Canción triste para mi hijo perdido:
La piedra de la luna ha caído en el agua
en el agua del río,
y mis dedos no han podido recuperarla.
¡Pobre de mí!
La piedra de la luna ha caído.
Sentada sobre la roca al borde del río
yo lloraba y me lamentaba.
¡Oh! piedra dulce y brillante,
reluces en el fondo del agua.
El cazador pasó por allí
con sus flechas y su carcaj:
Hermosa, hermosa, ¿por qué lloras?
Lloro porque mi piedra de luna
yace en el fondo del agua.
Hermosa, hermosa, si únicamente es esto,
te voy a ayudar.
Pero el cazador se sumergió y se ahogó.
Le enseñé esta canción a Betsey y la tarareamos en sordina durante nuestras escasas entrevistas. Su bonita vocecita, tierna y lastimera, acompañaba maravillosamente a la mía.
Un día, con gran sorpresa, oí que Abigail también la canturreaba. Quise reñir a Betsey, recomendarle que se guardara para ella las cosas que yo le enseñaba. Pero esta vez también cambié de opinión. ¿No era Abigail su única compañera de juegos? ¿Y no era una niña? Una niña no puede ser peligrosa.