Caminé hacia aquella plaza rodeada de iglesias, y allí recordé su tacto, sus palabras, su forma de abrazarme mientras me contaba historias.

Una vez allí, me di cuenta de que había mil sitios donde mirar, demasiados edificios alrededor. De todas formas, tenía toda la noche.

Estuve casi una hora analizando la parte baja de los muros, la madera de las puertas, las distintas partes de cada arco… nada. Me puse entonces a buscarla por los edificios que rodeaban la iglesia. Y así pasé casi dos horas.

Finalmente, cansada, me senté en un banco durante un buen rato. Y desde allí, ya sin esperanzas, continué mirando el alrededor en busca de una inscripción que de momento sólo existía en mis suposiciones.

¿Y si aquellas frases no tenían nada que ver con las marcas?

Desde aquel banco comencé a revisar la parte alta de los edificios, nada. Fue al bajar la vista hacia uno de los muros cuando descubrí que la luz de una farola parecía crear una sombra extraña sobre la pared.

Me levanté, me acerqué y, desde abajo pude distinguir aquellos dos corazones inscritos a una altura complicada de ver.

Dos corazones y una fecha: 22-X-1984.

La misma que la anterior.

Sonreí.

Y con la misión cumplida, me dirigí de nuevo al banco en el que estaba sentada.

Busqué la foto en el móvil y leí otra frase: «En el doble arco del tiempo».

* * *