Aparca el coche, entra en casa y en apenas diez minutos llaman al timbre.
Sus tres amigos pasan, le saludan y se sientan cómodamente en los sofás.
—Bueno, ¿queréis algo? ¿Una cerveza?
—Sí, vale —dicen casi al unísono.
Marcos va a la cocina, coge las cervezas y vuelve al comedor. Uno de ellos juega ya con el mando de la tele.
—Bueno, pues, ¿qué es eso tan urgente de lo que teníais que hablarme?
—Que van a por ti, Marcos, que te quieren fuera.
—¿Qué?
—Sí, no te podemos decir mucho más, pero alguien nos ha contado que ya están pensando en cómo deshacerse de ti.
—¿Quién? ¿Algún concejal?
—Si sólo fuera alguno —contesta uno de ellos riendo—. Marcos, que les estás tocando las pelotas a todos.
—Bueno, sí, ¿y qué?
—Nada, nada, por nosotros, perfecto, ya sabes que te admiramos por intentar equilibrar un poco la balanza. —Se ríen—. Pero, claro, al final, tanto sembrar…
—Lo mejor es que desaparezcas una temporada, porque quizás no sea sólo un expediente, quizás sea algo más.
—¿Algo más? No te sigo. ¿Qué? ¿Pegarme un tiro? —dice Marcos, riendo.
—No, no, hay formas más fáciles de quitarte de en medio, y tú ya lo sabes. Algo de coca en tu taquilla, una denuncia falsa de violación, quién sabe… pero algo que te haga acabar en la cárcel.
—¡Joder…! —exclama Marcos mientras bebe un trago de la botella—. Les ha dado fuerte. Pero no creo que se atrevan, tengo muchos secretos guardados.
—Bueno, Marcos, tú sabrás, nosotros sólo hemos venido a avisarte. No sé, cógete un mes de vacaciones o vete durante un tiempo, a ver si se calma todo…
—Sí, que últimamente está todo bastante revuelto —interviene otro de los amigos—. ¿Os habéis enterado de lo del ministro ese al que le han dado un puñetazo en la calle?
—Sí, sí, yo lo he oído en la radio, qué fuerte.
—Joder, esto cada día va a más.
—Pero es normal, si es que se están pasando, si es que… no tienen vergüenza, al final, un día u otro se cargarán a alguno —dice Marcos.
—Lo que no entiendo es por qué, tal y como están las cosas, la gente no ha explotado ya.
—¿La gente? ¿Qué gente?
—La gente, esas personas a las que los políticos tratan como idiotas: los parados, los mileuristas, los pensionistas, los profesores, los médicos… Los mismos ciudadanos que se están dando cuenta de que todo el dinero, su dinero, que entra en los ayuntamientos se reparte entre unos cuantos chorizos; que los concejales de su ciudad utilizan coches oficiales para sus viajes privados; que meten a familiares y colegas a dedo en la administración; que utilizan funcionarios públicos para su propio beneficio; que tienen un nivel de vida mucho más alto que el que les correspondería de acuerdo con su sueldo; que firman acuerdos con determinadas empresas para, al día siguiente, tener un Audi en su garaje…
—Demasiados gusanos para tan poca manzana.
—No ha explotado hasta ahora, pero con lo de la sanidad… eso va a ser la chispa, ya veréis. Porque una cosa es que tu hijo vaya a una clase masificada, sin calefacción, donde apenas hay presupuesto para folios y si un profesor se pone enfermo no hay quien le sustituya, pero otra cosa muy distinta es que tu hijo se te muera por los recortes sanitarios. Sobre todo, cuando los que la están privatizando se llenan los bolsillos.
—Y lo peor de todo es que a nosotros nos toca defenderlos, encima eso. ¿No os sentís impotentes? —maldice uno de ellos.
Y en ese momento a Marcos se le ocurre una idea, una idea que de vez en cuando se le ha pasado por la cabeza. Una idea que nunca se ha atrevido a poner en práctica, pero que ahora, sabiendo que tiene que irse, puede que la haga realidad.
—Bueno, sí —contesta otro de ellos—, todo eso que decís queda muy bien, pero también me gustaría hablar sobre la otra cara de la moneda, porque no todo es blanco o negro. ¿O acaso esos mismos ciudadanos no son los que les han votado aun sabiendo que muchos de ellos eran corruptos? Si os fijáis, la mayoría de los políticos corruptos han vuelto a salir reelegidos. ¿Por qué? Pues es muy fácil, porque la sociedad es tan corrupta como ellos. Se nos olvida que vivimos en un país en el que nos cuesta levantarnos de la silla para ir a una manifestación, pero lo hacemos encantados si hay que celebrar un título de liga. Y claro, en un país así, ¿cómo queremos sacar políticos mejores? ¿Quién no ha visto a compañeros de trabajo, conocidos, familiares que trabajan como autónomos recolectando facturas en restaurantes y bares para pagar menos IVA? ¿Qué fontanero, mecánico, albañil no pregunta si vas a querer pagar con factura o en negro? ¿Quién no tiene a un amigo o pariente en el ayuntamiento al que acude para ver si le puede quitar una multa?
Se echan a reír.
—¿Queréis reíros de verdad? Esperad, que os voy a enseñar una carpeta… —Marcos se dirige hacia un cajón, lo abre y saca una carpeta llena de recortes de periódicos. Coge un puñado al azar y los comienza a leer en voz alta:
—«Una concejala cobró dietas por reunirse consigo misma», «La primera medida tras la moción de censura: triplicarse los sueldos», «Un ayuntamiento destina sesenta mil euros para defender a su propio alcalde por corrupción», «Una ministra dice que la fuga de jóvenes al extranjero es motivo de orgullo», «Suspenden a una concejala por decir que su partido está lleno de corruptos», «España deja escapar a algunos de los mejores científicos por un tercio de lo que cobra un concejal en Madrid», «Se gastan siete millones de euros para contratar a azafatas que informarán a los pacientes que ingresen en urgencias en lugar de invertirlo en médicos». ¿Qué os parece?
—¡Brutal! —Y todos comienzan a reír.
Y allí terminarán la noche esos cuatro amigos que, aunque aún no lo saben, en poco más de una semana harán algo que no será demasiado correcto pero de lo que se sentirán orgullosos.
* * *