7

Fue tres noches más tarde. Todos estábamos sentados alrededor de la mesa del salón: Fay, tío Bud y yo. Estudiábamos el mapa de la ciudad y mirábamos por encima las notas de tío Bud. Había un montón de ellas, de notas, quiero decir. Como Fay me había explicado, él había estado planeando aquello durante meses y meses, y había pocas cosas que no conociera sobre Charles Vanderventer III. De hecho, creo que sabía más sobre el chico que su propia familia. Y lo digo porque si ellos hubieran sabido lo que nosotros, no habría sido posible ningún secuestro.

Me dio por pensar en ello más tarde, cuando se desató el embrollo, cuando ya había alarma en cuatro estados y se había llamado a miles de policías extra para la búsqueda, y cientos de sospechosos eran cercados e interrogados. Solo por hacer una suposición, diría que aquello debió de costarle a alguien varios millones de dólares. Y, desde luego, no hay modo de contar lo que tuvo que costarle a los padres.

Y todo era tan carente de sentido, ¿saben? Habría sido tan fácil evitarlo.

Cuanto más pensaba en ello, más me parecía que Bill Collins y Charles Vanderventer III estaban navegando en el mismo barco. Sé que suena extraño y que parece que estoy de broma, pero no lo estoy. Aparte de Doc Goldman, quien realmente era incapaz de hacer nada, nadie se interesó por nosotros hasta el secuestro. Nadie hizo nada por pararlo. Ellos tenían que saber que yo era un tipo que podía haber hecho algo así. Tenían que saber que yo —o alguien como yo— era un buen candidato, pero nadie hizo nada por averiguarlo. A los tipos como yo los dejan andar por ahí con algún arresto de vez en cuando y algún que otro mamporro de tanto en tanto, pero en realidad sin dar un duro por nosotros. Así era, y seguiría siendo, mientras nos mantuviéramos apartados y estuviéramos tranquilos.

Pero en ese entonces los tres estábamos en ello, y trabajando duro en la trama. Recuerdo a tío Bud sirviéndose una bebida y levantando una ceja mientras me miraba.

—Bueno, Kid. Creo que esos son los mejores lugares: o el campo de deportes o el cine. Tú eres quien decide.

—Veamos —dije—: si fuera el cine, ¿tendría que ser mañana?

—Bueno, podríamos esperar otra semana, pero siempre tendría que ser un sábado. Es el día que ponen películas de vaqueros en ese cine, lo cual ocurre cada vez que va.

—¿Y la nurse lo deja allí solo algunas veces, mientras ella y Rogers, el chófer, se dan una vuelta?

—Lo ha hecho, pero no siempre. No podemos contar con eso. Con lo que sí podemos contar es con que ella lo dejará solo mientras va al servicio de señoras. Cuestión, tal vez, de quince o quizá veinte minutos.

Dudé.

—¿Siempre se queda tanto tiempo?

—Lo he controlado una docena de veces, y nunca ha sido menos. Una vez estuvo media hora. Supongo que no le gustan las películas de vaqueros, de modo que no tiene prisa.

—Solo hay una pega. Yo no podría estar en la sala de uniforme. Fay tendría que encontrarse dentro, y entonces, cuando la nurse se fuera, salir y decírmelo.

—Podría hacerlo. —Fay se encogió de hombros—. Podría hacer eso en vez de quedarme a esperar en el coche.

—Sí —dije—, pero eso deja un lapso de tiempo vacío. Podría ocurrir algo mientras sales fuera, me lo señalas y yo entro en la sala.

Fay le hizo a tío Bud una de sus muecas de entendimiento. Ella había estado disminuyendo la dosis de bebida, había hecho un buen progreso al respecto y se estaba volviendo bastante aguda.

—Es un chico vivo —dijo—, justo cuando estás pensando que no podría ver agujeros en un queso suizo, señala un agujero como ese.

—Yo ya dije que era listo —tío Bud la miró ceñudo—, lo dije desde un principio.

—Así es como luces, anticipándote.

—Bueno… —Tío Bud se giró sin levantarse de la silla, y ahora casi le daba a ella la espalda—. Yo aún pienso que la del cine es la mejor de las dos posibilidades. El chófer entrará en la sala antes y se lo llevará. Después de todo, el chico está acostumbrado a hacer lo que le dicen.

—Él igualmente haría lo que le dijeran en el campo de deportes —repliqué—, y no tendríamos que preocuparnos por la nurse.

—Pero tendrás que preguntar por él en el campo. Estará mezclado con un montón de chicos, ¿sabes?, y probablemente tendrás que recurrir a la vigilante. Todo eso lleva tiempo.

—Creo que me lo tomaré —dije—. Ese cine está justo en el centro de la ciudad. Si hubiera algún problema, nunca podríamos escaparnos.

Fay se echó a reír. Se sirvió un poco de whisky y empujó la botella hacia mí.

—Por Collie. Para que se agudice aún más su sentido del olfato. ¿Beberás por eso, tío Bud?

Tío Bud le lanzó una mirada dura, pero después él también rio y dijo que brindaría por lo que fuera.

—Pero vigila este rollo, ¿eh? —añadió—. Sé que estás dejándolo, pero recuerda que no puedes estar bebida o tener una resaca en este trabajo.

Fay le respondió con una sonrisa perversa. Después me sonrió a mí, pero lo hizo de otra manera, y supe que estaría sobria antes de que empezáramos con el trabajo.

—De acuerdo entonces, Kid. —Tío Bud se volvió hacia mí—. Lo haremos el lunes próximo en el campo. Mañana está fuera, en el cine, y el domingo se queda en casa. Así que lo haremos el lunes.

—Alrededor de las tres —dije.

—Sobre las tres, pocos minutos antes, para que sea seguro. El chófer, ese Rogers, lleva al chico al campo a la una; nunca pasa a recogerlo antes de las tres y media o las cuatro.

Continuamos hablando y volviendo a los detalles una y otra vez. Dejé pasar un rato, me abotoné la chaqueta del uniforme y me puse las grandes gafas de sol. Dejé que tío Bud volviera a mirarme.

Lo había comprado en otra ciudad. Todo él era exactamente igual al del chófer verdadero.

—¡A… ja! —Me indicó que me sentara—. Una vez que te hayamos hecho unos ligeros retoques en el peinado, pasarás muy bien por él. Quizá seas un poco más alto que el otro tipo, pero nadie se va a poner a medirte.

—Estas gafas me preocupan. Hacen que me sude la cara, y así no puedo ver bien.

—Bueno, no tendrás que mirar mucho con ellas. No te las pongas hasta el último momento.

Cogí mi vaso y bebí un sorbo. Sentía que debía decir algo más, pero por más que pensaba no me venía la idea.

—¿Sí, Kid? —Él estaba estudiando mi cara—. ¿Te sientes un poco nervioso? ¿Te pasa algo por la cabeza?

Dije que no me encontraba particularmente nervioso. No estaba preocupado por nada de lo que tendría que hacer.

—Solo, el…

—Se está preguntando por el dinero. —Fay me guiñó un ojo—. Se siente perdido cuando no tiene los bolsillos llenos de pasta.

—Bueno. No se sentirá perdido mucho tiempo más —dijo tío Bud—. Lo tendremos dentro de una semana, Kid. Cien de los grandes para mí. Ciento cincuenta a repartir entre Fay y tú. Es lo justo, ¿no?

—Es justo. Supongo que lo que me preocupa… es pensar en todo ese dinero. Quiero decir que casi no puedo creer que vayamos a tener de verdad todo eso.

—Lo conseguiremos —dijo Fay—. Tendremos nuestro paquete o alguien se ganará algo feo.

Tío Bud encendió un cigarrillo y apagó la cerilla en un cenicero. Aspiró un par de cortas bocanadas, sacudiendo la mano cada vez que se llevaba el cigarrillo a la boca.

—No hemos de tener misterios entre nosotros. Kid tiene algo en la cabeza. Mejor que lo descargue.

Dije que en realidad no era nada, tan solo una idea que me había venido.

—Me estaba preguntando —dije— si no habría otra manera de hacernos con un botín sin tener que montarnos un secuestro. Solo empezarlo, ya sabes, una especie de fraude, entonces vienes tú, intervienes y rescatas al chico, algo así.

—¿Sí? —En la mirada que me lanzó había algo de alarma—. ¿Sí? —Se sirvió una copa mirando el vaso todo el tiempo—. Continúa, Kid.

—Bueno, probablemente la familia nos daría una recompensa muy buena, y tú quizá podrías volver a tu puesto en el departamento; por supuesto, no habría tanto dinero para repartir, pero Fay y yo podríamos tirar con mucho menos.

—Pero ¿cómo lo llevarías a cabo, Kid? ¿Cómo vas a convencerles? ¿Cómo vas a actuar de gran héroe cuando no has logrado atrapar a nadie?

Me rasqué la cabeza.

Fay se echó a reír.

—Este sí que es un buen Collie.

—No se puede hacer, Kid. —Tío Bud se encogió de hombros—. Simplemente no se puede.

—No —dije—, creo que no puede ser.

—Nones. Ni siquiera intentarlo. Así que seguimos con lo del lunes próximo. Dentro de una semana estaremos bastante…