Jueves.
Marcos acaba de llegar a comisaría y le avisan de que el director quiere verle.
Se quita la chaqueta, deja las llaves en un cajón y va hacia allí. Entra en el despacho y ve a dos hombres que le están esperando con cara de pocos amigos. Uno es el director de la policía; el otro, un concejal al que ya esperaba.
—Marcos —le pregunta el director—, ¿tienes idea de cómo ha llegado esta denuncia hasta la casa del señor Rodríguez?
—Señor, ¿qué señor? —responde con una sonrisa.
—Va, Marcos, no me jodas y contesta.
—A ver —coge la denuncia y la lee en voz alta—. «… Según la medición realizada en el domicilio de la señora tal, se concluye que el sonido del bajo adyacente a la vivienda superaba los decibelios permitidos por lo que… bla, bla, bla».
—¿Y bien?
—¿Y bien, qué?
—Pues que la has firmado tú, ¿no?
—Sí, claro, había varias denuncias y el sábado me pasé por allí a ver qué ocurría. Por cierto, la mujer hace unas galletas para chuparse los dedos…
—Déjate de gilipolleces, ya hablaremos…
—Muy bien, pues nada, yo me despido. Ah, Rodríguez, sabe usted que por reincidencia la multa ya es bastante más alta, ¿verdad? Saludos a su hijo.
* * *