El concepto no podía ser más comercial: cinco niños vestidos cada uno de un color, que cantaban canciones infantiles y que se hacían llamar Parchís.
Siempre pensé que lo lógico era que hubieran sido cuatro, porque los colores del parchís son el verde, el rojo, el azul y el amarillo. Pero el quinto niño iba siempre de blanco porque era el dado.
Lo que poca gente sabe es que en un principio iban a ser seis y el sexto era el cubilete, pero lo descartaron.
Esto me lo acabo de inventar, pero es una teoría que tiene lógica ya que años después, cuando rodaron su primera película, La guerra de los niños, aparecía junto a ellos un niño entrado en carnes. Porque, por lo visto, un gordito en aquella época era garantía de risa, como ya se había probado con el Piraña de Verano azul.
Estos fueron los componentes de este grupo icónico:
Tino era la ficha roja, el líder del grupo, con un flequillo indomable y una chulería que no le cabía en el cuerpo.
Yolanda era la ficha amarilla, que hoy en día triunfa haciendo culebrones en México y anda despelotándose en las revistas.
Gemma, la ficha verde, era la más sosita de todos, se perdía en las coreografías y nadie sabía muy bien qué hacía ahí, pero a mí siempre me cayó muy bien.
David, el dado, un niño de rizos dorados que no cantaba pero a quien metieron en el grupo porque bailaba muy bien. Bisbal se lo debe todo a esta criatura.
Y por último, Óscar, la ficha azul. Un niño escuchimizado que no tardó en abandonar el grupo porque yo creo que su complexión enfermiza no aguantaba una gira, y en su lugar entró Frank, el pelirojo, que ya tenía el culo pelado de hacer anuncios de televisión y una sonrisa a prueba de bombas.
Parchís se adelantó a otras boy-band que llegaron años después como New kids on the block o los Backstreet boys, pero sinceramente… no hay color.