Y la tarde de un sábado va dejando su último aliento a la espera de que llegue la noche.

Marcos cena en casa, se ducha tranquilamente, se viste y busca su cartera para consultar la dirección. Conoce la calle, lo que no recuerda es el número de portal ni el timbre.

Se mira al espejo y sonríe. Sabe que esa noche va a ser distinta, no está muy acostumbrado a hacer ese tipo de cosas, pero bueno, es lo que le da chispa a la vida, piensa.

Coge la chaqueta y un pequeño objeto que guarda en una bolsa negra. Baja al garaje, se sube al coche y se dirige hacia allí.

Aparca lo más cerca posible y comienza a caminar a través de unas calles que conoce de memoria. En apenas unos minutos encuentra la dirección. Inspecciona la fachada y, sobre todo, los alrededores del edificio.

Pulsa el timbre.

—¿Quién? —se oye por el interfono.

—Soy yo, Marcos.

—Ah, sí, sí. —Y le abre la puerta.

Marcos entra en un portal antiguo, bastante descuidado, de esos en los que por el día nunca entra la luz suficiente para alumbrar todos sus rincones, de esos en los que por la noche la luz artificial apenas te deja ver las paredes. No hay ascensor, así que sube andando hasta el primer piso; se fija en los desgastados escalones de un mármol que, seguramente, algún día fue blanco. En todo aquel decorado, lo único que parece tener menos de cien años es una reluciente barandilla de metal anclada a la pared. Marcos siempre se ha fijado en las barandillas.

Llega al rellano, pulsa un pequeño timbre de tacto pegajoso y, tras demasiados segundos, un mujer le abre.

Le recibe con un hola y dos besos.

Apenas le conoce, pero aun así le invita a pasar.

—Ponte cómodo —le susurra.

—¿Dónde?

—Ahí mismo, en el sofá.

—Gracias —le contesta mientras se quita la chaqueta y deja el pequeño paquete en una mesita que preside un cuidado salón.

—¿Empezamos ya? —pregunta un Marcos, que continúa nervioso.

—No, espera un poco —le contesta ella.

—Vale, vale…

—¿Quieres algo de beber?

—No, no, muchas gracias.

—Bueno, pues yo sí que me estaba preparando algo, ahora mismo salgo.

* * *