La celda no era del todo mala, ni estaba especialmente sucia.
Sabía que el interrogatorio tendría lugar, según le habían informado, cuando el dharmamahamatra al mando regresara. Parecía ser que se encontraba ocupado en alguna parte, tal vez persiguiendo tirthikas[39]. Hasta que fuera llamado a su presencia, debía permanecer encarcelado, ser alimentado regularmente, y conducido a las letrinas cuando tenía necesidad de ellas.
Eso era todo. Su único contacto con sus captores era cuando dos guardianes le traían una bandeja de alimentos, y volvían más tarde para contar suspicazmente los platos y utensilios, y luego se alejaban hasta que se veía obligado a llamar a sus tantrin[40] para su expedición a las letrinas.
Pronto perdió la noción del tiempo, las luces no se encendían ni se apagaban nunca. Le habían quitado el reloj, así como todas sus pertenencias personales… Ni siquiera le habían dejado los cigarrillos. De modo que cuando finalmente un grupo de botas militares se detuvo frente a la puerta de su celda, y la llave arañó la cerradura por última vez, Jonás no tenía ni idea del tiempo que llevaba allí. Tal vez tres días, a juzgar por el número de comidas que había hecho.
Pero no podía estar seguro.