Agradecimientos

La ciencia de la complejidad ha acabado siendo uno de los conjuntos de ideas más estimulantes intelectualmente que he encontrado en mucho tiempo, y debo agradecer a mi agente, John Brockman, el haberme alentado en esa dirección. Por lo general, donde hay ideas interesantes, hay también gente interesante, y esta experiencia no ha constituido una excepción. Quisiera expresar mi gratitud a aquellas personas que han hecho un hueco en sus apretadas agendas para hablar conmigo y responder con paciencia a lo que en alguna ocasión debieron de parecer preguntas estúpidas. Este libro trata de ellos y de su trabajo, y sus nombres aparecerán en las páginas que siguen. Tengo contraída una deuda especial con un puñado de personas que me ofrecieron su tiempo y sus ideas de un modo extraordinariamente generoso. Son Stuart Kauffman, Chris Langton, Norman Packard, Stuart Pimm y Tom Ray. A Tom también tengo que darle las gracias por mi primera experiencia en una selva tropical. Patricia Crown, Jeff Dean y Chip Wills organizaron la visita al cañón del Chaco y me introdujeron en una faceta de la arqueología que me era desconocida. Nunca lo olvidaré. Los miembros del Instituto de Santa Fe, cuna de la nueva ciencia de la complejidad, se mostraron pacientes y colaboradores ante cada nueva petición por mi parte; a todos ellos mi más sincero reconocimiento. Y Trish Hoard me resultó siempre útil en la búsqueda de las referencias más oscuras: gracias.

Muchas personas tuvieron la amabilidad de leer algunas partes del manuscrito y hacer comentarios útiles. Mi constante apoyo a lo largo de todo el proceso —y mi crítica editorial más amable— ha sido Gail, mi esposa. Sin ella, la redacción del libro habría sido menos gratificante y el resultado final más pobre.