Surgieron como una moda pasajera aprovechando el éxito de la serie de dibujos animados. Pero fue tal su acogida que han pasado décadas desde que la serie dejó de emitirse y sin embargo los pastelitos siguen vendiéndose.

Este popular pastelito fue el niño mimado de la familia de bollería industrial de Bimbo, formada por Bony, Tigretón y el desaparecido durante dos décadas Bucaneros.

Eran la competencia directa de otro pastelito: el Phoskitos.

Decía su eslogan: «Phoskitos, regalos y pastelitos».

Y de hecho los comprábamos por el cromo.

Me viene a la memoria un chiste de la época tan malo como apropiado:

—Tu padre es un proscrito.

—Sí, y el tuyo un Tigretón.

Pero donde esté una buena Pantera Rosa que se quiten todos los demás.

Hasta la alta cocina creativa de hoy en día ha flirteado con el concepto, tratando de imitar en sofisticados postres su sabor y color.

Y aunque es cierto que yo podría alimentarme únicamente con estos pastelitos, reconozco que muy saludables no son.

De hecho, no hay ningún alimento en la naturaleza con ese color.

Se conoce el caso de un niño que, tras una sobredosis de panteras rosas, llegó a brillar en la oscuridad.