba de un interrogatorio llevado a cabo tres días después del asesinato con una mujer llamada Meredith Roman, a quien se describía como asociada y en un tiempo compañera de habitación de la difunta. En el momento del informe también vivía en El Rio, en el piso de arriba del de la víctima. El informe había sido redactado por Eno, quien parecía el vencedor indiscutible en analfabetismo, cuando se comparaba la redacción de los dos investigadores asignados al caso.
Meredith Roman (9-10-1930) fue interrogada a fondo el día de la fecha en el apartamento de El Rio donde vivía un piso por encima del apartamento de la víctima. La señorita Roman proporcionó a este detective muy poca información útil en relación con las actividades de Marjorie Lowe durante el periodo de la última semana de vida.
La señorita Roman reconoció que había estado implicada en actos de prostitución en compañía de la víctima en numrosas ocasiones en los ocho años previos, pero no había sido fichada (después confirmado). Dijo al detective abajo firmante que esos encuentros estaban consertados por un hombre llamado Johnny Fox (2-2-1933), que reside en el 1110 de Ivar, en Hollywood. Fox, 28 años, no tenía historial de detenciones, pero la inteligencia antivicio confirma que había sido sospechoso con anterioridad en casos de alcahuetería, asalto malicioso y venta de heroína.
La señorita Roman afirma que la última vez que vio a la víctima fue en una fiesta en el segundo piso del otel Roosevelt el 21-10. La señorita Roman no asistió a la fiesta con la víctima, pero la vio allí momentáneamente en una breve conversación.
La señorita Roman asegura que ahora piensa retirarse del negocio de la prostitución y abandonar Los Angeles. Afirma que comunicará a los detectives su nueva dirección y teléfono por si es preciso contactar con ella. Su atitud fue coperativa con el firmante.
Bosch inmediatamente buscó otra vez el informe de Johnny Fox. No lo había. Buscó en la parte inicial del expediente el informe cronológico para ver si alguna entrada mencionaba que habían hablado con Fox. El informe cronológico se limitaba a entradas de una línea que hacían referencia a otros informes. En la segunda página encontró una única anotación.
3-11 800-2000 Vigilancia del apto. de Fox. No aparece.
No había ninguna otra mención de Fox en el informe, pero cuando Bosch leyó el IC hasta el final, otra entrada captó su atención.
5-11 940 A. Conklin consierta cita.
Bosch conocía el nombre. Arno Conklin había sido fiscal del distrito en Los Angeles en la década de 1960. Si la memoria no le fallaba, en 1961 Conklin aún no era fiscal del distrito, pero sí uno de los fiscales principales. Su interés en el asesinato de una prostituta le resultó curioso a Bosch. Sin embargo, en el expediente no había nada que proporcionara una respuesta. No había resumen de una entrevista con Conklin. Nada.
Se fijó en que el verbo concertar ya había sido mal escrito en el informe cronológico del resumen de la entrevista con Roman que había redactado Eno. Bosch concluyó que Conklin había llamado a Eno para establecer la cita. Sin embargo, desconocía el significado de esto, si es que lo tenía. Anotó el nombre de Conklin en la parte superior de una hoja de su libreta.
Volviendo a Fox, Bosch no lograba entender por qué no fue localizado para ser interrogado por Eno y McKittrick. Parecía el sospechoso natural: el macarra de la víctima. Y si habían interrogado a Fox, Bosch no podía entender por qué no existía en el expediente del caso ningún informe respecto a una pieza clave de la investigación.
Bosch se sentó y encendió un cigarrillo. Ya estaba tenso por la sospecha de que ocurrían cosas extrañas en el caso. Sintió un tirón interior causado por la indignación. Cuanto más leía, más se reafirmaba en la idea de que el caso había sido mal llevado desde el principio.
Volvió a inclinarse sobre la mesa y continuó pasando páginas de la carpeta mientras fumaba. Había más resúmenes de entrevistas e informes carentes de sentido. Era todo simple relleno. Cualquier poli de homicidios digno de llevar placa podía producir como churros ese tipo de informes si quería llenar una carpeta y dar la sensación de que había llevado a cabo una investigación concienzuda. Al parecer, a McKittrick y Eno no les faltaban cualidades en este sentido. Pero cualquier poli de homicidios digno de llevar placa también era capaz de darse cuenta de que era relleno en cuanto lo veía. El sentimiento de vacío en el estómago se hizo más intenso.
Finalmente, Bosch llegó al primer Informe de Seguimiento de la Investigación. Estaba fechado una semana después del asesinato y escrito por McKittrick.
El caso del homicidio de Marjorie Phillips Lowe continúa abierto en este momento. No se han identificado sospechosos.
La investigación hasta la fecha ha determinado que la víctima estaba implicada en la prostitución en la zona de Hollywood y podría haber sido víctima de un cliente que cometió el homicidio.
El sospechoso preliminar John Fox negó su implicación en el incidente y ha sido descartado en este momento a través de la comparación de las huellas y la confirmación de su coartada por medio de testigos.
No se han identificado sospechosos. John Fox asegura que el viernes 30-11, aproximadamente a las 21 horas, la víctima salió de su residencia en los apartamentos El Rio para ir a un lugar no determinado para propósitos de prostitución. Fox afirma que la cita fue establecida por la víctima y que él no tenía conocimiento. Fox afrima que no era extraño que la víctima tuviera relaciones sin su conocimiento.
La ropa interior de la víctima fue hallada desgarrada. Nótese, no obstante, que un par de medias también pertenecientes a la víctima no presentaban ninguna carrera y se cree que probablemente se las quitó voluntariamente.
La experiencia y el instinto de los investigadores lleva a la conclusión de que la víctima se topó con una encerrona en la localización desconocida después de llegar de manera voluntaria y probablemente quitarse algo de ropa. El cadáver fue transportado posteriormente al cubo de basura situado en un callejón entre Vista y Gower, donde fue descubierto a la mañana siguiente.
La testigo Meredith Roman fue entrevistada nuevamente hoy y solicitó modificar su declaración inicial. Roman informó a este investigador que creía que la víctima había acudido a una fiesta en Hancock Park la noche anterior al hallazgo de su cadáver. No podía dar el nombre ni la dirección de la fiesta. La señorita Roman explicó que pensaba asistir con la víctima, pero esa tarde fue agredida por John Fox en una disputa por dinero. No pudo asistir a la fiesta porque se sentía impresentable a causa de un moretón en la cara. (Fox admitió haber golpeado a Roman en una posterior entrevista telefónica. Roman rechazó denunciarlo.)
La investigación se encuentra paralizada pues no existen más pistas en este momento. Los investigadores han solicitado la ayuda de agentes de la sección de antivicio en busca de conocimiento de incidentes similares o de posibles sospechosos.
Bosch volvió a leer la página y trató de interpretar lo que de verdad se estaba diciendo del caso. Una cosa que le quedaba clara era que, aunque no hubiera un informe de resumen del interrogatorio, era obvio que Johnny Fox había sido interrogado por Eno y McKittrick. Había sido descartado. La cuestión era: ¿Por qué no habían escrito un informe de la entrevista? ¿O lo habían escrito y luego lo habían retirado del expediente? Y en ese caso, ¿quién lo había retirado y por qué?
Por último, Bosch estaba intrigado por la ausencia de toda mención de Arno Conklin en el resumen o en cualquier otro informe salvo el cronológico de la investigación. Quizá, pensó Bosch, se habían retirado más informes aparte del resumen de la entrevista con Fox.
Bosch se levantó y fue a buscar su maletín, que había dejado en la encimera de la cocina, al lado de la puerta. De allí sacó su agenda personal de teléfonos. No tenía el número de los archivos del departamento, de manera que llamó al del registro general y le pasaron. Una mujer contestó después de nueve tonos.
—Ah, ¿señora Beaupre? ¿Geneva?
—¿Sí?
—Hola, soy Harry Bosch. He estado allí esta mañana para retirar un expediente.
—Sí, de Hollywood. El viejo caso.
—Sí. ¿Podría decirme si todavía tiene la tarjeta de control en el mostrador?
—Espere un momento, ya la he archivado. —Regresó al cabo de un momento—. Sí, la tengo aquí.
—¿Podría decirme quién más ha sacado este expediente antes?
—¿Para qué necesita saberlo?
—Faltan páginas del archivo, señora Beaupre. Me gustaría saber quién puede tenerlas.
—Bueno, usted fue el último en sacarlo. He mencionado que fue en…
—Sí, lo sé. Hace unos cinco años. ¿Consta que haya sido sacado desde entonces o antes? No me he fijado cuando he firmado la tarjeta hoy.
—Bueno, no cuelgue y déjeme ver. —Bosch esperó y ella continuó enseguida—. Vale, ya lo tengo. Según esta tarjeta, la única otra vez que se sacó el archivo fue en mil novecientos setenta y dos. Ha llovido mucho desde entonces.
—¿Quién lo sacó?
—Está garabateado. No puedo… Parece que pone Jack… eh, Jack McKillick.
—Jake McKittrick.
—Podría ser.
Bosch no sabía qué pensar. McKittrick fue el último en tener el expediente, pero eso fue más de diez años después del asesinato. ¿Qué significaba? Bosch sentía que la confusión le tendía una emboscada. No sabía lo que esperaba oír, pero seguramente algo más que un nombre garabateado más de veinte años atrás.
—De acuerdo, señora Beaupre, muchas gracias.
—Bueno, si faltan páginas voy a tener que hacer un informe y entregárselo al señor Aguilar.
—No creo que sea necesario, señora. Puede que me haya equivocado con las páginas que faltan. Quiero decir, ¿cómo podrían faltar páginas si nadie lo ha mirado desde la última vez que lo tuve yo?
Bosch le dio las gracias nuevamente y colgó, con la esperanza de que su buen humor lograra que ella no tomara ninguna medida después de su llamada. Abrió la nevera y miró en su interior mientras pensaba en el caso, después la cerró y volvió a la mesa.
Las últimas páginas que había en el expediente del asesinato correspondían a un informe de revisión fechado el 3 de noviembre de 1962. El procedimiento del departamento de homicidios exigía que todos los casos no resueltos se revisaran después de un año por otros detectives para que éstos buscaran algo que pudiera haberse pasado por alto a los primeros. Sin embargo, en la práctica, era un proceso burocrático. A los detectives no les seducía la idea de encontrar los errores de sus colegas. Además, tenían su propia carga de casos de los que preocuparse. Cuando se les asignaban estas revisiones hacían poco más que leer por encima el archivo, efectuar algunas llamadas a testigos y después enviar la carpeta a los archivos.
En este caso, el informe de diligencia debida escrito por los nuevos detectives llamados Roberts y Jordan llegaba a la misma conclusión que los informes de Eno y McKittrick. Después de dos páginas que detallaban las mismas pruebas y entrevistas ya conducidas por los investigadores iniciales, el informe concluía que no había pistas que pudieran investigarse y que no había esperanza para una «conclusión con éxito» del caso. Fin de la diligencia debida.
Bosch cerró el expediente. Sabía que después de que Roberts y Jordan presentaran el informe, la carpeta había sido enviada a archivos como un caso muerto. Había acumulado polvo hasta que, según la tarjeta de control, McKittrick lo había sacado por razones desconocidas en 1972. Bosch anotó el nombre de McKittrick debajo del de Conklin en la libreta. Después anotó los nombres de otras personas que podrían ser útiles de entrevistar. Si seguían con vida y podían ser localizadas.
Bosch se reclinó en su silla y se dio cuenta de que el disco había terminado sin que él se apercibiera. Miró el reloj. Eran las dos y media. Todavía disponía de casi toda la tarde, pero no estaba seguro de qué hacer con ella.
Fue al armario del dormitorio y sacó la caja de zapatos del estante. Era la caja de su correspondencia, llena de cartas, postales y fotos que quería conservar durante el resto de su vida. Contenía objetos que databan incluso de su época en Vietnam. Aunque apenas miraba en la caja, en su cabeza guardaba un inventario casi perfecto del contenido. Cada objeto tenía un motivo para ser salvado.
Encima estaba el último añadido a la caja, una postal de Venecia. De Sylvia. Era de un cuadro que ella había visto en el palacio ducal, El paraíso y el infierno, de Hieronymus Bosch. Se veía a un ángel que escoltaba a uno de los benditos a través de un túnel hasta la luz del cielo. Ambos flotaban hacia el cielo. La postal era la última noticia que había tenido de ella. Leyó el texto del dorso.
Harry, pensé que te interesaría esta obra del pintor que se llama como tú. La vi en el palacio. Es hermosa. Por cierto, me encanta Venecia. Creo que podría quedarme para siempre.
S.
«Ya no me quieres», pensó Bosch mientras ponía la tarjeta a un lado y empezaba a bucear en otros objetos de la caja. No volvió a distraerse. A medio camino de la caja encontró lo que estaba buscando.