La sala de juntas estaba ahora prácticamente llena.
Por parte de la Utsarpini se sentaban tras las terminales: Jonás Chandragupta, el comandante Gwalior, Hari Pramantha, y tres infantes de marina con el uniforme de marinero. Por parte del Imperio, encabezaba la mesa Jai Shing, y le rodeaban la bióloga Lilith, su ayudante, el físico Dohin, y los ayudantes de éste.
Al entrar Jonás buscó entre ellos el rostro de Yusuf, sin encontrarlo. Sin duda el exobiólogo seguía dando muestras de su desinterés por todo aquello. Se lo imaginó en la colmena destripando a algún pobre colmenero.
—La base de la herencia química de los juggernauts —empezó Lilith— es similar a la nuestra, con algunas diferencias. En los humanos, y en el resto de las criaturas que conocemos aparentemente emparentadas con nosotros, la base es el ácido desoxiribonucleico, una molécula muy larga formadas por otras menores unidas en cadena; cada una de éstas es un nucleótido, formado por tres moléculas: un azúcar de cinco carbonos, ácido fosfórico, y una base nitro…
—Si, ya sé —intervino Hari—. Hay cuatro bases: adenina, tiamina, guanina, citosina. El ADN se puede representar como una cabeza de bases, ordenadas del mismo modo que las letras del alfabeto, también ordenadas, forman palabras y frases. En una ocasión escuché este símil a un predicador de Visloka: «La caligrafía de Dios», le llamaba.
—Sí… Bueno, volviendo a los juggernauts: La diferencia es el azúcar de cinco carbonos, la pentosa. La pentosa no es la ribosa o la 2-desoxi-ribosa, como la de nuestro organismo, sino la xilosa o la desoxi-xilosa. Lo llamamos ADXN. Pero esto es un detalle. Las bases son también distintas: son la 2-metil-adenina, la guanina, la 5-metil-citosina, el 5-hidroxi-metil-uracilo. En realidad, importa poco cuáles sean. El caso es que el código genético es parecido al nuestro, en sentido general. ¿Lo ves?
—Hmm, sí. Del mismo modo que algunos alfabetos son distintos pero se basan en el mismo principio. Continúa, por favor.
—Creo que es mejor que esto lo cuente Jonás. Al fin y al cabo es a él a quien debemos la resolución de todo este misterio.
Jonás le hizo una seña de agradecimiento a Lilith por cederle la palabra, y empezó:
—Cuando vi los análisis que hizo Lilith del ADXN, noté un detalle extraño. Los cintamanis contienen otra base en lugar de la 2-metil-adenina. Esta nueva base es la hipoxantina… esto ya era bastante extraño. Pero un análisis más detallado nos mostró una situación más compleja. El ADXN de los juggernauts contenía regiones con hipoxantina en lugar de 2-metil-adenina, aunque la norma es que haya hipoxantina.
—Repite eso más despacio. —Y Jonás lo repitió—. Bueno, ya entiendo. Prosigue, te lo ruego.
—Entonces empezó a darme vueltas la cabeza… y además estaba el problema de que Lilith no pudo infectar a un juggernaut sano con los cintamanis extraídos del otro… Y el sistema que empleaste fue intachable… ¿Dónde estaba el error?
—¿Dónde? —preguntó el eunuco ansiosamente.
—Nos has dejado como unos perfectos tontos —dijo Lilith—. Te pido disculpas.
—No, no. Vuestro problema era precisamente que estáis demasiado avanzados tecnológicamente. Los campos de saber son demasiado amplios, y esto requiere de la especialización. Mi caso es distinto, en la Utsarpini un biólogo puede tener nociones de física, de química o de matemáticas sin que esto represente un trabajo excesivo, pues nuestros conocimientos de todas estas materias son más superficiales que los vuestros.
—Sin embargo, esto representa una ventaja frente a nosotros. Veis la superficie, pero vuestra vista alcanza hasta más lejos…
—Exacto. Por lo que sin tu excelente labor en tu campo en particular, yo no hubiera llegado muy lejos. En la Utsarpini no conocemos sistemas de análisis tan sutiles…
Jai Shing les interrumpió.
—Bueno —dijo ácidamente—, ¿podéis dejar las alabanzas mutuas para otro momento, y explicarme cómo vamos a detener la plaga de cintamanis? ¿Debo entender que sabéis por fin de dónde vienen?
—Es muy sencillo. Los cintamanis se originaron en los juggernauts… las regiones H… las regiones con hipoxantina, me refiero… ¡No son otra cosa que genes de cintamani intercalados en los genes del juggernaut!
Saboreó la sorpresa. El eunuco no dijo nada, pero el silencio que siguió a las palabras de Jonás fue muy significativo.
—Pero… ¿cómo llegan hasta allí?
—Mediante la infección ordinaria —afirmó Lilith—. Estaba equivocada… Yo creía que los cintamanis invadían a un juggernaut, lo devoraban y luego, reproducidos por millares de millones, podrían invadir otro. Pero la situación resulta ser más compleja. El cintamani invade al juggernaut, pero, en lugar de devorarlo, incorpora su ADXN al ADXN del juggernaut. Ese es el origen de las regiones H.
—Parece una locura.
—Oh, no. Tiene una lógica. Para el cintamani es más ventajoso. De este modo puede reproducirse cada vez que el juggernaut huésped se reproduce. Esto es más lento, pero más económico que el ciclo completo de infección, muerte del juggernaut, y nueva infección. Así evita el problema de encontrar nuevo huésped, que en el espacio interestelar no debe de ser tarea fácil. Además, ¿recuerda los casos de cruce de ADXN entre juggernauts? ¿La asombrosa capacidad evolutiva de éstos, a pesar de reproducirse asexualmente?
—¿Los cintamanis?
—Los cintamanis.
—No son parásitos… Son simbiontes —comprendió de pronto Hari.
—Más que eso. Se han adaptado tan perfectamente a los juggernauts que han entrado a formar parte de ellos. Nosotros mismos llevamos en nuestras células un ejemplo de algo similar: las mitocondrias. Se cree que originariamente fueron bacterias parásitas que acabaron por fusionarse a su huésped, y colaborando con él. Aunque aun hoy la fusión no es total, pues las mitocondrias poseen su propio ADN, independiente del ADN de las células de nuestro organismo. En el caso de los cintamanis es como… sí, como la parte viajera de su sistema reproductor. Algo ideal en el espacio. Pueden dividir su información genética en millones de cápsulas, que recorren grandes distancias hasta comunicarlas a otro juggernaut. Los cintamanis transmiten de esta forma sus mejoras genéticas, y el superhostil medio espacial se encarga de realizar la selección natural.
—Pero los cintamanis devoran a sus huéspedes. Nuestras mitocondrias no nos atacan a nosotros.
—Por supuesto. Imagine esto: el juggernaut muere. Por cualquier causa; son inmortales, pero no indestructibles. ¿Qué diablos hacen allí los cintamanis? Les conviene largarse cuanto antes. ¿Cuál es su única fuente de energía?, la que les permitirá crecer y guardar reservas calóricas para el largo viaje que les aguarda? Los propios tejidos del hospedador. Los genes inactivos vuelven a vivir, se forman cintamanis activos, devoran al hospedador e infectan otro nuevo, que no lleve genes de cintamani… No devoran a su huésped más de lo que un embrión humano devora a su madre.
—O nuestras propias bacterias intestinales, que tras habernos servido durante toda la vida, a nuestra muerte, inician la putrefacción a partir del intestino. Para, tarde o temprano pasar al aire donde colonizar a otro ser humano, al que le servirá, durante la digestión.
—Muy bien. Es un símil perfecto —corroboró Jonás.
—Un momento —dijo Hari—: ¿De dónde evolucionaron los cintamanis?
—¿Qué quieres decir?
—Sí. Si los cintamanis fueron los que hicieron posible la evolución, eso quiere decir que antes de ellos ésta no se producía entre los juggernauts. ¿No? ¿Queréis decir que fueron diseñados por los creadores de los juggernauts? ¿Para qué producir una criatura que haría evolucionar a los juggernauts descontroladamente?
—Desde mi punto de vista —dijo Lilith—, los cintamanis son una mutación casual, y aislada, de algún órgano del juggernaut. El que no exista cruce genético no quiere decir que la evolución se haya detenido, simplemente discurre más lenta. El primer juggernaut que produjo cintamanis se aseguró con ello la supervivencia de sus genes, y por lo tanto no tardó en imponerse a los demás.
—También es posible —añadió Jonás— que los cintamanis fueran diseñados exactamente igual que los juggernauts. ¿Para qué? Si la función de los juggernauts era la de constituir un rebaño que cruzara el vacío intergaláctico, a sus constructores les interesaba el cruce genético como único medio para asegurar las mejoras que fueran surgiendo, y su capacidad de adaptación a un nuevo medio ambiente, como era Akasa-puspa, no se perdieran.
—Perdonadme —dijo una voz infantil—, todo lo que decís es terriblemente interesante, pero yo aún no he escuchado la solución al caso que nos ocupa…
Todos se volvieron hacia el eunuco.
—¿A qué se refiere?
—¿Sabéis o no cómo detener la destrucción de rickshaws?
Jonás carraspeó.
—Yo creo que tengo una idea al respecto.
—Magnífico. ¿De qué se trata? —preguntó Jai Shing burlonamente.
—Los cintamanis sólo pueden activarse tras la muerte del juggernaut. Lo que demuestra que éstos no son inmortales como muchos piensan. Probablemente vivan mil o dos mil años, pero al final, ya sea por envejecimiento, o por accidente, mueren. ¿Qué le indica al cintamani que su anfitrión ya ha muerto, y que puede empezar a reproducirse?
—¿Qué?
—No lo sé. Pero tengo una idea de cómo averiguarlo. Capturemos otro juggernaut. Analicemos su química orgánica cuando aún está vivo, lo matamos, y sometámosle al mismo análisis después de muerto. Las diferencias al comparar los dos análisis nos mostrarán los cambios en su química que disparan la producción de cintamanis.
—¿Y…?
—Es muy sencillo. Una vez tengamos la sustancia que inhibe la producción de cintamanis, no tendremos más que espolvorearla por el interior de los rickshaws. Podríamos acelerar contenedores llenos de un gas con esa sustancia X, y que una vez en el interior del rickshaw lo liberaran.
—Es una buena idea, pero hay un problema —intervino el ayudante de Lilith.
—¿De qué se trata?
—No sabemos cómo conseguir otro juggernaut. Hemos estado rastreando la zona con los radares de la Vijaya, sin resultado alguno.
—Tal vez, en este tema —dijo Hari— pueda ayudaros. Le eché un vistazo a los datos sobre los avistamientos de juggernauts, cuando Jonás me pidió que los recuperara del ordenador… —Se detuvo un momento, como si ordenara mentalmente sus ideas—. Estoy seguro de que advertí una cierta relación entre todos los casos. No puedo explicaros de qué se trataba, pero estoy acostumbrado a tratar con ordenadores, y allí había una relación.
—Bien, en ese caso nos pondremos todos manos a la obra —dijo Jai Shing—. Lilith, ¿quién es el mejor técnico en ordenadores de que disponemos?
Lilith meditó un momento.
—Ban Cha. El analista de la Vijaya.
—Estupendo, le avisaremos. Reverendo, ¿cuento con su ayuda?
—Por supuesto.
—En ese caso, ya no hay más que hablar. Esperaremos resultados, y a ver si se aclara finalmente todo este asunto.