17

Bosch entró en la sala de interrogatorios y dejó la puerta abierta. Chu estaba a media pregunta, pero se detuvo y levantó la mirada por la intrusión.

—¿No está respondiendo? —preguntó Bosch.

—No dirá una palabra.

—Déjeme intentarlo.

—Ah, claro, Harry.

Se levantó y Bosch se hizo a un lado para que pudiera salir. Le pasó a Bosch la tablilla con portapapeles.

—Buena suerte, Harry.

—Gracias.

Chu salió y cerró la puerta tras de sí. Bosch esperó un momento hasta que estuvo seguro de que se había ido y se movió con rapidez para colocarse detrás de Chang. Le golpeó en la cabeza con el portapapeles y luego lo agarró por el cuello. Su rabia era incontrolable. Apretó con fuerza los brazos en una llave de estrangulamiento que el departamento había prohibido hacía mucho tiempo. Sintió que Chang se tensaba al darse cuenta de que le habían cortado la entrada de aire.

—Muy bien, hijo de puta, la cámara está apagada y la sala, insonorizada. ¿Dónde está? Te mataré aquí mismo si…

Chang se echó atrás en la silla y, al tirar con fuerza, arrancó el perno de anclaje de las esposas. Empujó a Bosch contra la pared de atrás y cayeron juntos al suelo. Bosch mantuvo su llave y apretó aún más. Chang se debatió como un animal, haciendo palanca con los pies en una de las patas de la mesa, fijadas al suelo, y golpeando repetidamente la espalda de Bosch contra el rincón de la sala.

—¿Dónde está? —gritó Bosch.

Chang hacía ruidos ahogados, pero no mostraba ninguna señal de que estuviese perdiendo fuelle. Tenía las muñecas unidas por las esposas, pero aún podía mover los brazos juntos por encima de la cabeza como si empuñara una porra. Iba a por el rostro de Bosch y al mismo tiempo utilizaba el cuerpo para aplastar a Harry en el rincón. Bosch se dio cuenta de que la maniobra de estrangulamiento no iba a funcionar y de que tenía que soltarlo y atacar. Lo hizo y agarró la muñeca de Chang cuando este hacía uno de sus movimientos hacia atrás. Cambió el peso del cuerpo y desvió el golpe a un lado. Los hombros de Chang giraron con el cambio de dirección en el impulso y Bosch logró colocarse encima de él en el suelo. Levantó las dos manos juntas y descargó un golpe de martillo en la nuca de Chang.

—He dicho que dónde está…

—¡Harry!

La voz llegó de detrás de él. Era Chu.

—¡Eh! —gritó Chu hacia la sala de la brigada—. ¡Ayuda!

La distracción permitió a Chang incorporarse y colocar las rodillas debajo del cuerpo. Se impulsó hacia atrás y Bosch salió propulsado contra la pared antes de caer al suelo. Chu saltó sobre la espalda de Chang y forcejeó con él. Se oyeron pasos que corrían y enseguida entraron en la pequeña sala más hombres, que se apilaron sobre Chang y lo inmovilizaron contra el suelo, con la cara apretada en el rincón. Bosch se apartó y trató de recuperar la respiración. Por un momento, todo el mundo se quedó en silencio y la sala se llenó con los sonidos de la respiración de todos los hombres que trataban de recuperar el aliento. Entonces apareció el teniente Gandle en el umbral.

—¿Qué demonios ha pasado?

Se inclinó hacia delante para mirar por el agujero en la parte superior de la mesa. Obviamente el perno no se había reforzado adecuadamente por debajo. Uno de los muchos fallos que sin duda saldrían a relucir en el nuevo edificio.

—No lo sé —dijo Chu—. He vuelto para coger la americana y ya estaba liada.

Todos los ojos de la sala se volvieron hacia Bosch.

—Tienen a mi hija —dijo.