El miércoles amanece con las plazas de varias ciudades sembradas de nuevo de tiendas de campaña, pancartas y miles de personas pidiendo un cambio.
Se producen también varios disturbios, en su mayoría agresiones a políticos, que se van repitiendo por todo el país. Muchas de ellas suceden en pequeños ayuntamientos, donde muchos ciudadanos, hartos ya del cacique de turno, ven la oportunidad para desahogarse por todo lo sufrido.
Pero, a pesar de toda la presión social, la noticia más importante ese miércoles es otra.
A las doce de la mañana, se celebra la junta de accionistas de uno de esos bancos que, tras ser rescatados con dinero público, continúa ejecutando desahucios. Entre los asistentes, un accionista, ahorrador y cliente de toda la vida en dicha entidad, un hombre con un gracioso bigote blanco y una chaqueta de pana que esconde una pistola.
En el turno de preguntas, levanta la mano y se muestra de lo más cordial con el director del banco. Este le responde también con amabilidad.
Finaliza la sesión y ese mismo hombre se acerca al director con la intención de preguntarle una última cosa. Este, que ya lo ha visto en la intervención y le ha caído simpático, se espera para atenderle.
Cuando apenas está a un metro, el hombre del gracioso bigote blanco saca una pistola y le dispara en el pecho. Inmediatamente después, se dispara a sí mismo.
La noticia abrirá todos los informativos.
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