Los de mi generación sabemos que no hay nada más peligroso que abrir un yogur…

Porque las tapas eran de hojalata finita, donde ponía: «Busca tu premio debajo de la tapa».

Y claro… como estaba manchada de yogur, le pegabas un lametazo y te cercenabas la lengua.

Y así podías pronunciar correctamente la marca Chambourcy.

Otras marcas más populares y más fáciles de pronunciar fueron Danone o Yoplait, que en los 80 regalaban sobres de cromos de las series animadas de moda, y tenías que darte una sobredosis de lactosa si querías acabar la colección.

Cuando nos cansábamos de tantos yogures, nos daban otros productos de envase similar pero más apetecibles como los flanes.

Años antes, los flanes se hacían en casa con estos polvos, de los que yo no me fiaría si te los ofrecía ese chino tan siniestro que parecía Fu Manchú.

Además, estos se comían en plato, y para sacarlos enteros de su envase tenían una pestaña de plástico en la base.

En teoría, estaba para que, al romperla, el flan saliese perfecto, pero casi nunca caía y al final acababas usando un cuchillo y destrozándolo todo.

Esa pestaña es como el apéndice o como la monarquía, algo que en su día tuvo una utilidad y, aunque ya no sirva para nada, sigue estando ahí.

Dicen que lo bueno si breve, dos veces bueno, pero con los Petit Suisse se pasaron de breves.

Eran tan pequeños que la cuchara casi no cabía en el envase, que, para colmo, tenía unas estrías donde se quedaba medio producto y había que rascar con el dedo para conseguir comértelo todo.

Parecían querer decirnos: «¿Quieres un Petit Suisse? ¡Pues toma y muérete de hambre!».

Hoy en día han tratado de manipular nuestros recuerdos con la publicidad. En el anuncio de hace un par de años de Petit Suisse salía un crío repelente que decía:

A mí me daban dos, y ¿a ti cuántos te daban…?

¿A mí? ¡Uno… y con suerte!

Encima tenían la desfachatez de decir: «Alimenta como un bistec».

¡Claro, si te comes el envase!

Pero no podemos olvidarnos del postre estrella: la copa Danone (o su prima hermana, la copa Dalky).

Tenía, como su nombre indica, forma de copa, era de chocolate o fresa y todo coronado con una buena ración de nata montada.

¿Se le podía pedir algo más a un postre? Pues sí, que no fuera solo para los domingos.

Un invento del averno fue la yogurtera. Pero si alguien ha probado los yogures hechos con ese aparato sabe lo que es el asco. Es el mayor fiasco electrodoméstico de la historia. Y en todos los hogares había una acumulando polvo durante años en un armario de la cocina.