Estamos en silencio, y eso es una señal. Por primera vez estamos en silencio, aunque sólo ahora me he dado cuenta, cuando él se ha levantado para buscar otra botella de vino.

Estamos en silencio. Oigo el ruido de sus pasos mientras regresa a la fuente donde estamos juntos desde hace más de una hora, bebiendo y mirando la niebla.

Por primera vez estamos en silencio de verdad. No es el silencio incómodo del coche, cuando viajábamos de Madrid a Bilbao. No es el silencio de mi corazón asustado, cuando estábamos en la capilla cerca de San Martín de Unx.

Es un silencio que habla. Un silencio que me dice que ya no necesitamos seguir explicándonos cosas el uno al otro.

Sus pasos han cesado. Me está mirando, y debe de ser bonito lo que ve: una mujer sentada en el borde de una fuente, en una noche de niebla, a la luz de un farol.

Las casas medievales, la iglesia del siglo XI y el silencio.