Capítulo 12

El nuevo día llegó poco a poco, como sucede en la superficie de la tierra, la luz fue creciendo en intensidad mientras que en el techo abovedado desaparecían las estrellas, el color pasó del índigo al rosa hasta llegar al azul cielo, Saranta comenzaba a cobrar vida.

Suzanne fue la primera en despertar con la llegada del amanecer artificial, vio a su alrededor el mármol blanco, los espejos, la piscina, y se dio cuenta sobresaltada de que la surreal experiencia interterrana no había sido un sueño.

Volvió la cabeza despacio y miró a Garona, que dormía de costado, hacia ella, a Suzanne le sorprendía haber permitido que se quedara a pasar la noche, no era su costumbre, sólo había demostrado un poco de compostura al negarse con firmeza a quitarse la ropa, había dormido vestida.

No sabía muy bien si achacar su decisión al christal que había bebido, o a la belleza de Garona, que había sabido ganársela con halagos, aunque odiaba admitirlo, Suzanne consideraba importante el atractivo físico, de hecho era en parte la razón de haberse aferrado a la relación insegura e insana que había mantenido con aquel actor en los Ángeles.

Garona, como si hubiera notado su mirada, abrió sus ojos oscuros y sonrió con expresión soñadora, lo cierto es que Suzanne no podía arrepentirse mucho de lo sucedido.

—Siento haberte despertado —atinó a decir, Garona era tan guapo a la luz del día como la noche anterior.

—No lo sientas, es estupendo despertarse y ver que todavía estoy contigo.

—¿Cómo es que siempre sabes decir lo más adecuado? —Preguntó ella, sin atisbo de sarcasmo.

—Digo lo que me gustaría que me dijeran a mí.

Suzanne asintió con la cabeza, Garona intentó abrazarla, pero ella se levantó de la cama.

—Por favor, Garona, no quiero repetir lo de anoche, por lo menos no ahora.

Garona se tumbó de nuevo.

—No entiendo por qué, ¿es que acaso no te importo nada?

Suzanne lanzó un gemido.

—Ay, Garona, siendo tan sensible y tan sofisticado no veo por qué te cuesta tanto entenderlo, ya te dije anoche que necesito un poco de tiempo para conocer a alguien.

—¿Qué quieres saber? puedes preguntarme todo lo que quieras.

—Mira, por supuesto que me importas, de lo contrario, no te habría dejado quedarte, no suelo hacer estas cosas tan deprisa, y me alegro de que te quedaras, pero no esperes mucho de mí, piensa en todas las cosas que tengo que asimilar.

—Pero es que no es natural, no deberías contener tanto tus emociones.

—No estoy de acuerdo, no puedo ir por la vida dando rienda suelta a todos los caprichos que se me antojen, y tú deberías hacer como yo, al fin y al cabo no sabes nada de mí, podría estar casada, o tener novio.

—Supongo que lo tienes —replicó Garona—, de hecho me sorprendería que no estuvieras con nadie, pero eso no importa.

—Mira qué bien, —Suzanne se puso las manos en las caderas y le miró con expresión desafiante—, a ti no te importa, ¿pero y a mí? —de pronto se interrumpió y se frotó los ojos, se estaba enfadando cada vez más, y acababa de despertarse—, prefiero hablar de esto en otro momento, que hoy ya tengo bastantes cosas por delante, Arak ha prometido responder a nuestras preguntas, y te aseguro que yo tengo un montón.

Se acercó a uno de los muchos espejos y dio un respingo al verse, podía tener la mente confusa, pero una cosa estaba clara.

Aquel pelo de siete centímetros de largo no le sentaba nada bien, Garona se sentó en la cama y se estiro.

—Los seres humanos de segunda generación sois tan serios…

—No sé qué significa eso de «segunda generación», pero creo que tengo razones de sobra para estar seria, para empezar, no he venido aquí por mi propia voluntad, como dice Donald, hemos sido secuestrados.

*****

Tal como había prometido, Arak apareció justo después de que el grupo hubiera terminado con el desayuno, y preguntó si estaban listos para la sesión didáctica, Perry y Suzanne estaban ansiosos, Donald no se mostró tan entusiasmado, y Richard y Michael no parecían tener el menor interés, de hecho estaban tensos y callados, cosa nada propia en ellos, Perry pensó que sería debido a la resaca.

—Yo no lo dudaría —convino Suzanne—, con lo borrachos que iban ayer, ¿tú cómo estás?

—Estupendamente —contestó Perry—, dadas las circunstancias, anoche fue una velada de lo más interesante, ¿y tu amigo Garona? ¿Se quedó mucho tiempo?

—Un rato, ¿y Luna?

—Lo mismo.

Perry y Suzanne evitaron mirarse a los ojos.

En cuanto todos estuvieron listos, Arak los condujo hacia una estructura semicircular parecida al pabellón aunque mucho más pequeña, Perry y Suzanne caminaban con Arak, Donald se retrasó un poco, y los buceadores todavía más.

—Sigo pensando que deberías decírselo a Donald —susurró Michael—, a lo mejor a él se le ocurre qué hacer.

—¿Qué coño quieres que haga ese hijoputa? El chaval está muerto y Fuller no lo va a resucitar.

—No, pero puede que se le ocurra algo mejor para esconder el cadáver, me da miedo que lo encuentren, y la verdad es que no me apetece nada saber qué hacen aquí con los asesinos.

Richard se frenó en seco.

—¿Te refieres a mí?

—Bueno, tú lo mataste.

—Tú también le pegaste.

—Pero yo no lo maté, y además, todo fue idea tuya.

Richard miró furioso a su amigo.

—Mira tío, estamos juntos en esto, era tu habitación, lo que me pase a mí te pasará a ti, eso que quede claro.

—Vamos, vosotros dos, —Arak había abierto la puerta del pequeño edificio sin ventanas y todos esperaban a los buceadores.

—Eso da igual —susurró Michael nervioso—, el caso es que el cuerpo apenas está escondido, tienes que decírselo a Donald, por si se le ocurre algo mejor, es verdad que es un hijoputa, pero también es listo.

—Está bien —accedió Richard de mala gana.

Por fin llegaron con los demás, Arak les sonrió y entró al edificio seguido de Suzanne y Perry, Richard tiró de la manga de Donald, que apartó el brazo de un tirón y siguió caminando.

—¡Comandante Fuller! ¡Espere un momento!

Donald se volvió hacia Richard con una mirada de desdén, pero no se detuvo, Arak les guiaba por un pasillo curvo y sin ventanas.

—Quisiera disculparme por lo de anoche —prosiguió Richard, caminando junto a Donald.

—¿Por qué? ¿Por tu estupidez, por la borrachera o por dejar que esta gente te embaucara?

Richard se mordió el labio.

—Tal vez por las tres cosas, la verdad es que perdimos la cabeza, pero no es de eso que quiero hablarle.

Donald se paró con tanta brusquedad que Richard casi chocó contra él, Michael se tropezó con su amigo.

—¿Qué pasa? —Preguntó Donald con tono severo—, ve al grano, nos espera una charla muy interesante que no quiero perderme.

—Bueno, es que… —Richard no sabía cómo empezar, a pesar de su habitual bravuconería, ahora se sentía intimidado por Donald.

—Habla de una vez.

—Michael y yo creemos que lo mejor es salir zumbando de Interterra.

—Vaya, qué listos, e imagino que habéis tenido esa revelación esta misma mañana, pues bien, os recuerdo que no sabremos dónde coño estamos hasta que Arak se decida a informarnos, así que, una vez lo sepamos, quizá podamos hablar de nuevo.

Donald quiso marcharse, pero Richard le agarró el brazo con desesperación, el ex oficial le miró furioso.

—Suéltame antes de que pierda los estribos.

—Pero…

—¡Ya basta! —Donald zafó el brazo de un tirón y echó a andar a toda prisa en pos de los demás.

—¿Por qué coño no se lo has dicho? —preguntó irritado Michael.

—Tú tampoco has dicho nada.

—Ya, porque quedamos en que hablarías tú. —Michael alzó las manos con exasperación—. ¡Y sí que has hablado mucho! Mi abuela lo habría hecho mejor, ahora estamos donde empezamos, sabes que el cadáver no está muy bien escondido. ¿Y si lo encuentran?

Richard se estremeció.

—No quiero ni pensarlo, de todas formas era lo mejor que podíamos hacer.

—Deberíamos habernos quedado en la habitación.

—Eso no solucionaría nada —observó Richard—, vamos, a ver si por lo menos averiguamos dónde estamos y se nos ocurre cómo coño escapar de aquí.

Por fin echaron a andar hasta llegar a una sala circular y sin ventanas, muy futurista, de diez metros de diámetro y techo abovedado, en torno a la zona central, oscura y ligeramente convexa, había una hilera de unas doce sillas.

Arak y Sufa estaban sentados frente a la entrada, los brazos de sus sillas incorporaban un conjunto de mandos, a su derecha había dos personas desconocidas, aunque vestían de blanco como todos, no eran tan atractivas como los demás Interterranos, Suzanne y Perry se encontraban a la izquierda de Arak, y Donald se había sentado aparte.

—Por favor, Richard y Michael, sentaos donde queráis —dijo Arak—, vamos a empezar.

Richard se acomodó junto a Donald y le saludó con la cabeza, pero el ex oficial se inclinó hacia el otro lado, Michael se colocó junto a Richard.

—Quiero daros de nuevo la bienvenida a Interterra —comenzó Arak—, hoy vamos a ejercitar vuestro intelecto de forma muy positiva, y de paso descubriréis lo afortunados que sois.

—¿Por qué no empiezas por decirnos cuándo vamos a volver a casa? —preguntó Richard.

—¡Cállate! —le espetó Donald.

Arak se echó a reír.

—Richard, te agradezco tu espontaneidad, pero ten paciencia.

—Primero nos gustaría presentaros a dos de nuestros distinguidos ciudadanos —terció Sufa—, estoy segura de que os ayudará mucho hablar con ellos, puesto que, igual que vosotros, proceden del mundo de la superficie, os presento a Ismael y Mary Black.

La pareja se inclinó en una reverencia, Michael empezó a aplaudir por costumbre, pero se detuvo al ver que era el único, Suzanne y Perry miraron a los dos desconocidos sin ocultar su curiosidad.

—Mary y yo queremos daros también la bienvenida —comenzó Ismael, era bastante alto, de rostro enjuto y rasgos afilados, con los ojos hundidos—, estamos aquí porque nosotros ya hemos experimentado lo que vais a experimentar vosotros, en primer lugar os aconsejo que no intentéis asimilarlo todo de golpe.

Michael se inclinó hacia Richard.

—¿Crees que se refiere a la crema tan cojonuda de anoche?

—¡Silencio! —Le espetó Donald—, si vais a seguir interrumpiendo, ya os podéis ir a sentar a otra parte.

—Está bien, está bien.

—Gracias, Ismael —dijo Arak, se volvió hacia los demás—, espero que sigáis el consejo de los Black, hemos pensado que será mejor dividir el trabajo, Sufa y yo nos encargaremos de daros información, mientras que Ismael y Mary se encargaran de vuestra adaptación.

Suzanne se inclinó hacia Perry con expresión preocupada.

—¿Qué es eso de adaptación? ¿Cuánto tiempo pensarán tenernos aquí?

—No lo sé —contestó Perry, también inquieto.

—Antes de empezar me gustaría ofreceros a cada uno un telecomunicador y un ocular, —Sufa sacó de una caja cinco paquetes, cada uno con un nombre impreso, y procedió a repartirlos, Richard y Michael abrieron los suyos como si fueran regalos de navidad, Suzanne y Perry tuvieron más cuidado, Donald dejó el suyo sin abrir sobre el regazo.

—Esto parecen unas gafas y un reloj de pulsera sin esfera —comentó Michael, algo decepcionado, se probó las gafas, tenían una forma aerodinámica, con las lentes transparentes.

—Es un sistema de telecomunicaciones —explicó Sufa—, está programado para responder a la voz de cada uno, de modo que no son intercambiables, ya os enseñaremos más adelante cómo funcionan.

—¿Para qué sirven? —preguntó Richard.

—Para muchas cosas, están conectados con fuentes de datos centrales, cuya información aparecerá en las lentes, también permiten la comunicación visual y auditiva con cualquier otro habitante de Interterra, también sirven por ejemplo para llamar un taxi, pero ya hablaremos de eso más tarde.

—Vamos a comenzar —anunció Arak, tocó el teclado que tenía delante y la zona convexa y oscura se tomó de un azul fosforescente—, en primer lugar debemos hablar del concepto de tiempo, este es tal vez el tema más difícil para la gente como vosotros, porque en Interterra el tiempo no es un proceso inmutable como parece ser en el mundo de la superficie, un científico vuestro, el señor Einstein, reconoció la relatividad del tiempo, en el sentido de que depende de la posición del observador, aquí en Interterra veréis muchos ejemplos de esa relatividad, el más sencillo es la edad de nuestra civilización, desde la perspectiva de las referencias de la superficie, nuestra civilización es increíblemente antigua, mientras que desde nuestra perspectiva y la del resto del sistema solar no lo es, vuestra civilización se mide en milenios, la nuestra en millones de años y la del sistema solar en billones.

—Joder —se quejó Richard—, ¿tenemos que aguantar esta lata? Pensaba que ibais a decirnos dónde demonios estamos.

—A menos que comprendáis los conceptos básicos, lo que os voy a decir os resultará increíble y sin sentido.

—¿Y por qué no lo hacemos al revés? Dinos primero dónde estamos y luego nos cuentas lo demás.

—¡Richard! —Exclamó Suzanne—, ¡cállate!

Richard puso los ojos en blanco, Michael cruzaba y descruzaba las piernas con impaciencia.

—El tiempo no es una constante —prosiguió Arak—, como iba diciendo, Einstein reconoció esta verdad, pero se equivocó al pensar que la velocidad de la luz era el límite de la velocidad máxima posible, no es así, aunque hace falta una enorme cantidad de cuantos de energía para traspasar ese límite, se puede comparar a la cantidad de energía necesaria para modificar el estado de la materia y convertir un sólido en líquido o un líquido en gas, acelerar un objeto por encima de la velocidad de la luz es como modificar el estado de la materia, como trasladarla a una dimensión donde el tiempo es flexible y relativo sólo al espacio.

—¡Venga ya! ¿Es una broma? —masculló Richard.

—Donald se levantó para alejarse de los buceadores.

—Intentad tener paciencia —dijo Arak—, recordad que el tiempo no es una constante, pensadlo, si el tiempo es de verdad relativo puede ser controlado, manipulado y modificado, esto nos lleva al concepto de la muerte, escuchad con atención, en la superficie de la tierra la muerte ha sido un elemento necesario de la evolución, y la evolución, a su vez, es la única justificación de la muerte, pero una vez que la evolución ha creado un ser inteligente y sensible, la muerte no sólo no es necesaria, sino que es además un gasto inútil.

Al oír la palabra «muerte» Richard y Michael se hundieron en sus sillas, Perry alzó la mano y Arak se volvió hacia él.

—¿Podemos hacer preguntas?

—Desde luego, esto es más un seminario que una clase, pero os pido que hagáis preguntas sólo referentes a lo que ya he dicho, y no sobre lo que pensáis que voy a decir.

—Has hablado de medir el tiempo, ¿quieres decir que vuestra civilización es anterior a la civilización de la superficie?

—Desde luego, y por un periodo de tiempo incomprensible para vuestra experiencia, la historia de Interterra se retrotrae casi seiscientos millones de años.

—¡Venga ya, hombre! —Se burló Richard—, eso es imposible, menudo rollo nos están metiendo, ¡dicen que son más antiguos que los dinosaurios!

—Mucho más antiguos que vuestros dinosaurios —convino Arak—, y es muy comprensible que os cueste creerlo, por eso tenemos que ir despacio con nuestra introducción, no quiero machacar, pero será mucho más fácil adaptaros a vuestra presente realidad por etapas.

—Sí, ya, todo eso está muy bien, pero yo quiero pruebas —insistió Richard—, empiezo a pensar que todo esto es pura patraña y, francamente, no me interesa estar aquí perdiendo el tiempo.

Ni Donald ni Suzanne se quejaron esta vez por la interrupción, porque ambos estaban pensando algo parecido, aunque Suzanne, desde luego, nunca habría manifestado su escepticismo de forma grosera.

Arak, sin embargo, no se inmutó.

—Está bien —dijo con paciencia—, os proporcionaremos alguna prueba que podáis relacionar con la historia de vuestra civilización, nuestro mundo ha estado observando y grabando el progreso de la civilización de seres humanos de segunda generación desde el primer momento de vuestra evolución.

—¿Qué quieres decir exactamente con «segunda generación»? —Quiso saber Suzanne.

—Os quedará claro muy pronto, primero quiero mostraros unas imágenes muy interesantes, como ya he dicho hemos estado observando los progresos de vuestra civilización y, hasta hace unos cincuenta años, podíamos hacerlo a voluntad, desde entonces vuestra creciente sofisticación tecnológica ha limitado nuestra vigilancia, porque queríamos evitar ser detectados, de hecho hemos dejado de utilizar nuestros puertos de salida más antiguos, como el que empleamos para admitiros en Interterra, o el de Barsama, nuestra ciudad hermana al oeste, ordenamos sellar los dos puertos con magma, pero la ineptitud burocrática de los clones obreros ha retrasado el cumplimiento del decreto.

—Joder, mira que te gusta parlotear —le espetó Richard—, a ver, ¿dónde están esas pruebas?

—¿Estás hablando de la caverna donde terminó nuestro submarino? —Preguntó Suzanne—, ¿eso es lo que llamáis un puerto de salida?

—Así es.

—¿Y normalmente está llena de agua?

—Sí.

Suzanne se volvió hacia Perry.

—Ahora ya no me extraña que el Geosat no captara nunca el monte Olympus, ¡es porque no tiene masa detectable por un gravímetro!

—¡Ya está bien de rodeos! —Exclamó Richard, de nuevo—, quiero ver esas pruebas.

—Muy bien, Richard, elige un período de tu historia y sacaremos las imágenes de nuestros archivos, cuanto más antiguo mejor, para demostrar lo que os digo.

Richard se volvió hacia su compañero.

—¿Qué tal los gladiadores? —Sugirió Michael—, queremos ver los gladiadores romanos.

—Podríamos ver los combates de gladiadores —replicó Arak de mala gana, pero unas imágenes tan violentas están bajo censura, necesitaríamos el permiso especial del consejo de ancianos, tal vez sería más apropiado escoger otra era.

—Eso es ridículo —afirmó Richard.

—Intenta controlarte —le espetó Donald.

—A ver si lo comprendo —terció Suzanne—, ¿nos estás diciendo que tenéis grabaciones de toda la historia humana? o sea que podemos ver imágenes de cualquier época que queramos, ¿es eso?

—Correcto.

—¿Por qué no la edad media?

—Es una época muy larga, ¿puedes concretar un poco más?

—Muy bien, el siglo XIV en Francia.

—Eso es durante la guerra de los cien años —dijo Arak sin ningún entusiasmo—, es curioso que incluso la doctora Newell nos pida imágenes de tanta violencia, claro que los seres humanos de segunda generación tienen una historia muy violenta.

—Muéstranos gente jugando, no en la guerra —pidió Suzanne.

Arak tocó el teclado de su consola y se inclinó para hablar por un pequeño micrófono, casi de inmediato bajaron las luces de la habitación y la pantalla del suelo se llenó de imágenes que se sucedían a increíble velocidad, todo el mundo se inclinó sobre el parapeto.

Las imágenes fueron aminorando la velocidad y por fin se detuvieron, la escena proyectada en la pantalla era totalmente clara, con colores naturales y en tres dimensiones, mostraba un pequeño campo de maíz a finales del verano filmado desde unos cien metros de altura, un grupo de personas habían dejado de trabajar en la cosecha, las guadañas estaban tiradas al azar en torno a varias mantas donde aparecía una modesta comida, de fondo se oía el zumbido de las cigarras.

—Esto no es muy interesante —observó Arak—, porque no demuestra nada, aparte de la ropa de la gente, no hay ninguna indicación del período histórico de la imagen, vamos a buscar otra vez.

Antes de que nadie pudiera replicar, miles de imágenes comenzaron a pasar de nuevo por la pantalla, hasta que una quedó fija al cabo de un momento.

—Ah, esto es mucho mejor —afirmó Arak.

Se trataba de un castillo construido sobre una roca, en el que se celebra un torneo, el enfoque era desde bastante más arriba que en la escena anterior, el color de la vegetación en torno al castillo indicaba que era otoño, el patio de armas estaba atestado de gente cuyas voces formaban un apagado murmullo, todos vestían coloridos atuendos medievales, los pendones heráldicos flameaban en la brisa, una larga cerca de troncos atravesaba el centro del patio, en los extremos, dos caballeros concluían los últimos preparativos para la justa, los caballos, ataviados con vistosas gualdrapas, piafaban nerviosos.

—¿Cómo están hechas estas fotografías? —preguntó Perry, paralizado ante la imagen.

—Con un dispositivo de grabación estándar.

—¿Pero desde dónde? ¿Desde algún helicóptero o algo así?

Arak y Sufa se echaron a reír.

—Perdona —se disculpó Arak—, el helicóptero es tecnología vuestra, no nuestra, además, un vehículo de esas características sería de lo más indiscreto, las imágenes fueron tomadas por una pequeña y silenciosa nave antigravitatoria que flotaba a unos seis mil metros de altitud.

—Ya, mira, esto lo hacen en Hollywood todos los días —protestó Richard—, ¿a esto lo llamas tú una prueba?

—Pues si esto es un decorado, es el más realista que he visto en mi vida —dijo Suzanne, para ella era evidente que Hollywood jamás sería capaz de lograr tanto detalle.

Mientras tanto, los pajes de los caballeros se apartaron y los dos contendientes bajaron las lanzas, al clamor de las fanfarrias, los caballos salieron al galope el uno hacia el otro entre los crecientes gritos y vítores del gentío, pero justo antes de que los jinetes hicieran contacto, las imágenes desaparecieron y en la pantalla, de nuevo azul fosforescente, surgió una ventana con un mensaje: «escena censurada, solicitar al consejo de ancianos».

¡Maldita sea! —Exclamó Michael—, ahora que se ponía emocionante, ¿quién coño gana al final, el tío de rojo o el de verde?

—Richard tiene razón —dijo Donald de pronto, sin hacer caso a Michael—, sería muy fácil montar estas escenas.

—Tal vez —replicó Arak, sin muestras de haberse ofendido—, pero os puedo mostrar lo que me pidáis, no nos habría sido posible montar una película de toda vuestra historia.

—¿Y si vemos algo más antiguo? —sugirió Perry—, algo del neolítico, por ejemplo, en la misma localización que estaba el castillo.

—¡Buena idea! —Convino Arak—, voy a introducir las coordenadas sin establecer una época concreta, sólo voy a indicar que la escena debe tener, por ejemplo, más de diez mil años, el buscador nos dirá si hay alguna imagen archivada.

La pantalla cobró vida de nuevo, las escenas se sucedían a toda velocidad, esta vez tuvieron que esperar un poco más.

Suzanne se inclinó hacia Perry.

—Me parece que estas imágenes son reales.

—Sí, a mí también, ¡imagínate qué tecnología!

—Yo no estoy pensando tanto en la tecnología —susurró ella—, para mí lo más impresionante es que eso demuestra que Interterra es real, que no es un sueño.

—Ah, el buscador ha encontrado algo —dijo Arak—, el marco temporal es de hace veinticinco mil años.

Efectivamente, las imágenes perdían velocidad, hasta que una quedó congelada en la pantalla.

En la escena se veía el mismo promontorio rocoso, aunque el castillo no estaba, en la cima había una escarpa cortada en el centro para formar una cueva, en torno a la entrada de la cueva un grupo de hombres de neandertal, vestidos con pieles, trabajaban con toscas herramientas.

—Sí que parece el mismo sitio —comentó Perry.

Un zoom acercó la doméstica escena.

—Y las imágenes son más claras.

—En aquel tiempo no nos preocupaba que pudieran ver nuestras naves —explicó Arak—, así que podíamos bajarías hasta unos treinta metros para estudiar de cerca el comportamiento.

Uno de los hombres de neandertal, que estaba curtiendo una piel, se levantó para estirarse, de pronto alzó la vista y se quedó con la boca abierta, en una expresión de sorpresa y terror, la imagen estaba bastante cerca para dejar al descubierto sus grandes dientes cuadrados.

—Bueno, es evidente que ha visto nuestra nave, el pobre hombre seguramente piensa que ha recibido la visita de los dioses.

—¡Fijaos! —Exclamó Suzanne—, ¡está intentando que los otros miren!

—Su lenguaje era muy limitado, pero sé que en ese mismo período y por la misma zona existía otra subespecie que vosotros llamáis hombre de cromañón, este tenía un lenguaje mucho más avanzado.

El hombre de neandertal brincaba gruñendo y señalando hacia la cámara, pronto todo el grupo miraba hacia arriba, varias mujeres cogieron a sus niños en brazos y desaparecieron dentro de la cueva, mientras los demás salían huyendo.

Uno de los hombres cogió una piedra con forma de huevo y la arrojó hacia arriba, el proyectil se acercó a la cámara y desapareció de la vista.

—Vaya, no ha sido un mal lanzamiento —comentó Michael—, a los Red Sox les habría venido bien en el centro del campo.

Arak tocó su consola y la imagen desapareció al tiempo que la habitación se iluminaba, todos se arrellanaron en las sillas, Arak y Sufa miraron en torno, el grupo se había quedado en silencio, incluso Richard.

—¿Cuál es la fecha de esa grabación? —preguntó por fin Perry.

Arak consultó su consola.

—¿Según vuestro calendario, el 14 de julio del año 23342 ac no os preocupaba que vieran vuestras cámaras? —quiso saber Suzanne, que no podía olvidar el rostro del primer neandertal.

—Entonces ya empezaba a preocuparnos, incluso se habló, entre los círculos más conservadores, de eliminar a los seres cognoscitivos de la superficie de la tierra.

—¿Pero por qué os preocupaba una gente tan primitiva? —Preguntó Perry.

—Teníamos que evitar que nos detectaran, evidentemente, hace veinticinco mil años y dado el primitivismo de vuestra civilización, no importaba mucho, pero sabíamos que al final sería un problema, sabemos que nuestras naves han sido avistadas alguna vez, incluso en vuestros tiempos modernos, y eso sí nos preocupa, por fortuna los relatos de nuestra presencia han sido recibidos con incredulidad o, si no, con la creencia de que nuestras naves provenían de algún otro lugar del universo y no del interior de la tierra misma.

—Un momento —interrumpió Donald—, no me gustaría aguaros la fiesta, pero no creo que este espectáculo que nos has ofrecido demuestre nada en absoluto, sería muy fácil montar todas esas escenas con imágenes generadas por ordenador, ¿por qué no te dejas de rodeos y nos dices lo que representas y lo que quieres de nosotros?

Por unos momentos nadie dijo nada, Arak y Sufa consultaron entre sí en susurros, y luego con Ismael y Mary, al cabo de un momento Arak se volvió hacia Donald.

—Tu escepticismo es comprensible, no sabemos si todos los demás comparten tus sospechas, tal vez más tarde puedan influir en tu opinión, por supuesto os ofreceremos más pruebas a medida que avancemos con la introducción, y estoy seguro de que os convenceremos a todos, mientras tanto te suplico un poco más de paciencia.

Donald se limitó a mirarle ceñudo.

—Prosigamos, ahora os voy a contar algo de la historia de Interterra, para esto comenzaremos por vuestro dominio, la superficie de la tierra, la vida en la superficie comenzó unos quinientos millones de años después de la formación del planeta, y tardó billones de años en evolucionar, esto lo saben muy bien vuestros científicos, lo que no saben es que nosotros, la primera generación de seres humanos, evolucionamos hace unos quinientos cincuenta millones de años, durante la primera fase de la evolución, la razón por la que vuestros científicos ignoran este hecho es que casi todos los datos fósiles desaparecieron durante la época que nosotros llamamos el periodo oscuro, ya hablaremos de ello más adelante, en primer lugar quiero mostraros algunas imágenes de aquellos primeros momentos de nuestra civilización, aunque os advierto que la calidad no es muy buena.

Las luces se fueron atenuando poco a poco, Suzanne y Perry se miraron sin decir nada.

Al cabo de unos momentos apareció en la pantalla una imagen tomada a unos dos metros sobre el suelo, en ella aparecía un entorno similar al que habían visto en Interterra, la principal diferencia consistía en que los edificios eran blancos y no negros, y las personas estaban ocupadas en tareas cotidianas y parecían muy normales, no todas eran tan hermosas.

—Cuando vemos estas escenas nos hace gracia nuestro propio primitivismo —comentó Sufa.

—Sí, en aquellos tiempos no teníamos clones obreros.

Suzanne carraspeó, intentaba asimilar toda aquella información, siendo científica, todo lo que Arak les decía chocaba con lo que ella sabía de la evolución en general y la evolución humana en particular.

—¿Nos estáis diciendo que estas imágenes son de hace quinientos cincuenta millones de años?

—Así es, —Arak contuvo la risa, al parecer divertido por los aspavientos de un individuo que trataba de levantar un bloque de piedra—, perdonad que nos riamos, pero es que hacía mucho tiempo que no veíamos estas secuencias, en aquel entonces existía entre nosotros algo parecido a vuestras nacionalidades, aunque todo esto desapareció después de los primeros cincuenta mil años de nuestra historia, las guerras quedaron eliminadas, como ya podéis imaginar, como veis, la superficie terrestre era muy distinta de como es ahora, y es esa apariencia la que hemos recreado aquí en Interterra, en aquella época en la superficie sólo había un supercontinente y un superocéano.

—¿Y qué pasó? —Preguntó Suzanne—, ¿por qué vuestra civilización decidió vivir bajo tierra?

—Por el período oscuro, nuestra civilización disfrutó de casi un millón de años de pacífico progreso, hasta que descubrimos que se estaban desarrollando sucesos muy amenazadores en una galaxia cercana, durante un período relativamente corto, se dieron varias explosiones de supernova que descargaron sobre la tierra suficiente radiación para disipar la capa de ozono, esto se podría haber solucionado, pero nuestros científicos sabían que estos eventos galácticos habían perturbado el delicado equilibrio de la población de asteroides del sistema solar, era evidente que la tierra iba a recibir una lluvia de meteoritos, como sucedió cuando se encontraba en su estado primordial.

—¡Joder! —Se quejó Richard—, yo ya estoy aburrido de todo esto.

—¡Silencio, Richard! —le espetó Suzanne sin apartar la vista de Arak—, así que Interterra se trasladó bajo tierra.

—Así es, sabíamos que la superficie del planeta seria inhabitable, fueron unos tiempos de desesperación, buscamos otro posible destino en el sistema solar, pero no encontramos nada, y todavía no habíamos desarrollado la tecnología necesaria para buscar en otras galaxias, entonces se sugirió que nuestra única oportunidad de supervivencia era meternos bajo tierra, o más exactamente, bajo el mar, conseguimos trasladarnos en muy poco tiempo, porque para eso sí teníamos la tecnología necesaria, poco después el mundo que nosotros conocíamos quedó envuelto en radiaciones mortales y sometido a un constante bombardeo de asteroides y catástrofes geológicas, nosotros corrimos un gran peligro, incluso bajo la protección del mar, porque en cierto momento el océano estuvo a punto de hervir hasta disiparse debido al intenso calor, todas las formas de vida sobre la tierra quedaron destruidas, excepto algunas bacterias primitivas, ciertos virus y algunas algas.

De pronto la pantalla se apagó y la sala volvió a iluminarse, todos guardaban silencio.

—Bueno, ya está, ha sido un resumen concentrado de la historia de Interterra, ahora estoy seguro de que querréis hacernos algunas preguntas.

—¿Cuánto tiempo duró el periodo oscuro? —preguntó Suzanne.

—Poco más de veinticinco mil años.

Suzanne movió la cabeza, incrédula y perpleja, pero lo cierto es que todo aquello tenía cierta lógica científica, y, lo más importante, explicaba la realidad en que ella misma se encontraba en ese momento.

—¿Pero por qué no volvisteis a la superficie cuando todo acabó? —quiso saber Perry.

—Principalmente por dos razones, en primer lugar, aquí teníamos todo lo que necesitábamos y ya nos habíamos acostumbrado a este entorno, en segundo lugar, cuando la vida evolucionó de nuevo en la superficie, los virus y bacterias que se habían desarrollado eran organismos a los que nosotros nunca habíamos estado expuestos, en otras palabras, para cuando el clima permitió que saliéramos, la biosfera era nociva y hostil para nosotros, de modo que nos quedamos aquí, felices y contentos, sobre todo porque bajo el mar no estamos a merced de la naturaleza. De todos los planetas del universo que hemos visitado hasta ahora, el nuestro es el que mejor se adapta al organismo humano.

—Ahora entiendo por qué tuvimos que pasar por una descontaminación tan exhaustiva —dijo Suzanne—, teníamos que quedar libres de microorganismos.

—Exacto, y al mismo tiempo teníais que adaptaros a nuestros organismos.

—En otras palabras, la evolución se ha dado dos veces en la tierra con el mismo resultado.

—Casi el mismo resultado, había algunas diferencias entre ciertas especies, aunque no muchas, al principio esto nos sorprendió, pero lo cierto es que tiene su lógica, puesto que el ADN original es el mismo, la vida multicelular evolucionó a partir de las mismas algas en ambos casos y en unas condiciones climáticas casi idénticas.

—Por eso decís que vosotros sois seres humanos de primera generación y nosotros de segunda, ¿no es así? —observó Suzanne.

Arak sonrió satisfecho.

—Ya contábamos con que lo entenderías muy deprisa.

Suzanne se volvió hacia Perry y Donald.

—Los estudios científicos confirman parte de todo esto, los datos geológicos y oceanográficos indican que al principio sólo existía un continente en la tierra, llamado Pangea.

—Perdona que te interrumpa, pero ese no es nuestro continente originario, Pangea se formó de nuevo durante los últimos cataclismos geológicos del periodo oscuro, nuestro continente desapareció por completo en la estenósfera antes de eso.

Suzanne asintió.

—Muy interesante, y por eso seguramente no existen datos fósiles de la primera evolución.

Arak sonrió de nuevo.

—Es magnífico ver con qué rapidez asimilas los datos, pero ya contábamos con eso antes de tu llegada.

—¿Antes de mi llegada? ¿Qué significa eso?

—Nada —se apresuró a responder Arak—, tal vez deberíamos recordar a tus compañeros que los actuales continentes se formaron a partir de Pangea.

—Es cierto —dijo Suzanne, sin dejar de mirar a Arak, tenía la sensación de que le ocultaba algo, luego se volvió hacia Donald y Perry, preguntándose hasta qué punto estarían asimilando todo aquello, la introducción de Arak sin duda estaba más allá del alcance de Richard y Michael, que parecían niños aburridos en clase.

—Muy bien, —Arak se frotó las manos intentando mostrar entusiasmo—, imagino hasta qué punto os ha afectado toda esta información, es todo un desafío a vuestras nociones preconcebidas, por eso insistíamos en introduciros poco a poco en nuestro mundo, ahora supongo que estáis un poco cansados de charla, y creo que a continuación lo mejor es mostraros como vivimos.

—¿Eso significa que vamos a ir a la ciudad? —preguntó Richard.

—¿Os apetece a todos?

—A mí desde luego.

—A mí también —terció Michael.

—¿Y a los demás?

—Yo me apunto —dijo Suzanne.

—Yo también —contestó Perry.

Arak miró a Donald, que se limitó a asentir con la cabeza.

—Estupendo, si sois tan amables de esperarnos aquí unos momentos, Sufa y yo dispondremos todo lo necesario, —Arak tendió la mano a su compañera y los dos salieron de la sala de conferencias.

Perry movió la cabeza.

—Estoy aturdido, esta situación es cada vez más increíble.

—Yo no sé si me creo nada —apuntó Donald.

—Pues la verdad, a mí me parece demasiado fantástico para ser mentira, y además, desde el punto de vista científico, tiene cierta lógica, —Suzanne se volvió hacia Ismael y Mary Black, que seguían sentados—, ¿por qué no nos contáis vuestra historia? ¿Es verdad que venís de la superficie?

—Sí.

—¿De dónde? —preguntó Perry.

—De gloucester, massachusetts.

—¡Anda! —Exclamó Michael, incorporándose—, ¡yo también soy de Massachusetts! de Chelsea, ¿lo conocéis?

—De oídas, pero nunca estuve allí —contestó Ismael.

—Todo el mundo ha estado en Chelsea —replicó Michael con una sonrisa desdeñosa—, porque precisamente de allí sale el puente Tobin.

—No he oído hablar nunca del puente Tobin —dijo Ismael, Michael le miró con escepticismo.

—¿Y cómo acabasteis aquí en Interterra? —preguntó Richard.

—Tuvimos mucha suerte, muchísima suerte, como vosotros —contestó Mary.

—¿Estabais buceando? —terció Perry.

—No, nos cogió una tormenta tremenda en la ruta de las Azores a América, nos habríamos ahogado como todos los demás que iban en el barco, pero como ha dicho Mary, tuvimos mucha suerte y nos rescató un vehículo interplanetario interterrano, fuimos absorbidos por el mismo puerto de salida que vosotros.

—¿Cómo se llamaba el barco? —quiso saber Donald.

—Era el Tempest, un nombre muy apropiado, dadas las circunstancias, era una goleta de Gloucester.

—¿Una goleta? —Preguntó Donald con suspicacia—, ¿en qué año fue eso?

—A ver, yo tenía dieciséis, o sea que debía de ser el 1801—calculó Mary.

—¡Venga ya! —Masculló Donald, cerrando los ojos y pasándose la mano por la cabeza calva, se la había afeitado esa misma mañana—, ¡y todavía os extraña que no me crea nada!

—Mary, de eso hace doscientos años —comentó Suzanne.

—Ya lo sé, cuesta creerlo, pero es maravilloso, ¿no os parece? Mirad lo jóvenes que estamos.

—¿Esperáis que nos creamos que tenéis más de doscientos años? —terció Perry.

—Os llevará un tiempo asimilar el mundo en que os encontráis ahora, lo único que puedo aconsejaros es que no os forméis ninguna opinión hasta que hayáis visto y oído más, yo todavía me acuerdo de cómo nos sentíamos cuando recibimos la misma información que os han dado a vosotros, y pensad que para nosotros fue todavía más increíble, puesto que la tecnología ha avanzado muchísimo en la superficie en los últimos doscientos años.

—Yo estoy de acuerdo con el consejo de Mary —dijo Ismael—, no olvidéis lo que os ha dicho Arak al principio de la sesión, el tiempo tiene un significado diferente aquí en Interterra, de hecho los interterranos no mueren como sucede en la superficie.

—¿Que no mueren? ¡Y una mierda! —susurró Michael.

—Calla —le espetó Richard entre dientes.