Al despertar me estaba sacudiendo un hombre.

—¡Beba! —decía—. ¡Beba rápido!

No sabía qué pasaba, ni tenía fuerzas para resistir. Él me abrió la boca, y me obligó a tomar un líquido que me quemaba por dentro. Vi que estaba en mangas de camisa, y que yo tenía puesto su abrigo.

—¡Beba más! —insistía.

Yo no sabía qué pasaba; pero obedecí. Después volví a cerrar los ojos.