Pasan los días, las semanas y los meses… y llega la mañana de un lunes cualquiera.

Marta abre los ojos recordando con nostalgia todos los besos compartidos, las tardes de cine, los nervios antes de cada encuentro… Lo recuerda en pasado porque hace ya unas semanas que dejó su relación con Dani. Y es que, a pesar de su cara y de su cuerpo, a pesar de ser el chico más popular del instituto, se ha dado cuenta de que apenas se ríe con él.

En otra casa, una chica de su misma edad también acaba de abrir los ojos. Se despereza lentamente, se dirige al baño y se mira al espejo sonriendo porque su pelo vuelve a estar compensado: ya le ha crecido una media melena que le queda bastante bien. Se viste pensando en que Dani hace ya unas semanas que está libre, quizás esta sea su oportunidad. Sonríe también porque ha encontrado una nueva víctima: no es ni alta, ni baja, ni fea, ni guapa… pero no sabe pronunciar muy bien algunas palabras.

A varias calles de distancia, una mujer hace ya una eternidad que se ha levantado. Lo ha hecho antes que su marido para poder prepararle un bocadillo envuelto en papel y una cerveza de esas sin marca que ahora compran en el supermercado. Ella se queda con un café en la mano mirando por la ventana porque sabe que, como cada mañana, en unos diez minutos, una puerta se abrirá. Piensa también en Alicia y en todos esos momentos que ahora echa de menos.

En un colegio, a varias calles de allí, un profesor ha decidido que va a hacerlo, que lleva ya muchos años mirando desde la calle a la ventana. No quiere que le ocurra como a Bécquer: que cuando quiso dar el paso ya era demasiado tarde.

En otra casa, una mujer se despierta abrazada a su marido. Piensa en el dolor que generó cuando lo abandonó todo en vísperas de su boda. Pero ahora, al verlo, sabe que tomó la decisión adecuada. Lo abraza y su rostro dibuja una sonrisa que ocupa toda la habitación.

Una pareja despierta y la mano de él se va directamente a la barriga de ella, una barriga en cuyo interior continúa creciendo una nueva vida, saben que es un niño.

En decenas de casas, varias personas se despiertan nerviosas: hoy salen las notas definitivas. Después de cuatro exámenes sabrán si han obtenido esa plaza. Casi todos tendrán la alegría de haber aprobado pero la tristeza de no haber conseguido la máxima nota. Pensarán que no ha habido suerte, que tendrían que haberse esforzado un poco más… Lo que no saben es que la suerte no ha tenido nada que ver.

Y entre todas las historias que no conocemos llega la noche. Una noche en la que dos hombres que amaron a la misma mujer salen a recorrer las calles de Toledo.

Uno de ellos —un hombre que olvida el presente a cada momento— comienza a vagar como una sombra entre los pocos recuerdos que le quedan, buscando unas marcas que, quizás, quién sabe, imagina que hizo él mismo.

El otro, un hombre alto, delgado y de unos sesenta y tantos años que, con cara seria y un pequeño aspaviento, consigue mover a un grupo que ya le espera para iniciar una nueva visita por la ciudad.