Por 25 pesetas díganos frases que popularizó el concurso Un, dos, tres… responda otra vez, como por ejemplo: «Tarjetita por aquí». Un dos tres responda otra vez:

«Tarjetita por aquí», «Hemos venido a jugar», «Si coche, coche, si vaca, vaca», «¿Por qué seráaaa?», «Vamos que nos vamos», «Ventidó, ventidó, ventidó…», «De todos los españoles», «Piticlín, piticlín», «Escuchemos la voz de los supertacañones» …

Y así podríamos forrarnos recordando todas las frases y muletillas que la gente llegó a incorporar a su vida cotidiana debido al éxito de este programa.

Porque todo lo que aparecía en Un, dos, tres se convertía en un éxito inmediato: los artistas, las azafatas, los productos…

Es difícil ser más fan que yo de este concurso, ya que, a pesar del paso del tiempo, sigo coleccionando el abundante merchandising que generó.

Me pasé la infancia jugando con mis amigos y familiares, preparando en mi casa el concurso completo, hasta con subasta de premios y todo.

Siempre soñé con poder trabajar algún día en ese programa.

Y nunca podré olvidar la emoción que sentí el día en que leí la noticia de que Un, dos, tres volvía a televisión tras diez años de ausencia. Y tampoco la taquicardia que sufrí el día en que recibí una llamada diciéndome que Chicho quería conocerme y hacerme una prueba.

Cada noche cuento en el espectáculo las anécdotas de ese momento de mi vida que tuvo el final más feliz posible.

Porque pasar de ver mi programa favorito, de niño, tumbado en la alfombra del salón de mi casa, a bajar por esa escalera mítica de la subasta fue un sueño cumplido a lo grande.

Mágica era la sintonía de la cabecera, cantada por una calabaza saltarina llamada Ruperta, a la que siempre puso su desafinada voz el propio Chicho.

Luego vinieron muchas más mascotas, como la Botilde, el Chollo y el Antichollo, el Boom y el Crack… Pero ninguna pudo superar el recuerdo y el encanto de la calabaza.

Habría que dedicar todo un libro a recordar el programa que hizo que los viernes fuesen especiales por algo más que por ser el comienzo del fin de semana.

Así que vayamos por partes.

EN LA PARTE POSITIVA

El primer presentador que tuvo el concurso fue Kiko Ledgard, un showman peruano que conquistó a la audiencia con su simpatía y sus excentricidades, llevaba varios relojes en cada muñeca y un calcetín de cada color.

Luego llegó la inimitable y carismática Mayra Gómez Kemp, que se convirtió en la mujer más importante de la televisión y la de la risa más contagiosa.

Temporadas después presentaron: Jordi Estadella con Miriam Díaz Aroca, Josep María Basch y Luis Larrodera.

Y por supuesto también estaban las secretarias, todas chicas estupendas, algunas con prometedoras carreras, a quienes les quedaban especialmente bien las gafas.

EN LA PARTE NEGATIVA

Don Cicuta fue uno de los personajes más grandes que ha dado la televisión. Por primera vez en un concurso había alguien que sufría cada vez que se daba un premio. Era un viejo siniestro y oscuro, una auténtica caricatura del régimen, que representaba la austeridad, la moral ultraconservadora, la tacañería, la censura…

Pero Valentín Tornos, el actor que le dio vida, desprendía tanta ternura natural que hizo que Don Cicuta fuese un personaje al que todo el mundo adoraba.

Tras su baja, entraron a sustituirle Don Rácano, Don Lápiz y Don Estrecho. Y ya en la época de Mayra, su versión femenina: Las Tacañonas, interpretadas por las hermanas Hurtado.

LOS PREMIOS

El coche era uno de los premios más codiciados, y nos deslumbraba la presencia en el plató del Seat 132 con una azafata despatarrada sobre el capó.

Pero, sin duda, el regalo estrella era el apartamento en Torrevieja, Alicante.

Que hasta entonces nadie tenía ni puñetera idea de dónde estaba Torrevieja.

Hoy en día Torrevieja debe de ser una especie de colonia de ex concursantes de Un, dos, tres que habrán procreado llamando Chicho a los niños y Ruperta a las niñas, y donde en las lápidas del cementerio en lugar de «Descanse en paz» se leerá «Campana y se acabó».

Y SI ALGO FALLA EL RESPONSABLE DE TODO ES:

Narciso Ibáñez Serrador.

Responsable también de meternos el miedo en el cuerpo con «Historias para no dormir», fue el creador de este concurso, que no paró de crecer y de reinventarse temporada tras temporada.

Y le estaré siempre agradecido por llevar cada semana a nuestras casas el espectáculo más grande que podía caber en la pantalla de un televisor.

Por divertirnos, por asustarnos, por erotizarnos, por despertar nuestro lado lúdico, por hacernos reflexionar y sobre todo por confiar en mí.

Gracias, Chicho.

Y hasta aquí puedo leer.