Mucho antes de que el Cirque du Soleil llegase a nuestro país, los circos que recorrían España y que pudimos visitar de niños eran muy diferentes y con nombres más rotundos y pronunciables.

La ciudad se llenaba de carteles con unas ilustraciones espectaculares en las que anunciaban las maravillas que podríamos ver bajo la carpa.

Cocodrilos luchando con leones salvajes, indios montados en elefantes contra amazonas y, entre toda esa vorágine salvaje, estaba Spiderman.

Es verdad que luego los leones estaban famélicos y Spiderman era un trapecista con un disfraz al que se le veían las costuras, pero, ante nuestros ojos de niño, aquello era realmente el espectáculo más grande del mundo.

En esa época recorrían España varios circos.

Uno de ellos era el Circo Mundial, que tenía este nombre porque su troupe estaba compuesta por dos rusos, un chino y varias familias de Castilla-La Mancha.

Pero el más conocido fue el Circo Atlas de los hermanos Tonetti, dos payasos que fueron las estrellas circenses más queridas por el público.

Quizá el artista circense más mediático fue Ángel Cristo. Un domador y empresario, muy popular en los 80 por su relación con Bárbara Rey, que tristemente, un mes sí y otro también, era noticia por algún accidente con sus leones.

Llegó un punto en que el titular realmente impactante habría sido: «Esta semana Ángel Cristo no ha sido atacado por ningún león».

Cuando el circo llegaba a tu ciudad los buzones se abarrotaban de flyers de descuento y la consiguiente petición: «Mamá, llévame al circo».

Si finalmente se producía el milagro y el reclamo del descuento surtía efecto, nos llevaban a verlo.

Antes de llegar, ya notabas que estabas cerca, no solo por la visión de aquella enorme carpa bicolor sino también por el olor a palomitas y a caca de elefante.

Aquella carpa era lo que separaba nuestra realidad cotidiana de esa otra realidad extraña y mágica del circo.

¿Quién no ha quedado hechizado por sus luces y sus colores?

Y sobre todo ¿quién no ha deseado alguna vez escaparse con el circo?

Yo desde luego sí. Y quién sabe, quizá algún día lo haga…