Me llamó mi VIEJA amiga Addy Possa, que ahora quiere debutar como directora de cine, para proponerme un papel en su primera película. Permitidme que os hable de ella.
Addy pesa mucho más que la primera Betty Midler y Mae West juntas y cree poseer la misma gracia grosera de ambas. La Historia Universal ha sido muy explícita sobre la tragedia de la obesidad. Ahí está Roseanne Burr, a punto de divorciarse de su nuevo marido, simplemente porque ha engordado en los últimos días unos veinte kilos. O Cristina Onassis, que lo tiene todo menos una figura estilizada, lo cual la convierte en el ser más desgraciado del mundo. Me consta que Addy ha visto fotos de ambas en las revistas, pero como es un zoquete, es incapaz de trascender lo que ve. Aunque debo reconocerle una cualidad única: Addy es la mujer que mejor sabe mentirse a sí misma. Addy es cocainómana y se ha enamorado de un traje negro de Terry Mugler. Sueña con ponérselo la noche del estreno de su futura película. A ella lo que más le gusta del cine es lucir un modelazo en el estreno. Así que ha decidido dejar la coca para poder pagárselo. Y el problema es que si deja la coca engordará todavía más y no habrá traje que le quepa. Y la pobre está muy preocupada.
Ha elaborado cierta teoría sobre los problemas de una directora de cine:
—¿Tú sabes, Pat, por qué en España hay sólo dos directoras de cine?
—No, dímelo tú, addypossita.
—Porque según está organizado el cine aquí, una directora no tiene ni cinco minutos para cuidar de su aspecto.
—Nunca supuse que tu aspecto te preocupara lo más mínimo. De ser así, te habrías suicidado nada más nacer.
—No seas hiena, Patty. Resulta que con el trajín del rodaje la directora no tiene tiempo ni de afeitarse el sobaco. Y no digamos ya de vestirse un poco. Todo son prisas. Y como comprenderás, yo no estoy dispuesta. Lo dejaré bien claro en mi contrato. Antes de maquillar a la protagonista se me maquilla a mí, que para eso soy la directora. He incluido en el presupuesto dos millones para mi vestuario personal. No pienso ir al rodaje con pantalones y zamarra. Estrenaré cada día un nuevo conjunto, de acuerdo con la escena que estemos rodando. Odio esas fotos de los directores, despeinados y con barba. No me extraña que el cine español se venda tan mal en el extranjero.
Addy va a producir también la película, ha montado una productora con unos ahorrillos que tenía. Durante todo el ochenta y cuatro se ha dedicado principalmente al tráfico ilegal de coca. Aunque Addy sola se ha esnifado unos cinco kilos, ha conseguido ahorrar veinte millones. Presentó al Ministerio de Cultura su proyecto y chupándosela a medio staff ha logrado que la subvencionen quince millones, calificando a su futura ópera prima de película experimental, porque haga lo que haga Addy, seguro que será experimental. Quiere retirarse de la coca, no sólo para poder comprarse el traje negro de Terry Mugler, sino para ahorrar otros diez millones y empezar a rodar dentro de unos meses, en plan cooperativa.
La pobre ha llevado una vida tan ridícula, y le hace tanta ilusión convertirse en directora, que por eso la apoyo, y porque (para qué ocultarlo) seré YO la que acabe firmando la película y en definitiva todos sus esfuerzos servirán para producirme una película a MI, sin que ella se dé cuenta. Pero tendré que cambiar algunas cosas. Por ejemplo, el guión. Os lo explico un poco por encima: El mundo está dividido en dos grandes potencias: la Frankestina y la Sucker. El resto son simples satélites de ambas. Como son muy divinas, cada potencia se pasa todo el tiempo queriendo controlar a la otra y así dominar el mundo. El pueblo frankestino es un pueblo de mujeres, descienden de un polvo que echaron Frankestein y una hermana del doctor Jeckil. Son además enanas, amazonas y lesbianas, y tienen su cuartel general en una selva colombiana. Sus enemigos, los «suckers» (mamadores, en español), son todos chicos, muy altos y muy pálidos, homosexuales y modelos publicitarios. Descienden de la unión monstruosa de Drácula con una Poltergeist. Un día, un alto mandatario sucker tiene una idea: las grandes historias de amor han servido siempre para unir a los pueblos, pero como el suyo no necesita unirse a nadie, se servirá del amor para destruir a sus adversarios. Un sucker, el más guapo y con menos pluma, debe seducir a una frankestina para poder infiltrarse en el cuartel general de las amazonas, situado en una selva colombiana. Durante la fiesta anual en la que se celebra la onomástica de la presidenta, el Sucker-Sin-Pluma le ha dado a la Enana un elixir fabricado por un científico sucker para que se lo ponga en las copas de sus compañeras, diciéndoles que es mescalina. Después de bebérselo, las enanas enloquecen y empiezan a follar unas con otras. El ejército sucker las sorprenderá en pleno bollo y, con el ejército, una sombra tan pálida como ellos, la muerte. Dominar el mundo después de la masacre será cosa de coser y cantar.
Además de ponerse modelos, Addy quiere ganar mucho dinero con su película y ha escrito un final feliz. Resulta que un agente secreto, no se sabe si Flint, James Bond o la señorita Marple, veranea casualmente en Colombia y se entera del pérfido plan sucker. Se las ingenia para entrar en contacto con el Sucker-Sin-Pluma y la enana protagonista. Ambos se enamoran de él, pero él no se enamora de ninguno, por lo que el sucker y la enana se suicidan, pasando total de su misión. El equilibrio de las dos potencias y del resto del mundo sigue como siempre.
Esta es la historia más o menos, y Addy me ha ofrecido el papel de enana protagonista. Entiendo que Addy quiera utilizar mi nombre, todo el mundo sabe que PATTY VENDE, pero también sabe que soy ADICTA a la PLATAFORMA y que odio las sandalias (todas las frankes van con sandalias) y que aunque menos alta que Bibi Anderssen, tampoco soy Linda Hunt. Y lo que es más importante, PATTY TIENE COCO, y una chica con coco no se presta a nada sin antes imponer sus condiciones. Y éstas son las mías:
PRIMERA. A MI nadie me hace suicidarme por amor, ya sea Roger Moore, James Coburn o Sean Connery, que es el que más me saca. Sino al contrario, será el agente el que se suicidará después de haber echado un buen polvo conmigo.
SEGUNDA. UNA SERVIDORA, por muy BUENA ACTRIZ que sea, nunca podrá hacer de enana. O sea, que no seré frankestina, sino sucker (experiencia no me falta). Para la historia será mucho más interesante, aunque haya que reescribir el guión (YO me encargo de ello). Los sucker son todos hombres, pero hete ahí que también hay una mujer: YO. Con lo cual nadie tiene la menor duda de que soy la elegida para llevar a cabo todo tipo de planes. Habrá una profecía muy antigua que diga que el día que el pueblo sucker engendre a una mujer, esa mujer, es decir YO, logrará vencer todo lo que se ponga por delante.
TERCERA. No pienso ir demasiado pálida, sino muy bien maquillada por Beatriz Alvarez, con colores pastel y en plan muy roxymusic.
CUARTA. Nada de viajar a Colombia. Las escenas colombianas se pueden rodar perfectamente en Alicante. Allí podremos encontrar montones de enanas divinas, que pueden hacer de extras, y cantidad de suckers que, aunque bronceados por la brisa mediterránea, bien maquillados por Alaska (la mejor estetitienne del mundo) pueden quedar tan pálidos como Carolina Herrera.
Addy Possa se ha inventado la escena de Colombia para que de paso todo el equipo se traiga en el estómago trescientos gramos de coca y así completar el presupuesto de la película. Y eso sí que no. Para depende de qué cosas soy muy respetuosa con la ley.