Los piojos fueron en nuestra época infantil los auténticos invasores del espacio exterior. Venían para instalarse en nuestra cabeza y colonizarla.
Por lo visto hubo una plaga de piojos en nuestro país y casi ponen a algunos colegios en cuarentena.
Los adultos lo veían como una epidemia, pero para nosotros eran un verdadero ejercicio de compañerismo: si tenías piojos, había que compartirlos.
Se lanzó toda una campaña escolar para acabar con los pequeños bichitos creando una terrible alarma social.
Si un día, por lo que fuese, te rascabas un poco la nuca, la cara de horror de tu madre no habría sido peor si en lugar de rascarte la cabeza, te la hubieras arrancado.
Los champús que prevenían y acababan con los piojos hicieron su agosto. Recuerdo especialmente el anuncio de televisión que usaba la canción de Parchís, pero con la letra cambiada, que decía:
«Filvit champú, Filvit, mamá. Porque más vale Filvit que tenerse que rascar».
Mi madre estaba tan obsesionada con que no cogiese piojos que durante meses me estuvo lavando la cabeza con vinagre. Nunca supe si quería matarlos o aliñarlos.
Yo jamás los tuve, pero no me habría importado, porque siempre quise tener mascotas.
Pero un buen día, según vinieron, desaparecieron. De la noche a la mañana los medios dejaron de hablar del tema y aquí no ha pasado nada.
¿Fueron una moda pasajera? ¿Realmente existieron? ¿Alguien vio uno alguna vez?
Creo que el tema fue una cortina de humo creada por el gobierno para alejar la atención de la sociedad de temas realmente importantes en esa época, como los OVNIS.