A trescientos kilómetros, unas manos —aún pensativas— han colgado hace ya un rato un móvil con la sensación de haberse perdido algo. No ha sido sólo la conversación —más corta y más temprana de lo habitual—, ha sido otra cosa, algo que está machacando su intuición.
Sí, en realidad han sido las mismas palabras de siempre, las mismas preguntas y las mismas respuestas, pero el tono… ha habido algo distinto.
Decide dejarlo pasar y no darle más importancia. Quizás ha tenido un día difícil o quizás sólo es la distancia que lo distorsiona todo… Opta por pensar que de momento la situación va bien, que la rutina que han mantenido sigue en su lugar y eso le da seguridad, cuando en realidad es lo que más miedo debería darle.
Por un instante considera la opción de coger el coche e ir a verlas; darles una sorpresa y decirles que las echa de menos, que el día se hace muy largo sin ellas, que la casa ya no tiene la misma alegría… Pero al instante piensa en que es muy tarde, que son muchas horas de viaje, que al día siguiente trabaja y que, seguramente, será una tontería. Lo que olvida es que son ese tipo de tonterías las que se hacen cuando uno está enamorado.
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