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Bosch se estaba tomando una cerveza en el porche de atrás, con la puerta corredera abierta para poder oír el disco de Clifford Brown. Casi cincuenta años antes, el trompetista hizo un puñado de grabaciones y luego perdió la vida en un accidente de coche. Bosch pensó en toda la música que se había perdido. Pensó en los huesos jóvenes en el suelo y en lo que se había perdido. Y pensó en sí mismo y en lo que había perdido. El jazz, la cerveza y la melancolía se habían combinado de algún modo en su mente. Estaba nervioso, como si se le estuviera pasando algo que tuviera justo delante. Para un detective era la peor sensación del mundo.

A las once de la noche entró y bajó la música para poder escuchar las noticias de Channel Four. El informe de Judy Surtain fue el tercer reportaje después de la primera pausa. El presentador dijo: «Nuevos acontecimientos en el caso de los huesos de Laurel Canyon. Vamos con Judy Surtain en la escena».

—Mierda —dijo Bosch, porque no le gustó cómo sonaba la presentación.

El programa pasó a una toma en vivo de Surtain en Wonderland Avenue, de pie en la calle, enfrente de la casa de Trent.

«Estoy aquí, en Wonderland Avenue, en la zona de Laurel Canyon, donde hace cuatro días un perro volvió a casa con un hueso del que las autoridades afirman que es humano. El descubrimiento del perro condujo al de más huesos pertenecientes a un menor que los investigadores creen que fue asesinado y después enterrado hace más de veinte años».

El teléfono de Bosch empezó a sonar. El detective lo levantó del brazo de la silla del televisor y contestó.

—Un momento —dijo, y dejó el teléfono a su lado mientras miraba el informe de las noticias.

Surtain dijo: «Esta noche los investigadores encargados del caso han vuelto al barrio para hablar con un residente que vive a menos de cien metros del lugar donde fue enterrado el chico. Ese residente es Nicholas Trent, un decorador de escenarios de Hollywood de cincuenta y siete años».

El programa saltó a una cinta en la que se veía la conversación de Surtain con Bosch. Pero era utilizada como complemento visual mientras Surtain continuaba hablando en off.

«Los investigadores se negaron a hacer comentarios sobre Trent, pero Channel Four ha sabido que…».

Bosch se sentó pesadamente en la silla y se abrazó a sí mismo.

«… Trent fue condenado por abusar de un menor».

En ese momento se subió el volumen de la entrevista de la calle cuando Bosch decía: «Es lo único que puedo decirle».

El siguiente salto fue al vídeo de Trent de pie en su umbral, echando al cámara y cerrando la puerta.

«Trent declinó hacer comentarios sobre su estatus en el caso, pero los vecinos del habitualmente tranquilo barrio expresaron desconcierto al conocer el historial de Trent».

Cuando el informe pasó a una entrevista grabada de un residente que Bosch reconoció como Victor Ulrich, Bosch quitó el volumen con el control remoto de la tele y levantó el teléfono. Era Edgar.

—¿Estás viendo esta mierda? —preguntó.

—Sí.

—Quedamos como la mierda. Parece que se lo hayamos dicho. Usaron tu cita fuera de contexto, Harry. Nos van a joder.

—Bueno, tú no se lo dijiste, ¿no?

—Harry, tú crees que yo le dije a una…

—No, no lo creo. Lo estaba confirmando. No se lo dijiste, ¿verdad?

—Verdad.

—Y yo tampoco. Así que va a ser jodido, pero estamos a salvo.

—Bueno, ¿quién más lo sabía? Dudo que Trent se lo dijera. Ahora un millón de personas saben que es un pederasta.

Bosch se dio cuenta de que las únicas personas que lo sabían eran Kiz, que había conocido el historial en la búsqueda informática, y Julia Brasher, a quien Bosch se lo había contado mientras se excusaba por no haber ido a cenar. De repente tuvo una visión de Surtain en el control policial de Wonderland. Brasher se había prestado voluntaria para ayudar en los dos días que duró la búsqueda y excavación en la colina. Era perfectamente posible que hubiera contactado con Surtain de algún modo. ¿Era ella la fuente de la periodista, de la filtración?

—No tiene que haber habido una filtración —le dijo Bosch a Edgar—. Lo único que necesitaba era el nombre de Trent. Pudo haber pedido a cualquier poli que conozca que buscara sus antecedentes para ella. O pudo haberlo buscado en el cedé de agresores sexuales. Es un registro público. Espera.

Había oído un bip de llamada en espera. Era la teniente Billets. Le dijo que esperara mientras acababa con la otra llamada. Volvió a pulsar.

—Jerry, es Balas. Te vuelvo a llamar.

—Sigo siendo yo —dijo Billets.

—Oh, lo siento. Espera.

Lo intentó otra vez y en esta ocasión cambió de llamada. Le dijo a Edgar que lo llamaría otra vez si Billets decía algo que necesitara saber de inmediato.

—Si no, seguimos con el plan —agregó—. Te veo en Van Nuys a las ocho.

Volvió a cambiar a la llamada de Billets.

—¿Balas? —dijo—. ¿Es así como me llamáis?

—¿Qué?

—Has dicho Balas. Cuando creías que yo era Edgar me has llamado Balas.

—¿Se refiere a ahora mismo?

—Sí, ahora mismo.

—No sé. No sé de qué está hablando. Se refiere a cuando estaba cambiando de llamada para…

—Da igual, no importa. Supongo que has visto Channel Four.

—Sí, lo he visto. Y lo único que puedo decirle es que no he sido yo ni tampoco Edgar. Esa mujer recibió un soplo de que estábamos ahí y nosotros nos fuimos sin hacer comentarios. Cómo ha averiguado esto es…

—Harry, no te fuiste sin hacer comentarios. Te tienen en vídeo, tu boca se mueve y luego dices «es lo único que puedo decir». Si dices «es lo único» significa que les has dicho algo.

Bosch sacudió la cabeza, aunque estaba hablando por teléfono.

—Yo no le di esa mierda. Sólo me enrollé para irme. Le dije que estábamos acabando nuestro peinado de rutina del barrio y que no había hablado antes con Trent.

—¿Era verdad eso?

—En realidad no, pero no iba a decirle que estábamos allí porque abusaba de menores. Mire, ella no sabía nada de Trent cuando estábamos allí. Si lo hubiera sabido, me lo habría preguntado. Lo descubrió después, y no sé cómo. Jerry y yo estábamos hablando de eso ahora.

Hubo un momento de silencio antes de que Billets continuara.

—Bueno, será mejor que lo tengas muy claro mañana porque quiero una explicación por escrito que pueda mandar para arriba. Antes de que emitieran ese reportaje en Channel Four me llamó la capitana LeValley y me dijo que ya había recibido una llamada del subdirector Irving.

—Sí, sí, típico. Bajando por la cadena trófica.

—Mira, sabes que filtrar el historial delictivo de un ciudadano va contra la política del departamento, tanto si ese ciudadano es objeto de una investigación como si no. Espero que tengas una explicación sólida. No hace falta que te diga que hay gente en el departamento que está esperando que cometas un error para clavar sus dientes.

—Uf, no voy a defender la filtración. Fue equivocada y estuvo mal. Pero estoy tratando de resolver un asesinato, teniente, y ahora tengo otro nuevo obstáculo que superar. Y eso es lo que es típico. Siempre hay piedras en el camino.

—Entonces deberías ser más cauto la próxima vez.

—¿Cauto con qué? ¿Qué es lo que he hecho mal? Sigo las pistas allí donde me llevan.

Bosch lamentó de inmediato la explosión de ira y frustración. Billets ciertamente no estaba en la lista de las personas del departamento que esperaban que Bosch se autodestruyera. Ella sólo era el mensajero. En el mismo momento se dio cuenta de que su ira estaba dirigida contra sí mismo porque sabía que Billets tenía razón. Tendría que haberse manejado de otra forma con Surtain.

—Mire, lo siento —dijo en tono bajo y calmado—. Es sólo el caso. Te agarra, ¿sabe?

—Creo que sí —contestó Billets con la misma tranquilidad—. Y hablando del caso, ¿adónde nos lleva? Todo esto con Trent me ha pillado de sorpresa. Pensaba que ibas a mantenerme al corriente.

—Todo ha surgido hoy. Tarde. Iba a informarle por la mañana. No sabía que Channel Four lo haría por mí. Y que también informaría a LeValley y a Irving.

—Olvídate de ellos por el momento. Háblame de Trent.