Hacía tiempo que quería desnudar a mi autor. No sé si él se dejará, pero voy a intentarlo.
PATTY.— En primer lugar, me gustaría saber si soy hombre, mujer o travestón.
PEDRO.— Eres una mujer, naturalmente. Una mujer que no duerme nunca, pero una mujer al fin y al cabo.
PATTY.— ¿Y por qué no duermo? Hay somníferos que harían roncar a un mastodonte. El roipnol, por ejemplo; a los yonkis les he oído hablar muy bien del Roipnol.
PEDRO.— Tú no puedes dormir porque para ti el sueño significaría la muerte.
PATTY.— Pues hay gente que en estado de catalepsia hace cosas muy interesantes. O gente que aprovecha que es sonámbula para divertirse.
PEDRO.— ¿Ah, sí? ¿Quién?
PATTY.— Un personaje de Copi, por ejemplo. Es una señora que se hace la sonámbula para pasarse muchísimo y después poder decir que estaba dormida, y que no recuerda ni es responsable de nada.
PEDRO.— Entonces era falso que estuviera dormida. ¿Por qué quieres dormir?
PATTY.— No sé. He oído comentar a otros personajes que entre polvo y polvo la gente echa un sueñecito.
PEDRO.— Tú no lo necesitas, estás llena de vida. El signo de nuestros tiempos es el vértigo, la actividad frenética. Y tú eres una chica típica de nuestro tiempo.
PATTY.— Últimamente estás más preocupado por mi corazón que por mi coño. ¿Qué es lo que te pasa?
PEDRO.— Supongo que ando necesitado de un amor absoluto. Últimamente a todo el mundo le propongo que se case conmigo. Y lo hago en serio.
PATTY.— ¿Entonces yo soy un simple reflejo tuyo, esa cosa tan horrible que se llama un «alter ego»?
PEDRO.— No. Tú eres una fantasía de los lectores. Eres lo que a los lectores les gustaría ser.
PATTY.— ¿Tú lees mis memorias?
PEDRO.— Las leo una vez para ver cuántos errores de impresión hay, y desesperarme después.
PATTY.— O sea, que también eres un lector. O sea, que a ti también te gustaría ser como yo.
PEDRO.— Me gustaría tener tu espontaneidad y tu sentido positivo de la vida.
PATTY.— Oye, ¿por qué no haces una serie de televisión conmigo?
PEDRO.— Sería difícil encontrar a una actriz.
PATTY.— Yo creo que Morgan Fairchild lo haría muy bien.
PEDRO.— No. Tú eres más sexy. Además no creo que Morgan Fairchild estuviera dispuesta a chupar tantas pollas. Y seguro que en televisión tampoco lo permitirían.
PATTY.— ¿Ni en las privadas?
PEDRO.— No lo creo.
PATTY.— Háblame más de mí, mientras te hago alguna cosita.
PEDRO.— No quiero que me hagas nada.
PATTY.— Dime qué te gusta. A mí se me da bien todo.
PEDRO.— Estáte quieta. Si quiero masturbarme sé muy bien cómo hacerlo.
PATTY.— ¿Cómo lo haces?
PEDRO.— Soy esencialmente voyeur.
PATTY.— Como en Doble cuerpo, la película de Brian de Palma.
PEDRO.— No, me gusta mirarme a mí mismo. Me gustaría filmar mis propios polvos para después mirarlos.
PATTY.— ¿Qué relación guardo con Holly Golighty, Pepi y Fran Lebowitz?
PEDRO.— Son primas hermanas tuyas. Antes de que tú existieras existían ellas, pero sois el mismo tipo de chicas. Tú un poco más ordinaria y menos patética.
PATTY.— ¿Hago algún deporte para conservarme?
PEDRO.— Los deportes te aburren, incluso los que están de moda. Te conservas porque sí.
PATTY.— ¿No me salen várices estando tanto tiempo de pie? Porque odio las várices.
PEDRO.— Nunca tendrás várices. Lo mejor tuyo son las piernas. Eres Libra, como yo y como Brigitte Bardot.
PATTY.— Pero tus piernas son más parecidas a las de Addy Ventura que a las de Brigitte. ¿Addy es también Libra?
PEDRO.— No lo sé. Oscar Wilde también era Libra; probablemente haya heredado las piernas de él.
PATTY.— No sé cómo eran las piernas de Oscar. Siempre me fijé en lo que decía, pero nunca en sus piernas. ¿Por qué los hombres realmente interesantes no resultáis nunca sexys, si exceptuamos a Sam Sheppard?
PEDRO.— Pues yo me miro en el espejo y me excito.
PATTY.— Eso es porque, como todo manchego, eres un chico muy práctico. Hablando de otro tema, ¿tengo alguna ideología?
PEDRO.— Te gusta follar y que la gente te admire.
PATTY.— Quiero decir si soy socialista.
PEDRO.— No, pero no te importaría hacértelo con Felipe González.
PATTY.— Entonces, en cierto sentido soy socialista. Porque con Fraga, por ejemplo, no me acostaría, ¿verdad?
PEDRO.— No.
PATTY.— ¿Y con Tamames y Enrique Curiel?
PEDRO.— Con ésos sí, incluso con los dos a la vez.
PATTY.— ¿Crees que debería proponérselo?
PEDRO.— No creo que aceptaran. Tienes demasiado desparpajo para los hombres de izquierda.
PATTY.— Bueno, de momento arréglame el asunto del taxista que se parece a Robert Mitchum. A ése sí que le gusto.
PEDRO.— Ya veremos.
PATTY.— Pedro, creo que después de esta entrevista sigo sin saber nada de ti.
PEDRO.— Sin embargo yo de ti lo sabía ya todo.
FIN