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Al cabo de una hora, Bosch y Cook salieron de la sala de interrogatorios con una confesión completa y un acuerdo de cooperación de Eugene Lam. Cook anunció que presentaría cargos de inmediato contra el asesino así como contra Robert y Mia Li. El ayudante del fiscal dijo que había pruebas más que suficientes para proceder a la detención de la hermana y el hermano.

Bosch se reunió con Chu, Gandle y otros cuatro detectives en la sala de reuniones para discutir los procedimientos de detención. Ferras aún estaba vigilando a Robert Li, pero Gandle dijo que un detective enviado a la casa de Li en el distrito de Wilshire había informado de que el coche familiar había desaparecido y que parecía que no había nadie en la casa.

—¿Esperamos a que aparezca Mia o detenemos a Robert antes de que empiece a preguntarse por Lam? —preguntó Gandle.

—Creo que hemos de actuar —dijo Bosch—. Ya se estaba preguntando dónde estaba Lam. Si empieza a sospechar, podría huir.

Gandle miró al resto de los reunidos por si había una protesta. No la hubo.

—Vale, entonces vamos de uno en uno —dijo—. Detenemos a Robert en la tienda y luego vamos a buscar a Mia. Quiero a los dos detenidos antes de que termine el día. Harry, llama a tu compañero y confirma la ubicación de Robert. Dile que estamos en camino. Iré contigo y con Chu.

Era inusual que el teniente saliera de la oficina, pero el caso trascendía la rutina. Aparentemente quería estar allí cuando se acercara la detención.

Todos se levantaron y empezaron a abandonar la sala de reuniones. Bosch y Gandle se quedaron atrás. Harry sacó el teléfono y pulsó el número de marcación rápida de Ferras. La última vez que había hablado con él aún estaba en el coche, vigilando Fortune Fine Foods & Liquor desde el otro lado de la calle.

—¿Sabes lo que aún no comprendo, Harry? —preguntó Gandle.

—No, ¿qué no entiendes?

—¿Quién secuestró a tu hija? Lam asegura que no sabía nada de eso, y en este momento no tiene razones para mentir. ¿Aún crees que fue la gente de Chang, aunque ahora sabemos que era inocente del crimen?

Contestaron la llamada de teléfono antes de que Bosch pudiera responder a Gandle.

—Ferras.

—Soy yo —dijo Bosch—. ¿Dónde está Li?

Levantó un dedo a Gandle para que esperara mientras respondía la llamada.

—Está en la tienda —dijo Ferras—. Tenemos que hablar, Harry.

Bosch sabía por la tensión en la voz de su compañero que no era de Robert Li de lo que Ferras quería hablar. Mientras estaba sentado solo en su coche toda la mañana, algo se estaba pudriendo en su cerebro.

—Hablaremos después. Ahora mismo hemos de actuar. Hemos convencido a Lam, y nos lo va a dar todo: a Robert y a su hermana, que también formaba parte de esto. ¿Está ella en la tienda?

—No la he visto. Dejó a la madre, pero luego se fue.

—¿Cuándo fue eso?

—Hace una hora, más o menos.

Gandle, cansado de esperar y con la necesidad de prepararse para unirse a los equipos de detención, se dirigió a su despacho. Bosch se quedó pensando que por el momento estaba a salvo de tener que responder a la pregunta del teniente. Ya sólo tenía que tratar con Ferras.

—Bueno, quédate ahí —dijo—. Y avísame si algo cambia.

—¿Sabes qué, Harry?

—¿Qué, Ignacio? —respondió con impaciencia.

—No me has dado una oportunidad, tío.

Había un tono de lamento en su voz que puso a Bosch nervioso.

—¿Qué oportunidad? ¿De qué estás hablando?

—Estoy hablando de que le hayas dicho al teniente que quieres un nuevo compañero. Deberías haberme dado otra oportunidad. Está intentando trasladarme a Automóviles, ¿sabes? Dijo que yo no soy digno de confianza y que soy el que se ha de ir.

—Mira, Ignacio, han pasado dos años, ¿vale? Te he dado dos años de oportunidades. Pero ahora no es el momento de hablar de eso. Lo comentamos después, ¿eh? Espera, vamos en camino.

—No, espera tú, Harry.

Bosch hizo un momento de pausa.

—¿Qué coño quieres decir?

—Quiero decir que voy a ocuparme de Li.

—Ignacio, escúchame: estás solo. No entres en esa tienda hasta que llegue el equipo de detención, ¿entiendes? ¿Quieres ponerle las esposas? Bien, podrás hacerlo. Pero espera hasta que lleguemos.

—No necesito un equipo ni te necesito a ti, Harry.

Ferras colgó. Bosch le dio al botón de rellamada y empezó a dirigirse hacia la oficina del teniente.

Ferras no contestó y la llamada fue directamente al buzón de voz. Cuando Bosch entró en la oficina de Gandle, el teniente se estaba abotonando la camisa sobre un chaleco antibalas que se había puesto para el viaje de campo.

—Vámonos —dijo Bosch—. Ferras se ha desquiciado.