Tres semanas más tarde se detenían en Baroda, la capital del estado del gicowar, el más rico y espléndido príncipe de la India Occidental.
Su entrada fue realmente triunfal, porque el monarca, advertido por Bandhara, que precediera a su amo en un veloz caballo había enviado a recibir al elefante por gran número de sus súbditos.
La noticia que Indri regresaba con el Koh-i-noor se esparció rápidamente por la ciudad y toda la población, que siempre había amado al generoso ministro del gicowar se lanzó al paso de la escolta, envolviéndola como una marea humana.
Apenas llegados al palacio real, Indri y Toby sostuvieron una larga conversación con el gicowar, para demostrarle la traición infame urdida por su primer ministro junto a Dhundia y los dacoitas del Bundelkand.
—Te haré justicia —dijo el monarca abrazando a su ministro.
El mismo día Dhundia fue ejecutado por el elefante, verdugo del príncipe, y Parvati sentenciado a destierro, con la amenaza de sufrir la misma suerte en caso de atreverse a regresar. Indri a su vez fue elevado al cargo de primer ministro.
¿Y Toby Ramal? El valiente cazador se despidió de sus amigos, llevando consigo al pequeño Sadras, a quien adoptó como hijo.
—Algún día regresaré —dijo a Indri antes de dejarlo—, pero mi sitio no está aquí… Aun me falta vengar a mi mujer y los tigres no aman las ciudades.
La Montaña de Luz no pudo permanecer mucho tiempo en el templo de Siva en Baroda. Tras numerosas circunstancias que sería inútil narrar, pasó a manos de los ingleses y actualmente brilla en la corona imperial de Inglaterra.
FIN