Bastante antes de los Matamoros, los gemelos más populares en España eran Zipi y Zape, sobre todo entre los niños que leíamos sus aventuras en los tebeos.
Toda la vida hemos llamado «tebeos» a los cómics, y eso es por el éxito de la revista de historietas llamada TBO que se vendió en nuestro país durante más de seis décadas.
Unos personajes creados por Escobar que nos calaron hondo porque empatizábamos totalmente con ellos.
Eran niños, eran traviesos y el mundo estaba en su contra.
Pero, sobre todo, ¿había algo más guay que tener un hermano exactamente igual que tú con quien compartir tus trastadas y tus castigos?
El look de Zipi y Zape era inconfundible, siempre con su uniforme escolar y un peinado que parecía un culo puesto en la cabeza.
El humor de estas historietas era demasiado blanco, en contraste con el cada vez más loco de otros personajes como Mortadelo y Filemón.
Además tenían un lenguaje excesivamente engolado, aunque para mí era parte de su gracia. Y con ellos aprendimos insultos tan en desuso como: mameluco, gaznápiro o galopín.
Fue tal la popularidad de Zipi y Zape que, además de su propia revista y de los monográficos de la colección Olé, siempre bajo el paraguas de la mítica Editorial Bruguera, dieron el salto del papel a los vinilos y al celuloide.
Un par de pipiolos adolescentes encarnó y puso voz a los gemelos. Ni la película ni el disco tuvieron éxito. Pero yo vi esa película en el cine de mi colegio y no he podido olvidarla desde entonces.
Tiene diez temazos a cual más infumable. Y si la portada es impagable, la trasera ni te cuento. A destacar el single «Con amor», que es una balada que pone los pelos de punta del mal rollo que da.
Era un film de difícil descripción. Se podría clasificar en el género de «terror involuntario».
Dirigido por Enrique Guevara, que venía de dirigir películas como En busca del polvo perdido y Orgasmo caliente.
Claro, ¿quién más apropiado que alguien con ese curriculum para hacer una película infantil?
A pesar de que este dúo musical se comió una mierda, la imagen de Zipi y Zape influyó poderosamente en otros ídolos juveniles de diferentes épocas desde los Pecos hasta Modern Talking, pasando por el fugaz dúo Platón e incluso Pancho y Javi de Verano azul.
Era uno de esos tebeos «para niñas», con las aventuras románticas de una chica pecosa y resuelta, enamorada eternamente de Juanito, un guaperas rubio con pantalones acampanados.
Estos eran mis favoritos, sobre todo las aventuras del Tío Gilito. Aún hoy los sigo releyendo y coleccionando.
Siempre me gustó más Batman que ningún otro superhéroe por tres motivos: porque no tenía poderes y eso le hacía diferente, porque su aspecto era oscuro y siniestro, y sobre todo porque sus historias tenían los villanos más interesantes.
Con el tiempo me convertí en un devorador de los cómics Creepy. Casi los compraba a escondidas, porque no eran algo para niños, pero mi atracción hacia los monstruos me empujaba a conseguir mi dosis mensual de terror.
Los guardaba como un tesoro hasta que mi madre, un buen día, decidió que no era bueno que yo leyese aquello y los tiró a la basura. Ese día descubrí lo que era el auténtico horror.