Aquel sábado ya habíamos desayunado todos. Mi hija estaba en el comedor viendo la tele, Pablo se había ido a dar una vuelta, mi tía fregaba los platos en la cocina y yo estaba arreglando la habitación.

Acabé de hacer la cama y me asomé a la ventana.

Comencé a observar el cielo mirando a ninguna parte, intentando asimilar todo lo ocurrido la noche anterior, tratando de distinguir en qué momento se difuminaba la leyenda entre la realidad…

Y de pronto, sonó el timbre.

No le di mucha importancia hasta que mi tía entró en mi habitación para decirme que alguien había venido a verme.

Me quedé inmóvil, nerviosa, desconcertada…

Me fui corriendo al baño, me miré al espejo y me peiné lo mejor que pude.

—Un momento, un momento —le dije.

Me quité el pijama, abrí el armario y cogí lo primero que encontré.

Salí de la habitación totalmente excitada.

Y me lo encontré allí, sonriendo, bajo la puerta y con una caja de bombones.

* * *