Viernes por la tarde en una calle de Toledo.
Viernes, piensa, qué coincidencia, también fue viernes la primera vez. Lo ha estado planeando todo durante los últimos días: la hora, el lugar, las tijeras…
Se apoya sobre la fría pared a la espera de que llegue. Y allí, a la sombra de una noche que se acerca, deja pasar el tiempo; no tiene ninguna prisa. Transcurren los minutos, muchos, ya casi una hora… hasta que oye unos pequeños pasos que vuelven a casa. Se asoma y confirma que es ella. Y está sola.
En unos segundos esa chica recibirá una lección que no olvidará en la vida. Va a intentar no dejar demasiadas señales físicas, pues lo que realmente le importa es que el miedo se le quede impreso de tal forma que, de mayor, cuando piense en su infancia no pueda olvidar este momento.
Los pequeños pasos se acercan.
Se prepara.
Mira alrededor para confirmar que no hay testigos.
Los pasos ya casi a su lado.
Tres, dos, uno.
* * *