Cierran la puerta de la habitación con la caja, lo revuelven todo, vuelcan mil chismes, rompen otros. El lugar pierde soberbia en unos pocos minutos. Eso tranquiliza a Nadine, que declara:
—Todo puta fachada: tres patadas, dos meneos y asunto concluido.
Ponen en fila las botellas de alcohol fuerte en la mesita, saquean el congelador y se disputan el mando a distancia.
Discurren largo y tendido sobre el caso del arquitecto. Manu acaba preguntando:
—Te morías de ganas de que te follara, ¿no?
—Sí. Se me retorcía de dolor todo el vientre.
—Podías haberlo intentado sin problemas, tenía las neuronas bastante agitadas para encontrarlo adecuado. Ese tipo estaba tocado, francamente tocado… ¿En serio que te planteaste no matarlo?
—No lo sé seguro. Tal vez.
—¿Lo lamentas?
—En absoluto. Al contrario, ¿cómo se te ocurre dudar de mí? ¿Tú qué hubieras dicho de haberte pedido que no le hiciéramos daño?
—Habría callado. No estoy tan sedienta de sangre como para contrariar tu libido… Desde cierto punto de vista, me hubiera disgustado, no es que quiera entonar mi estrofa marxista, pero no me parecería moral perdonarle la vida al único burgués de verdad con que nos hemos topado.
—Me encantaba cómo me hablaba. Muy de salón.
—No dejas de ser la más vil de entre todas las cerdas del cuchitril. Siempre dispuesta a revolearte a la primera señal de afecto que se dignen a manifestarte, especialmente cuando proviene de los poderosos. Había que cagarle encima a ese chalado, cagarle encima. O mearle encima, total…
—Puede ser… Finalmente, me ha gustado ver el color de su sangre.
Siempre que ha comido demasiado, Nadine se tumba de espaldas y espera a que se le pase el dolor de barriga. Manu se da una vuelta por el water, se fuerza a vomitar y empieza a comer de nuevo. La pequeña resume:
—Mañana vamos a ver a Fátima. Y luego nos largamos. Alucino. Todo saldrá según lo previsto.
—No deja de ser extraño, finalmente, es algo irreal. Nuestra última noche.
—Bastará con un pasito palante.
Cuando Manu está demasiado colgada para hablar, Nadine pone el volumen a tope. Considerando las medidas del jardín, los vecinos no irán a quejarse del ruido. Delante de la cadena, se contonea y canta a grito pelado:
Too many troubles on my mind. Refuse to loose.[26]
Se mira al espejo, se encuentra hermosa. Es la primera vez que lo piensa al verse. Ahora es cierto, porque no hay nadie más para opinar. Ya no tiene por qué preguntarse qué le parecería al vecino de enfrente. A todos los vecinos de enfrente hace tiempo que los ha borrado del mapa.
Estirada bocabajo delante de la tele, le da a un vídeo porno encontrado entre una peli de Buñuel y otra de Godard. Sube el volumen a tope, así puede oír tele y cinta al mismo tiempo.
Acerca un sillón a la pantalla de ángulos rectos. Dos chicas, una morena y una rubia, se la chupan a un tío. La rubia se pone manos al asunto y trabaja con frenesí. Ni modo que la morena eche un solo lengüetazo. Total, que se manosea las tetas de rodillas a su lado.
Manu se sobrepone lentamente, alarga la mano hacia Nadine en busca de la botella de whisky. Acerca el sillón al lado de la otra. Exclama:
—Una fanática del cipote, esa rubia; no quisiera estar en el lugar de la otra, pura comparsa.
Se quita los pantalones, se pone cómoda. Se acaricia con la palma de la mano por encima de las bragas, una masturbación desconfiada, la peli no la convence del todo.
Luego las dos chicas se ponen a cuatro patas la una al lado de la otra y el tipo se las folla alternativamente.
Nadine está de rodillas en el sillón, con la mano entre los muslos. Mira la tele, luego a Manu, dobla la cabeza hacia atrás.
What you do when you want to get thru. What you do when you just can’t take it. What you do when you just can’t fake it anymore.
Botellas vacías cuidadosamente alineadas alrededor de la mesita. Demasiado cuelgue para pronunciar palabra, las dos viajan en su apartado y se pajean concentradas. En la pantalla, el trío se menea y hace mucho estrépito. Se duermen antes de que termine el filme, mecidas por el alboroto, atontadas por el alcohol.