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El subdirector Irvin Irving se encontraba sentado a su escritorio en su espacioso despacho de la sexta planta del Parker Center. También sentados en la sala estaban la teniente Grace Billets, Bosch y Edgar, así como un agente de Relaciones con los Medios llamado Sergio Medina. La ayudante de Irving, una teniente llamada Simonton, permanecía en el umbral de la oficina por si la necesitaban.

Irving tenía una mesa con sobre de cristal. No había nada en ella salvo dos trozos de papel con texto impreso que Bosch no podía leer desde su posición al otro lado del escritorio de Irving y a la izquierda.

—Bueno —empezó Irving—. ¿Qué sabemos de Trent a ciencia cierta? Sabemos que era un pedófilo con antecedentes penales por haber abusado de un menor. Sabemos que vivía a tiro de piedra del lugar de enterramiento del niño asesinado. Y sabemos que se suicidó la noche en que fue interrogado por los detectives en relación con los dos primeros puntos mencionados.

Irving cogió una de las hojas que había en su escritorio y la examinó sin compartir el contenido de la misma con los presentes. Al final, habló.

—Tengo aquí una nota de prensa que afirma los tres hechos Y continúa diciendo: «El señor Trent es objeto de una investigación en curso. La determinación de si fue responsable de la muerte de la víctima descubierta enterrada cerca de su casa está pendiente del trabajo de laboratorio y de la posterior investigación».

Miró la hoja en silencio de nuevo y finalmente la dejó.

—Correcta y sucinta. Pero servirá de poco para aplacar la sed de los medios en esta historia. O para ayudarnos a evitar otra situación comprometida para este departamento.

Bosch se aclaró la garganta. Irving pareció no registrarlo al principio, pero entonces habló sin mirar al detective.

—¿Sí, detective Bosch?

—Bueno, parece que no está satisfecho con eso. El problema es que lo que hay en la nota de prensa es exactamente donde estamos. Me encantaría decir que creo que el tipo mató al chico de la colina. Me encantaría decirle que sé que lo hizo. Pero estamos muy lejos de eso y, si acaso, creo que vamos a terminar concluyendo lo contrario.

—¿Basándose en qué? —dijo bruscamente Irving.

A Bosch le estaba quedando claro cuál era el propósito de la reunión. Supuso que la segunda hoja que había en el escritorio de Irving era la nota de prensa que el subdirector quería hacer pública. Probablemente se acusaba de todo a Trent y explicaba su suicidio por el hecho de saberse descubierto. Esto permitiría al departamento manejar a Thornton, el responsable de la filtración, tranquilamente, lejos de la lupa de la prensa. Así, el departamento se ahorraría la humillación de reconocer que la filtración de información confidencial por parte de uno de sus agentes había llevado a que un hombre posiblemente inocente se suicidara. También permitiría al departamento cerrar el caso del chico de la colina.

Bosch comprendió que todos los que estaban sentados en la sala sabían que las posibilidades de cerrar un caso de esa naturaleza eran muy remotas. El caso había captado la atención de los medios y Trent, con su suicidio, les había presentado una vía de salida. Las sospechas podían achacarse al pedófilo muerto y el departamento podía zanjar la cuestión y pasar al siguiente caso, que con suerte sería uno con más opciones de ser resuelto.

Bosch podía entenderlo, pero no lo aceptaba. Él había visto los huesos. Había oído a Golliher relatando una letanía de lesiones. En esa sala de autopsias, Bosch se había prometido encontrar al asesino y cerrar el caso. Los intereses y la imagen del departamento eran algo secundario.

Buscó en el bolsillo de la chaqueta y sacó el bloc. Lo abrió por una hoja con una esquina doblada y la miró como si estuviera examinando una página llena de notas. Pero había una única anotación en la página, escrita el sábado, en la sala de autopsias.

44 indicaciones distintas de trauma.

Sus ojos se clavaron en el número que había escrito hasta que Irving habló de nuevo.

—¿Detective Bosch? Le he preguntado: «¿Basándose en qué?».

Bosch alzó la mirada y cerró la libreta.

—En las fechas (creemos que Trent no se mudó al barrio hasta después de que el chico estuviera enterrado) y también basándonos en el análisis de los huesos. Este chico fue maltratado durante un largo periodo, desde que era muy pequeño. Eso no cuadra con Trent.

—La datación y el estudio de los huesos no serán concluyentes —dijo Irving—. No importa lo que nos digan, sigue habiendo una posibilidad (no importa lo pequeña que sea) de que Nicholas Trent fuera el perpetrador de este crimen.

—Una posibilidad muy remota.

—¿Qué me dice del registro de hoy en casa de Trent?

—Nos hemos llevado unas botas de faena viejas con barro en los cordones. Las compararemos con muestras tomadas del suelo donde se hallaron los huesos. Pero tampoco serán concluyentes. Aunque coincidieran, Trent podría haberse enganchado el barro escalando detrás de su casa. Es todo parte del mismo sedimento, geológicamente hablando.

—¿Qué más?

—Poco más. Tenemos un monopatín.

—¿Un monopatín?

Bosch explicó la llamada recibida, que no había tenido tiempo de seguir debido al suicidio. Mientras lo explicaba, vio que Irving se entusiasmaba ante la posibilidad de que un monopatín en posesión de Trent pudiera vincular al decorador con los huesos de la colina.

—Quiero que ésa sea su prioridad —dijo—. Quiero que asegure eso, y quiero saberlo en cuanto lo tenga.

Bosch se limitó a asentir con la cabeza.

—Sí, señor —intervino Billets.

Irving se quedó en silencio, examinando las dos hojas que había sobre su escritorio. Finalmente, cogió la que no había leído —la que Bosch suponía que era la nota de prensa— y le dio la vuelta. La deslizó en una trituradora de papel, que gimió con fuerza mientras destruía el documento. Se volvió entonces hacia su escritorio y cogió el documento que quedaba.

—Agente Medina, puede enviar esto a la prensa.

Le pasó el documento a Medina, quien se levantó para recibirlo. Irving miró su reloj.

—Justo a tiempo para las noticias de las seis —dijo.

—¿Señor? —dijo Medina.

—Sí.

—Eh, ha habido muchas preguntas sobre la información errónea de Channel Four. Deberíamos…

—Diga que va contra la política departamental comentar cualquier investigación interna. También puede añadir que el departamento no aprobará ni aceptará ninguna filtración a los medios. Esto es todo, agente Medina.

Dio la impresión de que Medina quería hacer otra pregunta, pero sabía que no le convenía hacerla. Asintió y salió de la oficina.

Irving hizo un ademán a su ayudante y ésta cerró la puerta del despacho, quedándose en la antesala. El subdirector paseó entonces la mirada de Billets a Edgar y a Bosch.

—Estamos en una situación delicada —dijo—. ¿Tenemos claro cómo estamos procediendo?

—Sí —dijeron Edgar y Billets al unísono.

Bosch no dijo nada. Irving lo miró.

—Detective, ¿tiene algo que decir?

Bosch se lo pensó un instante antes de responder.

—Sólo quería decir que voy a descubrir al que mató a ese chico y voy a meterlo en el agujero. Si es Trent, bien. Perfecto. Pero si no es él, no voy a detenerme.

Irving vio algo en su mesa, algo pequeño, como un pelo u otra partícula casi microscópica. Algo que Bosch no podía ver. Irving lo cogió con dos dedos y lo tiró a la papelera que tenía tras él. Mientras se sacudía los dedos encima de la trituradora, Bosch miró y se preguntó si la exhibición había sido algún tipo de amenaza dirigida contra él.

—No todos los casos se resuelven, detective, no todos los casos son resolubles —dijo—. En algún punto nuestra obligación puede requerir que nos movamos a asuntos más acuciantes.

—¿Me está poniendo una fecha tope?

—No, detective. Estoy diciendo que le entiendo. Y espero que usted me entienda a mí.

—¿Qué va a pasar con Thornton?

—Está bajo investigación interna. No puedo discutir eso con usted ahora.

Bosch sacudió la cabeza, frustrado.

—Tenga cuidado, detective Bosch —dijo Irving de manera cortante—. He mostrado mucha paciencia con usted. En este caso y en otros anteriormente.

—Lo que hizo Thornton jodió este caso. Debería…

—Si es responsable deberá asumir las consecuencias. Pero tenga en cuenta que no estaba operando en el vacío. Necesitaba conocer la información para filtrarla. La investigación está en marcha.

Bosch miró a Irving. El mensaje era claro. Kiz Rider podía caer con Thornton si Bosch no seguía el paso que marcaba Irving.

—¿Me ha entendido, detective?

—Perfectamente.