Yo también sonreí, pero a medias, como quien acepta un regalo que no es el que esperaba.
Creo que él lo notó, pero no quiso decirme nada.
Se acercó a mí y me besó.
Se acercó a la niña y la cogió en brazos.
—¡Vamos! Dile a mamá que nos vamos a dar un paseo por esta ciudad que aún no conozco.
—Vale, vale, voy a cambiarme…
—Bueno, ¿qué? ¿Te ha gustado la sorpresa? No te lo esperabas, ¿eh? —me dijo mientras me seguía a la habitación.
—No, no, para nada.
—Ah, esta noche he reservado una ruta de esas guiadas, creo que con la misma empresa con la que la hiciste la primera vez. ¿Te apetece?
—Sí, sí, claro que sí.
—¿Tú crees que a tu tía le importará si le dejamos a la niña un rato esta noche? —me dijo en voz baja.
—No te preocupes, seguro que no hay problema.
* * *