Y sin aviso, como esas malas noticias que llegan por teléfono en la madrugada, siente que le explota el estómago.
Como reacción, su cuerpo expulsa un grito que concentra miedo y dolor. Un grito que va colisionando entre los muros de la pequeña calle y escapa hacia la ciudad.
Un puño acaba de impactar con tanta fuerza que su cuerpo se dobla, cayendo, de rodillas, al suelo.
Las tres sombras se quedan momentáneamente a la espera.
—Vaya con la niña, ¿habéis visto cómo grita? —dice una voz salpicada de odio a apenas unos centímetros de su cara.
—¿Sabes lo que le pasa a quien me toca las narices? —habla sobre un cuerpo que escucha sin comprender lo que está ocurriendo, un cuerpo que repasa mentalmente entre sus últimas acciones alguna que haya podido provocar ese arranque de violencia. Por un momento, llega a pensar en la posibilidad de que se estén equivocando de persona.
—No entiendo… —se atreve a decir.
—¿No entiendo? ¿No entiendo? ¿No entiendo?… —se burla su agresora—. Pues parece que el otro día, cuando estabas ligando con mi chico, sí que entendías. —Y esa frase comienza a despejar todas las dudas, al menos hay un motivo, como si eso, de alguna forma, justificara la agresión.
Fue hace dos días, cómo iba a olvidarlo. Estuvo hablando unos minutos con sus amigas a la salida de clase, como casi siempre, de chicos. Se despidieron, y ella comenzó a caminar hacia su casa. Cruzó la calle, dobló una esquina y alguien gritó su nombre.
Se dio la vuelta y vio al chico por la que todas estaban locas: Dani, de segundo. Él comenzó a hablarle y ella a no oír, él comenzó a mirarla y ella a no ver… y, sin saber cómo, se estaban besando en las mejillas. A partir de ese momento, empezó a notar que se alejaba del suelo…
—No… Yo no hice nada, él vino… —Habla con unas palabras que se atropellan a la salida de su boca—. Yo no lo conocía de nada, no sabía que tú y él… no sabía…
—¡No sabía, no sabía! ¡Nada! —grita mientras le agarra del pelo con rabia—. Como vuelva a ver que te acercas a mi chico, te clavo esto… —Y en ese momento saca una pequeña navaja del bolsillo—. Te clavo esto en esa carita de muñeca que tienes.
* * *