Konarak señaló con un sutil gesto de la cabeza las cámaras que les observaban desde las cuatro esquinas de la habitación que los Imperiales habían asignado a los hombres de la Utsarpini.
En silencio, se dirigió hacia uno de los puntos ciegos bajo una de las cámaras. Gwalior le siguió.
El infante de marina garrapateó rápidamente sobre una cuartilla, y se la pasó a Gwalior.
El mensaje decía:
Mi comandante, estamos aquí en misión de combate. Nuestras órdenes vienen directamente del Comandante. Los infantes, Ozman y Chanakesar están cumpliendo en estos momentos los planes perfilados. Le transmito las órdenes del Comandante de que usted, y el resto de los marinos aquí presentes, se mantengan al margen.
Gwalior asintió. Dobló cuidadosamente el papel, lo dejó sobre uno de los ceniceros de pie, y lo quemó aplicándole la llama de su mechero. A continuación se encendió un cigarro, y se sentó tranquilamente junto a Jonás.
Chanakesar entró en esos momentos. Con la misma actitud silenciosa de Konarak tomó uno de los maletines de instrumentos de biología, y se dirigió a otro de los puntos ciegos.
A pesar de las miradas reprobatorias de Gwalior, Jonás se levantó, y se acercó a observar las acciones del infante.
Este había abierto el maletín sobre una silla, sacó uno de los microscopios ópticos que contenía, y desmontó su píe. Encendió un mechero de alcohol, y colocó la base ahorquillada del microscopio sobre la llama. El metal empezó rápidamente a deformarse.
Jonás había observado atónito esta operación, hasta que súbitamente lo comprendió todo.
¡Metales con memoria de forma! Había oído hablar de ellos, pero por lo que sabía era uno de los secretos militares mejor guardados: Se forjaba una pieza en una determinada aleación, a alta temperatura. Acto seguido se la dejaba enfriar, y se sometía a deformación mecánica, hasta que el resultado no guardara ninguna semejanza con la pieza original.
El objeto permanecería así hasta que alguien le aplicara calor. Entonces, al alcanzar la temperatura crítica, el metal recuperaría la forma original en la que fue forjado.
Lo que el infante tenía ahora en sus manos había perdido toda su semejanza con un pie de microscopio. Tras unos minutos mas de trabajo, Jonás comprobó que aquel hombre había construido ante sus ojos, con ése y otros elementos, una pequeña ballesta del tamaño de una pistola. Varias agujas de disección, tras añadirles sendas plumas improvisadas con papel de filtro, se convirtieron en cortos pero efectivos dardos.
Pero no había terminado su trabajo. Desmontó uno de los oculares, y extrajo de su interior una espesa materia arcillosa. ¡Explosivos! Poco a poco fue añadiendo más de aquel material grisáceo que salía de los más insólitos lugares hasta que formó una bola de aproximadamente medio kilo de peso.
Jonás se volvió, furioso, hacía Gwalior. Una vez más le habían puesto en peligro. Habían desafiado las órdenes de los imperiales, y además utilizando su material para ello. Si los guardias de la Vijaya hubieran descubierto todo aquello, él hubiera sido el primero en ser fusilado.
Abrió la boca para protestar indignado, pero Gwalior le hizo callar aplicando su dedo índice a sus labios, mientras le dirigía una mirada asesina.
Mientras tanto, el infante había abierto una lata de cerveza de una conocida marca imperial, la había vaciado de su contenido, e introducía cuidadosamente pegotes de la masa explosiva mezclados con los más heterogéneos objetos metálicos: tuercas y arandelas del desmontado microscopio, y tornillos de acero provenientes del respaldo de una de las sillas de la sala.
Para completar el conjunto pidió a Gwalior su mechero, y tras desmontar el mecanismo piezoeléctrico de éste, lo clavó en la masa de explosivo.
Al ver esto, Jonás se apartó prudentemente al extremo opuesto de la habitación.
Konarak le pasó otra nota a Gwalior.
Mi comandante, dentro de unas seis horas tendrá que ponerse en contacto con Jai Shing, y concertar una entrevista con él. Pídale que nos reciba para tratar el primer tema que se le ocurra.
Gwalior asintió comprendiendo lo que los infantes de marina se proponían. Se dirigió hacia el intercomunicador.