Comenzó a soplar de nuevo el viento, pero me di cuenta de que no era eso lo que me movía el pelo. Eran sus dedos que, como un cepillo de tacto, atravesaban cada uno de mis cabellos.
Me estuvo acariciando como hacía años nadie me acariciaba. Acercó su boca a mi cuello y comenzó a besarme como hacía años nadie me besaba. Y yo me dejé besar sin pensar en lo que se acercaba.
Ahí podría haberlo parado.
Y así, atrapados por nuestras bocas, me cogió de la mano y nos metimos en el coche.
Ahí, quizás, también podría haberlo parado.
Bueno, ahí seguramente ya no.
* * *