Muchos niños eran capaces de fingir estar enfermos para no ir al colegio.

Pero yo era capaz de fingir estar sano con tal de no ir al médico.

No había nada que me pusiera más nervioso.

De una consulta médica lo odiaba todo: la sala de espera, el olor del ambulatorio, los zuecos de las enfermeras.

Mi madre, para tranquilizarme, me decía:

—Tonto, que no te va a hacer nada. Y ya verás como luego el doctor te regala una piruleta.

Y era mentira, porque lo que te daba después de la consulta era aquel palito con el que te había examinado.

Claro, tú pensabas: «¿Qué ha hecho con el resto del helado?». Encima tu madre te decía:

—¿Qué se dice?

—¡¡Roñoso!!

¿Qué esperaban que dijera?

«¡Madre mía, un palo! Lo que voy a fardar en el cole con este palito. Ya oigo a mis amigos del cole muertos de envidia diciendo: “¡Qué ‘enrollao’ tu médico! ¿A cuál vas tú? ¿Es de Sanitas?”.»

Mi gran temor era que me recetasen inyecciones. Mi pánico a las agujas era terrible. Iba siempre tan tenso al médico que un día me examinó con el fonendoscopio y me diagnosticó un problema cardíaco. Me hicieron todo tipo de pruebas y resultó ser que no. Lo que pasó es que tenía el corazón acelerado por culpa del maldito doctor.

Pero, en temas de salud, en casa tampoco estabas a salvo, porque nunca podías fiarte de tu propia madre, con quien descubres la traición y por la espalda.

Por ejemplo, cuando sacaba una caja de supositorios.

—Mamá, ¿qué es eso?

—Eh… son… pastillas.

—¡Qué asco! No las quiero.

—Vale. Pues no las comas…

Y en cuanto te dabas la vuelta ¡ZAS! Y tú pensando:

«Ay, que se está equivocando de agujero…».

Claro, al día siguiente te comías todos los garbanzos sin rechistar.

Por eso cuando venía alguna visita a casa se producía esta breve conversación:

—¡Huy, qué niño más mono! ¿De quién tienes tú la carita? ¿De papá o de mamá?

—De culo, señora, de culo. De hecho, mi madre no ve la diferencia.

A mí me gustaba la forma tan práctica e indolora que tenían las madres para curar una enfermedad propia de la infancia conocida como «cuentitis aguda».

—Mamá, me duele la cabeza.

—Pues ponte esta tirita.

Oye… y te curaba.