Está claro que en los ochenta todas las madres de España estaban compinchadas. Todas decían las mismas frases y todas empleaban los mismos trucos para conseguir sus propósitos.
Por ejemplo, se pusieron de acuerdo para que los niños comiésemos espinacas. Pero ¿por qué espinacas? ¿Es que no hay mejores cosas en el mundo?
Además nos querían convencer con un argumento absurdo.
—Hijo, come espinacas que así serás… como Popeye.
—O sea ¿feo y tuerto? Paso… Déjate de historias, que hoy me hago yo la comida, mamá. ¿Hay pan? Trae pan. ¿Hay Nocilla…?
El bocadillo era la base de nuestra alimentación infantil y servía tanto para una merienda como para comer en el recreo.
Cuando llegaba esa hora y todos abríamos nuestra bolsita con el bocadillo, la frase que más se oía en el patio era: «¿El tuyo de qué es?».
Y para averiguarlo tenías que hacerle una vivisección.
Pero alguna vez descubrías con espanto que te habías olvidado el bocadillo en casa. Y cuando la tripa ya empezaba a sonarte, tenías que vivir de la caridad de los demás niños del patio.
—Mario, ¿me das un mordisco del tuyo?
—Yo te daría pero es que… se me gasta.
—Jobar, no seas… yo te di del mío ayer.
—Bueno, vale… Te voy a dar… pero hasta el dedo.
Y marcaba con sus dedos regordetes el límite del pan que estaba dispuesto a ofrecerte.
¡Qué asco de crío! Te entraban ganas de morderle literalmente hasta el dedo.
Y los bocatas eran un mundo… Porque ríete tú de la nueva cocina creativa.
Yo he comido bocadillos de queso con chocolate…, y de chorizo con paté La Piara.
Arzak y Adrià, unos aficionados al lado nuestro…
Y luego había un embutido extraño que combinábamos con cualquier cosa y que nadie supo jamás de qué estaba hecho…
¿Era chorizo…? ¿Era jamón york…?
No. Era… ¡mortadela!
¿De qué animal provenía esa carne…? ¿De la Pantera Rosa?
Que luego, para crear más incertidumbre sobre su procedencia, la hicieron con aceitunas… ¡Y hasta con la silueta de dibujos animados!
Claro, después escuchabas la noticia de que una mujer había visto a la Virgen en una pata de jamón… y tú decías: «Pues eso no es nada, yo he visto al oso Yogui en una loncha de mortadela».
Un intento de simplificar el clásico bocata de pan con chocolate fue el Bollycao®, que se convirtió en la merienda estrella.
Pero ante tal éxito no tardaron en aparecer otras marcas plagiando el invento, que nos hacían preguntarnos: ¿tan difícil es repartir el chocolate por todo el bollito?
Hubo un ingrediente en todos los bocadillos de España, injustamente olvidado, que quiero reivindicar desde aquí: el papel Albal con el que los envolvíamos.
Aunque no era precisamente un alimento, siempre, de forma inevitable, nos comíamos un trozo.