CINCO

Lilith había establecido su laboratorio en una sala cilíndrica que, en caso necesario, giraría sobre su eje independientemente del resto. La mayor parte de sus aparatos necesitaban gravedad para funcionar, y era más seguro para los diferentes reactivos y líquidos que debía utilizar. Jonás conocía formas más agradables de morir que respirar glóbulos flotantes de ácido sulfúrico.

La científico se mostró distante con él, pero dispuesta a colaborar. Al parecer, el eunuco la había instruido para que actuara de esta forma.

Antes que nada, Jonás preguntó por la estructura del ácido nucleico de los juggernauts.

La científico habló un momento con su ayudante, y los dedos de éste volaron rápidamente sobre el teclado de la terminal del ordenador.

El ayudante iba vestido con un diminuto taparrabos, pero no parecía desnudo; su cuerpo estaba totalmente cubierto por un complicado dibujo. Peces geométricos trepaban por sus piernas para ir transformándose lentamente en lagartos a la altura de la cintura, y éstos en pequeños mamíferos como musarañas cuando alcanzaban el cuello.

Jonás había creído captar entre los dos científicos algo más que una relación puramente profesional. Se encogió de hombros; aquello no era asunto suyo. Se concentró en la terminal.

Por lo que Jonás pudo averiguar, aquella terminal estaba directamente conectada con el banco de datos de la nave de fusión. En un instante, Jonás tuvo en sus manos un resumen de todos los análisis genéticos realizados a los juggernauts hasta el momento. Jonás recordó la lentitud e ineficacia del ordenador de la Vajra y no pudo por menos de admirar la avanzada tecnología imperial.

La base de la herencia eran los ácidos nucleicos, como sucedía en la vida bhutani. Pero los componentes eran distintos. El azúcar que los formaba no era ribosa sino xilosa.

Ácido desoxixilonucleico y ácido xilonucleico. ADXN y AXN.

Las bases nitrogenadas no eran tampoco las mismas: 2-metil-adenina, guanina, 5-metil-citosina, 5-hidroxi-metil-uracilo e hipoxantina.

¿Qué podría hacer él allí que no hubieran realizado ya los imperiales con medios mucho mejores?

—Además —continuó Lilith—, hemos detectado indicios de que ha existido un cruce genético entre los juggernauts.

—¿Cruce genético? ¿Cómo es posible? Los juggernauts se reproducen por gemación.

—Misterio.

Bueno —pensó—, al menos no lo saben todo.

—Siete meses estándar atrás habíamos logrado interceptar el rickshaw, y desacelerarlo, a costa de un tremendo gasto de combustible…

Lilith describió con detalle las condiciones en las que encontraron el rickshaw. Toda la materia orgánica disuelta… incluso el vidrio fue atacado, por no decir el metal.

—¿No os aclararon nada los restos? ¿No encontrasteis ninguna pista?

Lilith sonrió

—Encontramos esto…

Se había puesto unos guantes y extraía de un contenedor un objeto que había estado sumergido hasta entonces en nitrógeno líquido.

De forma aproximada a la de una botella de vino, y de unos quince centímetros de largo, estaba todo él teselado por caras triangulares, como un icosaedro aplastado longitudinalmente. El objeto tenía un brillo cerúleo y era blanco. En torno al cuello se enrollaba un hilo molecular de longitud aparentemente infinita.

Jonás lo observó fascinado.

—¿Qué es eso?

—Se trata de nuestro misterioso destructor. O al menos lo sospechamos. Creemos que es una espora o una cápsula.

—¿Puedo cogerlo?

—Toma —dijo alargándole un par de guantes—. Póntelos, está muy frío.

No era muy pesado. Jonás preguntó por la composición y no le sorprendió oír el eterno cuarteto carbono-hidrógeno-oxígeno-nitrógeno.

—El caparazón es proteínico, con zonas de fosfolípido entre las capas interna y externa —recitaba Lilith con casi insultante eficiencia—. Las proteínas tienen un alto porcentaje de aminoácidos cargados, aspártico, glutámico y muchos más. El interior es una masa indiferenciada, una especie de gelatina sólida. No nos fue muy difícil relacionarlo con los juggernauts. Su ADXN es similar. Bueno, con algunas diferencias…

—¿Diferencias?

—Por ejemplo, que carecen de 2-metil-adenina… Pero, de una forma u otra, esta cosa proviene del mismo lugar de donde vinieron los juggernauts.

—¿Por qué estáis tan seguros?

—Logramos localizar uno de estos animales tras ponernos en comunicación con varias Colmenas de la zona. Cuando los colmeneros lo interceptaron, no quedaba mucho de él, el caparazón sobre el que ellos habían establecido su base de operaciones, algunos pingajos de carne… y millones de esas cosas.

—¡Parásitos! —exclamó Jonás, comprendiendo de pronto—. O depredadores que se alimentan de los juggernauts…

—… Y que son incapaces de distinguir un juggernaut de un rickshaw —completó Lilith.

—¿Fue entonces cuando nos informasteis de vuestro cambio de posición?

—Exacto.

Jonás recordó su primera impresión de incredulidad cuando recibió la confirmación de que los rickshaws habían sido atacados por criaturas vivas. Ahora todo parecía más claro, aunque resultase en cierta forma sorprendente. ¿Quién podría haber imaginado que los rickshaws se habían contagiado de una enfermedad de los juggernauts?

Pero Lilith seguía hablando.

—… El examen de lo que quedó nos mostró que los tejidos del juggernaut, al igual que el casco del rickshaw, fueron atacados por un ácido muy corrosivo. Fluorhídrico. No sabemos cómo lo segrega el organismo, pero sospechamos que lo forma por secreción de un ácido fuerte con fluoruro. Necesita una membrana para protegerse de él pero… —Su mente divagó por un momento— ¿Alguna pregunta?

—Sí; ¿tiene algún nombre?

—No —se encogió de hombros—. Le hemos puesto un número de catálogo. ¿Alguna sugerencia?

—Cintamanis. «Joya autorreproductiva que permanece siempre igual a sí misma.»

Lilith se encogió nuevamente de hombros.

—Puedes llamarlo como te plazca.

—¿Cómo se desplazan?

—Las capas de proteína están cargadas. Lejos del sol probablemente sean superconductoras. Una corriente eléctrica puede circular sobre ella y crear un campo magnético que lo arrastra hacia su presa… —Jai Shing había entrado en aquel momento en el laboratorio. Cruzó los brazos y se recostó contra una de las paredes del cilindro. Hizo un gesto descuidado con una de sus manos: «continuad». Lilith asintió— …En el espacio abierto se sirven del hilo molecular desenrollado como una vela de luz. Al igual que haría una araña que, colgando de su hebra, se dejara arrastrar por el viento…

—No parece muy efectivo.

—Teniendo en cuenta el peso de la criatura, y disponiendo del tiempo suficiente, podría llegar a cualquier sitio.

—¿Podría alcanzar a un rickshaw, igualando velocidades con él?

—¿A un cuarto de la velocidad de la luz? Lo veo difícil.

—Tal vez lo atrapó el campo magnético del rickshaw. No, espera. Primero se fijaría a un container de mercancías, y de allí al rickshaw. Del primero saldrían millones de cintamanis, moviéndose a un cuarto de C. Entonces… sí, entonces el campo barredor puede atraparlos. La infección se ha ido extendiendo poco a poco a lo largo del Sistema Cadena.

—Algo parecido habíamos pensado nosotros. Pero, si fuera así, esto lleva funcionando desde hace mucho. Quizás desde los primeros tiempos del Sistema Cadena. ¿Por qué no nos habíamos dado cuenta hasta ahora?

—Ahora los parásitos se han extendido por la zona de un cuarto de la velocidad de la luz, siguiendo las órbitas de los rickshaws. Como una infección viajando por los circuitos de las venas. Era cuestión de probabilidades que un rickshaw tropezase con ellos, pero, al aumentar el número de cintamanis, la cosa es más fácil —Jonás estaba ya inmerso en su trance creativo acostumbrado, y la idea le hizo feliz—. Un momento, ¡ya lo tengo! Los cintamanis viajan a la velocidad estándar de los rickshaws, si los acelerásemos un poco…

—Imposible. ¿Tienes idea del trabajo que representaría reprogramar los ordenadores de todos los rickshaws? Si se va a extender tan rápidamente como pensáis, antes de acabar no tendremos rickshaws que reprogramar. Además, no sería definitivo. Sería cuestión de tiempo el que otro cintamani fuera atrapado por el campo barredor de otro rickshaw.

—Os preguntáis cómo habían conseguido los cintamanis moverse a un cuarto de la velocidad de la luz —los ojillos de Jai chispeaban malévolos—. Yo os lo diré: no alcanzaron esta velocidad por sus propios medios. Alguien los ha acelerado —y miró acusadoramente a Jonás.

—¿Con qué objeto? —preguntó Jonás, aunque sabía exactamente cuál iba a ser la respuesta.

—Para acabar con el Sistema Cadena, por supuesto. ¿No te das cuenta, Lilith? Se trata del arma perfecta. Simplemente se siembran los circuitos con cintamanis… y esas criaturas harán el resto.

Jonás suspiró. Había catalogado a aquel tipo como un paranoico desde hacía tiempo, y ahora confirmaba su primera impresión.

—Vamos, Shing —protestó Lilith—. Piense lo que diga. Los cintamanis han estado extendiéndose por las rutas de los rickshaws desde hace miles de años…

Jonás intentó cambiar de tema.

—¿Habéis visto a una de esas cosas en activo?

—No…, nada de lo que hagamos lo ha hecho vivir. Lo hemos probado casi todo…

—Nuestra teoría es que hay algo en los juggernauts vivos que los provoca. Pero no sabemos qué —dijo el ayudante de Lilith.

Jonás meditó un segundo.

—En ese caso, debemos capturar un juggernaut vivo, y observar el proceso de infección.

Lilith añadió sarcasmo a la frialdad de su voz.

—Una idea muy inteligente. Pero ya se nos ocurrió a nosotros. No pasa nada.

—¿No pasa nada con qué?

—Con todo. No hay infección. Punto.

—Pero eso es imposible.

—Lo mismo pensamos. Te habrás dado cuenta que esto nos coloca en un callejón sin salida. Si no sabemos cómo el cintamani infecta al juggernaut, ¿cómo vamos a impedir esa infección en los rickshaws?

—¿Seguro que lo habéis probado todo?

Lilith suspiró mirando al techo.

—Seguro. Dispusimos cintamanis por toda la superficie del juggernaut, se los hicimos tragar, los introdujimos por su ano, extrajimos el ADXN del cintamani y lo inyectamos directamente en las células del juggernaut… Resultado: cero.

—Vaya, así que… —murmuró Jonás contrariado. Todo aquello era muy extraño. ¿Eran o no los cintamanis parásitos de los juggernauts? ¿Por qué entonces no era posible infectarlos en circunstancias normales?—. Bueno, la cosa requiere estudio. ¿Puedo tener acceso a una terminal propia? Y a vuestros archivos, claro.

—¡No faltaría más! —respondió Lilith con engañosa calidez.

—A pesar de todo, creo que sería interesante repetir los experimentos sobre un juggernaut vivo.

—¿Crees que es tan fácil? Los colmeneros invierten años en detectar a uno.

—No somos colmeneros. Y vosotros disponéis de toda la tecnología imperial para buscarlos. ¿De dónde sacasteis el segundo? El que utilizasteis para probar la infección…

—Los juggernauts suelen encontrarse por parejas. Se reproducen por gemación, ¿recuerdas? El juggernaut hijo suele viajar durante mucho tiempo cercano al padre…

—¿Existe algún tipo de relación entre ellos?

—No. Es una consecuencia de su ineficaz sistema de propulsión. Viajan juntos porque se mueven a la misma velocidad, y les resulta muy difícil variar su trayectoria.

—¿Y qué pasó con ese juggernaut vivo?

—Los colmeneros lo reclamaron. Se lo dimos. A nosotros ya no nos era de ninguna utilidad. Te repito que lo probamos todo, intentando infectarlo. Si quieres comprobar los experimentos, tenemos vídeos a bordo. Incluso películas tomadas por los propios colmeneros.

—¿Películas tomadas por los colmeneros?

—Sí. Y nos han sido tremendamente útiles. Nos muestran el estado en que se encontraba el primer juggernaut cuando los colmeneros lo interceptaron.

Lilith le explicó que los habitantes de algunas mandalas cercanas compraban estas películas a los colmeneros. El rodarlas resultaba para ellos un negocio casi tan provechoso como el de la venta de proteínas. Los habitantes les proporcionaban las cámaras, y los instruían en su manejo.

Jonás recordó que las mandalas cercanas estaban habitadas por Jainistas, la secta herética perseguida por la Hermandad. Y éstos no destacaban precisamente por su interés por la Ciencia.

¿Quién pagaba realmente aquellas películas? ¿Serían sólo científicas, como Lilith pretendía, o los colmeneros eran utilizados como espías por el Imperio?

A Gwalior le gustaría saber aquello. Lo anotó mentalmente para informarle en cuanto le viera.