ONCE

El viaje en tren es interminable y el hotel fácil de encontrar. En la recepción pide por monsieur Pajet. El italiano sin afeitar le da el número de la habitación y añade:

—El señor no ha encargado una habitación doble…

—No me quedo a dormir, sólo vengo para hacerle la mamada de la noche.

Llama, Francis tarda en abrir. Dormía.

De tantas vueltas que da por la habitación, la ve más pequeña. Se masajea la nuca. Le cuesta concentrarse.

—Es increíble lo bien que duermo ahora que estoy metido en follones.

Ella se sienta en la cama, espera pacientemente que sea capaz de conversar. Abre sus Walkman para cambiar las pilas. El dice:

—Las cosas no van muy finas. A decir verdad, ni sé qué hacer. Tengo ideas, tenemos que hablar. Quiero que me aconsejes.

—Tienes buen aspecto.

—Me como el coco, diría yo… No, duermo como un bebé. No hago otra cosa, te lo he dicho. Ahora bien, soy el primer sorprendido.

Tiene una sonrisa extraña, una mueca de sonrisa. Luego reanuda:

—Lo más urgente es ir a pillar speed para ver las cosas más claras y dejar de dormir. Algo rápido y eficaz, tengo un montón de cosas que contarte.

Ella está de acuerdo, él le pasa la fotocopia de una receta en blanco.

—¿Lo haces tú, por favor?

Está convencido que ella tiene letra de médico. Así se entera de lo que está tomando. Como de casualidad. Hubiera tenido que negarse al principio y rehusar meterse en eso. Ahora es un poco tarde para echarse atrás.

—Pones arriba a la derecha…

Ella le interrumpe:

—Ya sé de qué va, ya me apaño sólita.

Mientras escribe, pregunta:

—¿Cuándo ocurrió exactamente?

—Anteayer por la noche. Una semana de locos. Ni te imaginas todo lo que ha pasado en esta historia, te lo contaré todo desde el principio para que lo entiendas bien.

—No tenemos todo el tiempo del mundo.

Una vez lanzado es imparable. Digresiones incesantes. Tiene las ideas demasiado rápidas y dispersas. Sacude la cabeza:

—No, no, quiero ser breve y conciso; te lo voy a explicar con precisión, es importante. Sería una putada que te enrollaras en esta mierda por mi culpa. Solo se trata de que le entregues esto a Noëlle.

Tira sobre la mesa un pasaporte y un sobre marrón.

—Me había citado con ella el sábado 13 de junio en el bar de la estación de Nancy. A las 5. Si no está, al día siguiente a la misma hora y en el mismo lugar. Cruza las fronteras en bici y cuenta conmigo. Es súper importante.

Lo mismo con sus asuntos: las cosas tienen la importancia que uno les da. Tiene un sentido personal de los valores y de los deberes, pero muy preciso. Noëlle ya tiene bastante, pero él decidió que era importante. Su problema.

Nadine firma la receta. Debería contarle a Francis cómo están sus cosas. Eso podría afectar al diálogo. Se lo explicará más tarde.

Él dice:

—Ahora mismo bajo a la farmacia.

Y antes de salir:

—Gracias por haber venido, me alegra verte. Poder hablar con alguien me ayudará a verlo todo más claro.

—Parece que al tipo de la recepción no le gusta que me quede a dormir aquí.

—Ya me ocuparé de eso. ¿Has visto? Hay una farmacia de guardia en frente mismo del hotel.

—Ya la he visto. No me sorprende nada, eres de los que saben elegir hotel.

Él se sonríe y parte. Ella se tiende en la cama.

Ella también está contenta de verlo, y de improviso se pregunta si no estranguló a Séverine nada más que para estar con él.

Ahora se siente atada a él, inexorablemente.

Je sais qu’à la fin je resterai seule avec vous. Et j’attends ce moment.[7]

Podría haber comprado bebida.

Tarda en volver, y eso que la farmacia está ahí mismo. El speed le vendrá fenomenal, está reventada.

Tarda demasiado. Ella reúne sus cosas, coge el sobre y el pasaporte; más tarde, le sorprenderá haberse acordado.

Seguro que se está comiendo el coco con el recepcionista. Es capaz de convencerle de que no solo no hay que pagar ningún suplemento, sino que por el mismo precio debería darles una suite.

Abajo no está, la recepción está vacía y la puerta abierta de par en par. En el umbral, lo ve salir de la farmacia retrocediendo y sin tocar el suelo. Detonación ensordecedora. La cabeza vuela hecha añicos por el aire, un chorro inmenso y oscuro en la noche. Una bala en la cabeza.

Se encienden luces en las ventanas y alguien corre hacia el cadáver. Ella sale camino de la estación, sin pensar. Es tremendo cómo se le remueven las tripas por dentro. Las piernas tampoco aguantan. El miedo se materializa y rebota por dentro. Es una caja de resonancia, la ida y vuelta del eco se amplifica en efecto Larsen. Piensa: «No pasan trenes a estas horas». Es lo único que se le ocurre. Como una de esas canciones estúpidas que empiezas a canturrear y no consigues sacarte de encima. «No pasan trenes a estas horas». Se queda inmóvil ante la reja. «Ningún tren, es demasiado tarde».