Cuando Alicia ya está metida en la cama, en una casa en las afueras de la ciudad, Marcos y tres amigos se reúnen de nuevo.
—Bueno, pues esta vez, tú dirás.
—En realidad, he quedado con vosotros para despedirme.
—¿Al final te vas?
—He estado investigando y teníais razón, la cosa va en serio, van a por mí, van a joderme de verdad.
—Uff.
—Pero antes de irme, quería pediros un favor, un último favor. Sería algo así como mi fiesta de despedida. —Y sonríe.
—Venga, tú dirás.
—Sabéis que mañana hay un pleno bastante conflictivo, ¿verdad?
—Sí, sí, el tema de la jodida subida de impuestos. En principio, dicen que habrá bastante gente manifestándose en la plaza.
—Sí, bueno, pues sólo os pido que, en un despiste, dejéis entrar a la gente.
—¿Qué? ¿En serio?
—Sí, sólo eso, quiero ver por una vez la cara de todos esos corruptos cuando no nos tienen a nosotros como escudo, quiero ver sus caras cuando estén frente a frente con los ciudadanos.
Todos comenzaron a reír.
—Joder, Marcos, que nos pueden expedientar a todos.
—No, no os preocupéis, que ya llevo varios días planeándolo, vamos a hacerlo bien. Sólo os pido que finjáis un poco, nada más. Como mañana yo estoy al mando de nuestra unidad, ya me encargaré de colocaros justamente a vosotros en la puerta.
—Joder, Marcos…
—Bueno, sólo os pido eso.
—Bueno, tampoco es tanto —dice uno de ellos mientras se levanta con la botella en alto—. ¡Brindemos!
* * *