Encaja la llave a la primera, a pesar de que sus dedos también tiemblan, pero por razones distintas. Llama al ascensor y sube en él como tantas veces lo ha hecho. Se mira al espejo con una sonrisa que no acaba de completarse, como siempre. Llega al tercer piso y abre lentamente la puerta con una sensación de victoria.
En realidad, no sabe exactamente qué es lo que más le gusta: si tener ese control sobre otra persona o ser admirada y temida por el resto, quizás una mezcla de ambas cosas.
Nunca admitirá que la verdadera razón es la envidia. Esa chica nueva —Marta, le ha dicho que se llama— es demasiado guapa, demasiado llamativa y, aunque esto ya no le importe tanto, demasiado lista. La vio los primeros días, pero sólo se ha fijado en ella al descubrirla hablando con Dani, con su —al menos eso desea— Dani, con el chico más guapo del instituto. Sí, piensa, esa chica destaca en muchas cosas, pero, afortunadamente, acaba de descubrir que es tan débil como guapa.
Sabe que si persiste en su acoso, podrá conseguir que trasladen a Marta de centro; porque, como ya ha ocurrido en otras ocasiones, normalmente se va la agredida y no la agresora. Sonríe.
Sale del ascensor.
De nuevo otra llave.
Abre la puerta y, en silencio, entra en casa.
Su madre ya ha salido.
Su padre aún no ha llegado.
Y a ella le daría igual estar en cualquier otro sitio.
* * *