En las paredes del garaje, las estanterías están atiborradas de motores, radios, cámaras fotográficas, vídeos… Dos cajas de guitarras y un amplificador están arrinconados cerca de un escúter, de una mountain bike y de una moto parcialmente desmantelada. Echados los cerrojos, Fátima se humaniza sensiblemente.
Le explica a Manu:
—Es mi hermanito. Como tenemos sitio, se dedica a colocar mercancía.
La pequeña mira en derredor; de hecho, los aparatos van clasificados por género, hay una zona audio, una zona sonido, un rincón para ruedas. Le da al papel de entendida atónita:
—Joder, ¡es un auténtico jefe de almacén, tu hermanito!
La réplica percute a la manera de un «¡Abrete Sésamo!», Fátima lanza una risita corta y grave, visiblemente contenta de que reconozcan los talentos organizativos del hermanito. Explica.
—Es un tío listo. Y además, no lo hará mucho tiempo, no esperará a tener líos para cambiar de sector. Por el momento nos funciona; además, de paso recogemos lo que haya. No nos falta de nada. Es mientras tanto.
—¿Mientras qué? ¿Es que pensáis dar el golpe del siglo y largaros a Australia?
Fátima no nota ninguna ironía en la pregunta. Prosigue:
—Vamos a Los Angeles. Te cogen en cuanto te despistas. Si sigues demasiado tiempo en el mismo negocio. O si te pasas de listo. Hay que marcarse una meta alcanzable y atenerse a ella. Mientras tanto, hay que cerrar el pico y mantener los ojos abiertos. Pillar la buena oportunidad y luego ciao, empiezas de nuevo en otra parte. Haces crecer el capital, te dedicas al trapicheo legal. Total, disfrutas de la vida…
Como a ella no le presta atención, Nadine puede observarla a gusto. Son cosas que ha oído mil veces, pequeños truhanes exponiendo teorías implacables. Y, cada vez, hubiera apostado que ese mismo año se encontraría con sus amiguitos en chirona. Pero Fátima deja poco margen a la duda. Puede repetir una réplica oída cien veces, tiene el tono justo y preciso para todas las versiones. La clase del personaje. Sin embargo, Manu se permite una sombra de duda:
—Sin querer molestarte, no parecías andar con mucho cuidado cuando te encontramos.
—Precisamente. Quise meterme de nuevo sin reflexionar demasiado. Y como el cielo me concede una segunda oportunidad, en el futuro haré funcionar mejor la cabeza.
—¿Por qué te habían parado?
—Llevaba mierda encima, una simple chinita. Esos hijos de puta no tenían ningún derecho a registrarme… Acabo de salir, volvía directo. ¿Has estado en la cárcel?
—No.
—Desde que salí, me comporto bien, modosita y todo. Busco trabajo en serio, no salgo, me aparto de las amistades de antes. Es la primera vez que quería vender algo para solucionar problemas urgentes. Que mi hermano no tenga que ocuparse siempre de todo. Qué asco cuando me pillaron. Se me había escapado el último bus, caminaba tranquilamente por la carretera. Se detuvieron, documentación y todo lo demás. No quería que me registraran, a mí, esos tíos no me lo pueden hacer. Dijeron que me detenían, hubo follón. Cuando el otro imbécil encontró la mierda, le di con la cabeza y entonces llegasteis. En el momento preciso. Nadine rezonga discretamente al oído de la pequeña: —Con el tiempo que hace que querías servir una causa… Empieza a sentir celos porque Fátima ni la ha mirado. Manu le golpea suavemente el hombro:
—¿No pensarás hacer el número porque estás de mirona? Te enchufas los Walkman mientras hablan los mayores.
Se burla con sorna y mantiene la mano en su hombro. Nadine pasa primero hacia la escalera por donde Fátima ha desaparecido. Arman un buen follón mientras suben, revientan de risa, como mocosas en el baño de un party.