Capítulo 11

Richard y Michael, para emplear su propio vocabulario, estaban «cagados de miedo», pero ninguno de los dos lo admitiría nunca, como sucedía cuando se enfrentaban a los peligros del buceo de saturación, ahora también se ocultaban tras sus bravuconadas para disimular sus verdaderos sentimientos.

—¿Tú crees que las tías de antes estarán en la fiesta? —Se habían retrasado un poco del resto del grupo.

—Espero que sí.

Caminaron en silencio un rato, Arak iba hablando con Perry y Suzanne, pero no se molestaron en escuchar.

—¿De verdad crees que hemos dormido más de un mes? —Preguntó Michael.

Richard se frenó en seco.

—No te me estarás acojonando, ¿verdad?

—No, era sólo una pregunta, —para Michael dormir nunca había sido un solaz como para otra gente, cuando era pequeño no tenía más que pesadillas, cuando se dormía, su padre llegaba a casa borracho y pegaba a su madre, él se despertaba e intentaba intervenir, pero el resultado era siempre el mismo: también él se llevaba una paliza, por desgracia el acto de dormir quedó explicablemente asociado con aquellos episodios, de modo que para él la idea de haber dormido un mes resultaba de lo más inquietante.

—¡Eh! —exclamó Richard, dándole unas palmadas en la cara—. ¿Estás ahí?

—¡Déjame en paz!

—Acuérdate de que es mejor no preocuparse por toda esta mierda, aquí está pasando algo bien jodido, eso está claro, pero qué más da, nos lo vamos a pasar bien, no como el gilipollas de Fuller. ¡Joder! Cada vez que le oigo hablar me alegro de que nos echaran del puto ejército, porque si no, estaríamos recibiendo órdenes de tíos como él.

—Pues claro que lo vamos a pasar bien, es sólo que pienso que… bueno, que es mucho tiempo para estar dormido…

—¡Tú no pienses! Si piensas vas a acabar jodido.

—Vale, vale.

De pronto oyeron a Suzanne llamarlos, todo el grupo se había detenido a esperarlos.

—Y encima tenemos que aguantar a la pesada esta, que parece mi madre —añadió Richard.

—¿Va todo bien? —preguntó Suzanne en cuanto se acercaron.

—De puta madre.

—Arak acaba de contarnos algo que os parecerá interesante, supongo que habréis notado que está oscureciendo, como sí se hubiera puesto el sol.

—Sí.

—Aquí abajo tienen día y noche, y la luz es bioluminiscente.

Los buceadores miraron hacia arriba.

—Yo veo estrellas —comentó Michael.

—Son pequeños puntos de bioluminiscencia blanquiazul —dijo Arak—, nuestra intención era recrear el mundo tal como lo conocíamos, lo cual desde luego incluía el ciclo circadiano, la diferencia con vuestro mundo es que aquí los días y las noches son más largos, y tienen la misma duración durante todo el año, claro que nuestros años son también más largos.

—Así que vivíais en el mundo exterior antes de venir aquí —terció Suzanne.

—Así es.

—¿Y cuándo os trasladasteis?

Arak alzó las manos y se echó a reír.

—Nos estamos adelantando de nuevo, se supone que no tengo que animaros a hacer preguntas, eso será mañana.

—Sólo una más —pidió Perry—, esta es muy fácil, estoy seguro. ¿De dónde sacáis la energía?

—Arak suspiró exasperado.

—Es la última pregunta, lo prometo —insistió Perry—, por lo menos hasta mañana.

—¿Eres hombre de palabra?

—Por supuesto.

—Nuestra energía proviene de dos fuentes, la primera es geotérmica, del centro de la tierra, pero eso nos crea el problema de eliminar el exceso de calor, lo cual hacemos de dos maneras:

Una, permitiendo que brote el magma en lo que llamáis la cordillera medio oceánica, y dos, enfriando con un circuito de agua de mar, el intercambio de calor en el agua de mar requiere un gran volumen, lo cual nos da la oportunidad de filtrar nuestro plancton, la desventaja es que el proceso crea corrientes oceánicas, pero vosotros habéis aprendido a vivir con ellas, sobre todo con la que llamáis la corriente del golfo.

La segunda fuente de energía es la fusión, descomponemos el agua en oxígeno, que respiramos e hidrógeno que fusionamos, pero de todo esto hablaremos mañana, esta noche quiero que disfrutéis de todo.

—Es lo que pensamos hacer —dijo Richard—. Dime, ¿va a ser una fiesta de Secano?

—Me temo que no entiendo.

—Que si va a haber alcohol. ¿Tenéis alcohol aquí?

—Claro que sí, vino, cerveza y un licor muy puro que llamamos christal, el vino y la cerveza son parecidos a los que conocéis, pero el christal es distinto, os recomiendo que lo toméis con calma hasta que os acostumbréis.

—No te preocupes, tío, Michael y yo somos profesionales.

—¡Vamos a la fiesta! —exclamó Michael con entusiasmo.

Perry y Suzanne se habían quedado boquiabiertos con la nueva información, sobre todo ella, de pronto había descubierto la explicación a dos de los misterios de la oceanografía: por qué brota magma en las cordilleras oceánicas y por qué existen las corrientes oceánicas, sobre todo la del golfo.

Por fin subieron las escaleras precedidos de Arak, al pasar entre dos de las enormes columnas que soportaban el techo abovedado, Suzanne vio la expresión ansiosa de Richard y se inclinó hacia él.

—Recuerda que tienes que comportarte.

Él la miró con desdén.

—Lo digo en serio —insistió ella—, no sabemos a qué nos enfrentamos, y no vamos a ponernos en más peligro del que ya corremos, si quieres beber, hazlo con moderación.

¡Que te jodan!

Richard aceleró el paso y alcanzó a Arak justo cuando se abrían las gigantescas puertas de bronce.

Lo primero que captaron fue el animado murmullo de miles de voces que resonaban en el gigantesco pabellón de mármol, el nivel en que se encontraban formaba una galería en torno a la sala circular, se acercaron a una gran escalera y miraron hacia abajo.

—¡Menudo fiestorro! —Exclamó Richard—, aquí hay más de mil personas.

—Habríamos tenido diez mil, si hubiera sitio —comentó Arak.

En el centro de la gigantesca sala de baile había una piscina circular iluminada de modo que parecía una enorme aguamarina en bruto, estaba rodeada de un borde de treinta centímetros de altura y tres metros de anchura, varias escaleras conectaban la galería con el nivel inferior.

El pabellón estaba atestado, todos vestían el mismo sencillo atuendo de satén blanco, excepto los clones, ataviados como siempre de negro, que cargaban con grandes bandejas de copas doradas y comida, todos los invitados llevaban cintas de terciopelo en torno al cuello, idénticas a la de Arak, lo único que variaba era el color, y todos eran de una belleza impresionante.

El rumor de la llegada de los extranjeros se extendió como la pólvora, las conversaciones cesaron y todas las cabezas se giraron hacia ellos, era una escena impresionante.

Arak alzó las manos, con las palmas hacia la multitud.

—¡Saludos a todos! Tengo el honor de anunciar que todos nuestros invitados, excepto uno, se han dignado venir a nuestra fiesta para celebrar su llegada a Saranía.

La muchedumbre estalló en un clamor, todos levantaban los brazos con el mismo gesto que Arak.

—Venid.

Arak empezó a bajar las escaleras, Richard y Michael se precipitaron ansiosos tras él, seguidos de Suzanne y Perry, algo más vacilantes.

—¡Esto es demasiado! —Exclamó Richard—. ¡Mira qué tías!

—Son todas de revista.

—Es difícil mantener todo esto en perspectiva —susurró Suzanne a Perry—, es como estar en una película de los cincuenta de Cecil B. Demille.

—Sí, es verdad, también se hace uno a la idea de lo que es ser una estrella del rock, esta gente está encantada con nosotros, y mira qué jóvenes son todos. ¡Si no parecen tener ni veinticinco años!

—Pero también hay muchos niños —contestó Suzanne—, he visto a varios que no pasan de los cuatro.

—Y no muchos ancianos.

Al final de la escalera, la gente se apartó mientras bajaban, pero en cuanto llegaron al suelo, todos se adelantaron con las manos alzadas.

Suzanne y Perry, por reflejo, se retiraron unos pasos, a pesar del evidente afecto que les mostraba el gentío, Richard y Michael, sin embargo, dejaron que la multitud los engullera, no tardaron en darse cuenta de que buscaban el contacto físico con sus manos, y los dos tendieron los brazos encantados, era un saludo similar al que había empleado Arak para recibir a Suzanne.

—¡Os quiero a todos! —gritaba Richard, para regocijo de los interterranos, pero sólo tocaba las manos de las mujeres más jóvenes y hermosas mientras se abría paso, en su entusiasmo agarró a algunas de ellas y las besó, y al punto la festividad se interrumpió de inmediato.

Una mujer, aturdida, se tocó los labios y se miró los dedos, como sí esperara ver sangre, era evidente que el beso no formaba parte del repertorio de saludos en Interterra, Richard se volvió hacia Michael, que también se había puesto tenso ante aquel drástico cambio de humor de la multitud.

—No he podido contenerme.

De pronto las tres mujeres a las que había besado se miraron entre ellas y estallaron en carcajadas, a continuación se lanzaron hacia Richard para devolverle el cumplido, la gente estalló en vítores y se apiñó todavía más en torno a los buceadores, después de varios torpes intentos de dar un beso a Richard, las tres mujeres se retiraron para dejar sitio a otras.

—Parece que tendremos que enseñarles a estas nenas un par de cosas —dijo Richard radiante, y todavía más efusivo que antes.

Michael no tardó en seguir su ejemplo, pero pronto sus actividades quedaron interrumpidas por un clon obrero que, siguiendo las indicaciones de Arak, les ofrecía bebidas en copas de oro.

Hasta Suzanne y Perry perdieron un poco sus reservas en aquel ambiente tan cordial, estaban rodeados de personas amistosas que deseaban tocarles las palmas de la mano, entre los que les daban la bienvenida había algunos de los niños pequeños que Suzanne había visto cuando llegaron, impresionada con el perfecto inglés y la aparente inteligencia de uno de ellos, Suzanne le preguntó su edad.

—¿Cuántos años tienes tú? —preguntó a su vez el niño, sin haber respondido.

Antes de que Suzanne pudiera decir nada, interrumpió la conversación un hombre que podía haber interpretado el papel de dios griego en una película de Cecil B. Demille.

—¿Vives con un compañero?

Pero tampoco esta vez pudo contestar Suzanne, porque un hombre algo mayor pero no menos atractivo le preguntó si conocía a sus padres.

—Un momento, un momento —terció Arak, interponiéndose entre Suzanne y sus admiradores—, como ya sabéis, hemos dicho a nuestros invitados que las preguntas deben esperar hasta mañana, es justo que nosotros también esperemos, esta noche la dedicaremos a celebrar este maravilloso acontecimiento para Saranía y a disfrutar.

—¡Eh, Arak! —gritó Richard, envuelto en un grupo de admiradoras y alzando una copa de oro—. ¿Es este el christal del que me hablabas?

—Así es.

—¡Es fantástico! ¡Me encanta!

—Me alegro.

—Otra cosa. ¿Es que aquí no tenéis música? ¿Qué es una fiesta sin música?

—¡Es verdad! —exclamó Michael.

—¡Obreros, música! —Ordenó Arak.

Al cabo de unos instantes una música de fondo se oía milagrosamente por encima del estruendo, era tan relajante como la música de la cueva de descontaminación.

Michael lanzó una carcajada de desdén.

—No hablo de música de ascensor —gritó Richard—, quería decir algo con ritmo, para bailar.

Arak dio otra orden y la música cambió.

Richard y Michael se miraron asombrados, la música tenía ritmo, pero era un extraño ritmo sincopado que no se parecía a nada que ellos conocieran.

—¿Qué coño es esto? —preguntó Michael, ladeando la cabeza.

—Ni idea, —Richard cerró los ojos y comenzó a mover la cabeza y menear las caderas, las chicas que le rodeaban estallaron en risitas—, os gusta, ¿eh?

Las mujeres asintieron.

Richard se llevó la copa a los labios y, para sorpresa de todos, apuró el contenido, luego cogió de la mano a la mujer que tenía más cerca y se lanzó hacia la plataforma elevada que rodeaba la piscina, la multitud abrió paso entre risas y vítores, por fin Richard se volvió hacia la mujer y quedó impresionado con su belleza, ya casi daba por sentado que todas las chicas allí serian guapas, pero esta destacaba entre las demás.

—¡Eres preciosa! —susurró, con la voz un poco pastosa.

—Gracias, tú también eres atractivo.

—¿Eso crees?

—Eres muy divertido.

—Me alegro.

Richard tuvo que dar un paso a un lado para recuperar el equilibrio, por un instante lo vio todo borroso, estaba mareado.

—¿Te encuentras bien? —preguntó ella.

—Sí, sí, —Richard notaba un hormigueo en la punta de los dedos—, el christal ese es un buen pelotazo.

—Es mi favorito.

—Entonces es mi favorito también. Oye, ¿quieres aprender a bailar?

—¿Eso qué significa?

—Pues hacer lo que estaba haciendo yo antes, sólo que juntos.

Richard cerró los ojos y se puso a bailar de nuevo, pero tuvo que abrirlos de inmediato para recuperar el equilibrio, el gentío respondió con vítores y aplausos.

Richard se inclinó con exagerada brusquedad, luego se volvió hacia la mujer y comenzó a dar vueltas y moverse intentando seguir el ritmo de la música, la mujer le observaba divertida y atenta, pero le costaba trabajo imitarle, lo único que logró fue alzar las manos y moverlas como Richard.

—Te voy a enseñar, —él la cogió por las caderas e intentó moverla con ritmo.

Ella no captó la idea, pero la situación le parecía graciosísima, igual que a todos los demás.

Suzanne y Perry observaban inquietos, les preocupaba que Richard estuviera borracho, aunque era evidente que la gente estaba disfrutando de sus payasadas.

—Tu amigo es muy divertido —dijo una voz detrás de Perry.

Era una encantadora joven que no parecía pasar de los dieciocho años, tenía ojos azules, casi como los de Suzanne, y una sonrisa contagiosa, tendió la mano y Perry le tocó la palma con timidez, la joven era muy atractiva, y varios centímetros más alta que él.

—Me llamo Luna, —al oír su voz Perry sintió que le flaqueaban las rodillas.

—Yo soy Perry.

—Ya lo sé, eres muy atractivo, veo que tienes los dientes más blancos que Richard.

Perry se sonrojó de nuevo.

—Gracias —atinó a decir.

—¿Sabes bailar como Richard?

Perry miró al buceador, que ahora estaba bailando Break, en ese momento estaba en el suelo de espaldas, dando vueltas con las piernas en el aire.

—Supongo que sí, aunque puede que no tan bien, Richard es un poco más extrovertido que yo, pero debo reconocer que hace muchos años que no bailo.

—Yo creo que Richard es tan bueno como un clon de entretenimiento, —Luna parecía hipnotizada por el buceador, que en ese momento simulaba andar sin moverse del sitio, para entusiasmo de su público.

—Estoy seguro de que Richard jamás ha recibido un cumplido similar.

Michael cogió a otra mujer de la mano y subió con su compañero a la plataforma, en cuanto empezó a bailar, otras mujeres se les unieron, intentaban mover los brazos y las caderas para imitar a los buceadores, pero no era fácil, incluso ellos tenían problemas para coordinar sus movimientos al ritmo de aquella extraña música.

Los jóvenes interterranos más intrépidos probaron también aquella curiosa danza, a Richard no le gustó nada, sin interrumpir sus aspavientos fue acercándose a cada uno de ellos para echarlos de la plataforma a golpe de cadera, a todo el mundo, incluidos los jóvenes, les encantó.

Al cabo de media hora de baile, Richard había llegado al límite, tendió los brazos para abarcar cuantas mujeres le fuera posible y cayó al suelo entre risas, Michael lo imitó y todos acabaron en un amasijo de piernas, brazos y torsos sudorosos, ambos seguían presionando palmas y las mujeres les devolvían el favor con besos.

A instancias de Arak, algunos clones obreros se precipitaron a servir más bebida.

—Esto es como un sueño —exclamó Michael después de beber un trago.

—Pobre Mazzola —dijo Richard—, se lo está perdiendo.

—¿Tú qué crees que es el christal este? —preguntó Michael mirando su copa, era un líquido totalmente transparente.

—¿Qué más da? —Richard estrechó a una mujer contra su pecho y se volcó la bebida encima, para entusiasmo de todo el mundo.

—Michael, tengo una cosa para ti —dijo una morena de ojos azules.

—¿Qué, preciosa? —Michael estaba tumbado de espaldas, la mujer, de pie junto a él, le tendió un pequeño bote.

—Prueba un poco de caldorfina.

Michael sacó un pegote de crema.

—No hace falta tanto —dijo ella—, pero no pasa nada.

—Lo siento, ¿qué hago con esto? —preguntó Michael, aquella sustancia no olía a nada.

—Frótatela en la mano y tócame la palma.

—Eh, Richie, esto es nuevo, —pero Richard no respondió, estaba muy ocupado cogiendo otra copa de christal.

Michael se frotó la crema en la mano, la mujer tenía un aire soñador, con los ojos medio cerrados, alzó la mano despacio y Michael presionó la palma contra ella.

Su reacción fue inmediata e inesperada, abrió de golpe los ojos y volvió a cerrarlos de puro placer, durante unos minutos de absoluto éxtasis no pudo ni moverse, por fin agarró el bote bruscamente y se volvió hacia Richard.

—¡Richie! —Gritó, dándole un tirón del brazo—, tienes que probar esto.

Richard intentó zafarse.

—Oye, tío, ¿no ves que estoy ocupado? —estaba intentando besar a dos mujeres al mismo tiempo.

—Richard, pruébalo.

—¿Qué coño es eso? —preguntó, incorporándose sobre un codo.

—Crema de manos.

—¿Me estás interrumpiendo para que me ponga crema en las manos? ¿Pero qué te pasa, tío?

—Tú pruébalo, no se parece a ninguna crema que conozcas, es mejor que la coca, ¡te aseguro que es dinamita!

Richard se frotó una pequeña cantidad de crema en las manos.

—¿Y ahora qué tengo que hacer?

—Presiona la mano contra la de alguna chica.

Richard hizo una seña a una de las que había intentado besar, ella se frotó también crema en la mano y por fin presionó la palma contra la de Richard, el buceador tardó todo un minuto en salir del trance de placer.

—¡Dios mío! —Gritó por fin—, ¡es como un orgasmo! ¡Dame más!

Pero Michael apartó el bote.

—Búscate la tuya.

Richard quiso arrebatarle la crema, pero Michael la puso fuera de su alcance.

Perry estaba explicando a Luna lo que significaba ser presidente de la Benthix Marine cuando notó unos golpecitos en el hombro, era Suzanne, parecía preocupada.

—Richard y Michael se están peleando, Arak se ha encargado de que tuvieran siempre la copa llena y me temo que están muy borrachos.

—Vaya, vamos a tener problemas, —Perry se volvió hacia los buceadores, que en ese momento se estaban dando empujones.

—Creo que deberíamos intentar controlarlos.

—Sí, supongo —admitió Perry de mala gana, no quería alejarse de Luna.

—Dejad que se diviertan —dijo una voz—, todo el mundo está encantado con ellos, son muy animados.

Suzanne se volvió, se trataba del mismo hombre que le había preguntado si vivía con un compañero.

—Nos preocupa que puedan crear problemas, no querríamos defraudar vuestra hospitalidad.

—Que se encargue Arak de ellos, como ves, él mismo los está animando a beber.

—Sí, ya me había dado cuenta y no creo que sea una buena idea.

—Eso déjaselo a Arak, es tarea suya encargarse de ellos, no vuestra, además, me gustaría hablar contigo en privado un momento.

—¿Si? —exclamó Suzanne desconcertada, se volvió un instante y vio con alivio que los buceadores habían dejado de pelearse para dedicarse de nuevo a las mujeres, luego miró a Perry, el presidente de la Benthix Marine sonrió con expresión irónica y le dio un golpecito.

—¿Por qué no? —le susurró al oído—, se supone que tenemos que divertirnos, y además la situación con los buceadores ya no es crítica.

—Sólo será un momento —dijo el hombre.

—¿A qué te refieres con «en privado»?

Suzanne miró los hermosos rasgos del desconocido, sus ojos claros, y el corazón le dio un vuelco, nunca había visto a un hombre tan guapo.

—Bueno, no en privado, realmente —contestó él con una sonrisa encantadora—, pensaba que tal vez pudiéramos apartarnos un poco o subir hasta la galería, sólo quiero hablar a solas contigo un momento.

—Está bien, —Suzanne se volvió hacia Perry.

—Yo estaré aquí con Luna.

Suzanne y el hombre se marcharon.

—Me llamo Garona —se presentó él mientras subían por las escaleras.

—Yo soy Suzanne Newell.

—Sí, lo sé, doctora, para más señas.

Una vez en la galería se inclinaron sobre la barandilla, era evidente que la fiesta era todo un éxito, hasta allí llegaban las risas y animadas conversaciones de la multitud, la mayoría se apiñaba en torno a la piscina central, donde los buceadores y su harén eran el centro de atención, todo el mundo se mostraba respetuoso y educado, los más cercanos a la pista de baile cedían el paso constantemente para que los que estaban más alejados pudieran acercarse.

—Gracias por concederme este momento —dijo Garona—, es injusto por mi parte querer monopolizar tu tiempo.

—No es nada, de hecho es un alivio apartarse un poco y verlo todo desde aquí arriba.

—Tenía que hablar contigo para decirte que te encuentro irresistible.

Suzanne se lo quedó mirando a los ojos, esperando ver al menos un amago de sonrisa irónica, pero Garona la miraba con una intensidad que transmitía sinceridad absoluta.

—Repítelo.

—Te encuentro absolutamente irresistible.

—¿Si? —Suzanne lanzó una risita nerviosa.

—De verdad.

Ella se volvió de nuevo hacia el gentío para darse tiempo de asimilar todo aquello.

—Eres muy halagador, Garona —dijo por fin—, no es que dude de tu palabra, pero con todas estas mujeres tan bellas me cuesta creer que estés interesado en mí, vaya, que conozco mis limitaciones, y la verdad es que no puedo competir con esta gente.

—Puede que te cueste creerlo —replicó él sin dejar de sonreír—, pero es verdad.

—Vaya, me siento muy halagada, ¿pero por qué me encuentras tan irresistible?

—Es difícil expresarlo con palabras.

—Inténtalo.

—Supongo que es por tu frescura, o por tu inocencia, o tal vez por el atractivo de tu primitivismo.

—¿Mi primitivismo? Eso mismo dijo Arak de Richard.

—Sí, Richard es absolutamente primitivo.

—¿Y eso es un cumplido?

—Aquí en Interterra, sí.

—¿Qué es exactamente Interterra? ¿Y desde cuándo existe?

Garona sonrió con aire paternal y movió la cabeza.

—Ya me han advertido que no debo responder preguntas, aparte de las que se refieran a mí.

Suzanne puso los ojos en blanco.

—Lo siento —dijo con cierto sarcasmo—, se me ha escapado.

—No pasa nada.

—Así que sólo puedo hacer preguntas personales.

—Si quieres…

—A ver… ¿siempre has vivido aquí?

Garona estalló en carcajadas, dos hombres en la pista de abajo alzaron la vista hacia él, y al reconocer a Garona comenzaron a subir por las escaleras.

—Perdona que me ría, pero es que con esa pregunta se ve lo inocente que eres, es maravilloso, me encantaría que nos conociéramos mejor, cuando te canses de la fiesta dímelo, me gustaría acompañarte a tu habitación, podríamos pasar unos momentos íntimos presionando las palmas, solos tú y yo, ¿qué me dices?

Suzanne se lo quedó mirando boquiabierta, luego se echó a reír.

—Garona, no me lo puedo creer, hace muy poco pensaba que iba a morir, y ahora estoy en un país de fantasía con un tipo guapísimo que me hace proposiciones, ¿qué se supone que tengo que responder?

—Que sí.

—Me temo que estoy un poco confusa para una respuesta tan tajante.

—Lo comprendo, pero yo podría hacer que te relajaras, Suzanne negó con la cabeza.

—Me parece que no lo entiendes, ¡si no puedo ni pensar con claridad!

—Tú me excitas, me cautivas, quiero estar contigo.

—Desde luego insistente sí que eres.

—Ya hablaremos más tarde, aquí vienen dos amigos.

Suzanne se volvió, dos hombres se acercaban, eran tan atractivos como Garona, y caminaban cogidos del brazo como dos amantes.

—Saludos, Tarla y Reesta —dijo Garona—, ¿conocéis a nuestra eminente invitada, la doctora Suzanne Newell?

—Todavía no —contestaron los dos a la vez—, esperábamos tener ese honor —añadieron con una reverencia.

Suzanne forzó una sonrisa, todo era tan extraño, tenía que ser un sueño.

*****

Richard sabía que estaba borracho, pero lo había estado mucho más en otras ocasiones, la borrachera, en cualquier caso, no molestaba a ninguna de las mujeres que le rodeaban, también era consciente de que sus rostros iban cambiando mientras bailaba, lo cual significaba que se iban sustituyendo unas a otras, pero no importaba, todas eran muy bellas.

De pronto chocó contra Michael y ambos cayeron al suelo sin hacerse daño, al darse cuenta de lo que había pasado se echaron a reír con tantas ganas que acabaron con los ojos llenos de lágrimas.

—¡Menudo fiestorro! —exclamó Michael cuando por fin logró hablar, enjugándose los ojos con el dorso de la mano.

—Cuando lo contemos no nos van a creer, y menos cuando les digamos que todas las tías estaban disponibles, esto es irreal.

—Y a los tíos no les importa —añadió Michael—, eh, mira esa tía.

—¿Cuál? —Richard se dio la vuelta e intentó seguir la mirada de Michael entre la muchedumbre, por fin vio a una pelirroja escultural que caminaba del brazo de un joven—, ¡guau!

—Yo la he visto primero.

—Sí, pero yo la voy a conseguir antes.

—Ni hablar.

—Que te jodan.

Michael le cogió una pierna y lo hizo caer, Richard cayó de cabeza por el borde de la plataforma y se golpeó la frente, no se había hecho mucho daño, pero estaba furioso, sobre todo cuando Michael intentó pasar en dirección a la chica.

Richard le puso la zancadilla, se lanzó sobre él y le dio un puñetazo en la nariz.

El súbito estallido de violencia hizo retroceder a la concurrencia con gran alarma, una exclamación surgió del gentío, Michael sangraba por la nariz, el buceador se levantó y de un golpe en la cabeza envió a Richard de nuevo al suelo.

—Venga, hijo de puta, levántate y pelea, —la sangre le goteaba por la barbilla.

Richard se puso a gatas.

—Eres hombre muerto —gruñó.

—¡Venga, maricón!

Los dos vacilaban, borrachos.

Arak se abrió paso entre la conmocionada muchedumbre y se interpuso entre los dos.

—Por favor, seguro que podemos resolver de otra forma el problema.

—Aparta, —Richard le dio un empujón e intentó pegar a Michael, que esquivó el golpe pero perdió el equilibrio y cayó al suelo, Richard cayó también.

—¡Clones obreros, reducid a los invitados! —ordenó Arak.

Los buceadores lograron ponerse en pie y lanzar algunos golpes más antes de que dos corpulentos clones los inmovilizaran en un abrazo de oso, Richard y Michael siguieron intentando pegarse hasta que los separaron del todo, en ese momento Perry se abrió paso hasta ellos.

—¿Es que habéis olvidado dónde estáis, idiotas? —Grito—. ¡Nada de peleas! ¿Pero qué os pasa?

—Ha empezado él.

—No; ha empezado él.

—Ha sido él.

—No; él.

Antes de que Perry pudiera decir nada, los buceadores estallaron en carcajadas, cada vez que se miraban se reían con más fuerza, pronto todo el mundo se reía, excepto Perry y los clones, en cuanto los soltaron, Richard y Michael chocaron palmas.

—¿Por qué se peleaban? —preguntó Arak a Perry.

—Demasiado christal.

—Tal vez deberíamos ofrecerles una bebida menos potente.

—Sí, o que dejen de beber del todo.

—Pero no quiero estropear la fiesta, todo el mundo se lo está pasando muy bien.

—De acuerdo, es tu fiesta.

Richard y Michael volvieron a la plataforma.

—Una cosa —susurró Richard a Michael—, vamos a jugarnos la pelirroja.

—Muy bien.

—A ver, pares o nones.

—Pares —eligió Michael.

A la cuenta de tres cada uno de ellos sacó un dedo, Michael sonrió encantado.

—¡Bien!

—¡Mierda!

—¿Y ahora dónde coño está? —preguntó Michael, escudriñando la multitud.

—Allí va, con el niñato.

—Ahora mismo vuelvo, —Michael se lanzó hacia la mujer, que le miraba con gran interés.

—Hola, encanto —saludó, sin mirar siquiera a su acompañante—, me llamo Michael.

—Y yo Mura, ¿estás herido?

—Qué va, a mí no me tumban con un golpecito en la nariz.

—Es que no estamos acostumbrados a ver sangre.

—Oye, ¿quieres venir a frotar palmas conmigo? allí en la piscina tenemos nuestra propia fiesta privada.

—Me encantaría frotar palmas contigo, pero primero quiero presentarte a Sart.

—Ya, hola, Sart, oye, tu madre está buenísima, ¿por qué no te largas a jugar con tus amigos?

Mura y Sart se echaron a reír, Michael se puso serio.

—¿Qué es tan gracioso?

—Más que gracioso es inesperado —respondió Mura, Michael la agarró del brazo.

—Anda, guapa, ven, hasta luego, Sart.

Michael echó a andar a trompicones hacia la piscina, Richard se dedicaba a dos mujeres especialmente cariñosas con él, las presentó como Meeta y Palenque, una era rubia y la otra morena, ambas muy voluptuosas.

—Richie, esta es Mura —dijo Michael con orgullo, Richard fingió no ver a la pelirroja, pero señaló sobre el hombro de Michael hacia el adolescente, Michael volvió la vista.

—Lárgate, niño —le espeto.

Mura en cambio animó a Sart a subir a la plataforma, y se lo presentó a Richard.

—Encantado de conocerte, Sart, y a ti también, Mura, ¿por qué no os sentáis?

—Sí, nos gustaría.

—Desde luego —dijo Sart.

Michael hizo un gesto de exasperación, Richard se las había arreglado para quitarle protagonismo de nuevo, por un momento pensó en lanzarse otra vez contra él.

—Oye, tú también, Michael —le llamó Richard—, anda, colega, siéntate y relájate un rato, que te vendría bien, al fin y al cabo todos somos familia.

Este comentario provocó las risas de los interterranos, Michael estaba cada vez más turbado, por fin se tragó su orgullo y se sentó.

—Oye, Mikey —prosiguió Richard—, esta rubia despampanante, Meeta, me acaba de decir una cosa muy interesante, en Interterra les encanta nadar.

—¡Venga ya! —Exclamó Michael mucho más animado—. ¿Les has dicho que somos profesionales?

—Pues claro, pero creo que no saben muy bien de qué hablo, parece que no entienden lo que significa trabajar.

—Si nadas por trabajo, ¿quiere decir que te gusta nadar? —Preguntó Meeta.

—Desde luego —contestó Michael.

—¿Entonces por qué no nos damos un baño?

—Es verdad —convino Mura—, necesitáis refrescaros.

—Me parece una idea maravillosa —terció Sart.

Richard miró la piscina.

—¿Ahora mismo? —preguntó.

—¿Qué mejor momento? —Dijo Palenque—, estamos todos acalorados y sudorosos.

—Pero nos vamos a mojar la ropa.

—Nosotros no nos bañamos vestidos.

Richard miró a Michael.

—Esto se pone cada vez mejor.

—¿Qué? —Insistió Meeta—. ¿Qué opinan los nadadores profesionales?

Richard tragó saliva, no quería ni hablar por miedo a despertarse.

—¡Vamos! —gritó Michael.

—Estupendo, —Meeta se levantó de un salto, Sart se puso en pie y cogió de la mano a Mura, en un abrir y cerrar de ojos los interterranos se despojaron de su ropa sin pudor alguno y en todo el esplendor de su desnudez se lanzaron a la piscina y echaron a nadar con fuertes y expertas brazadas.

Richard y Michael se quedaron tan desconcertados que no acertaron a moverse, para su sorpresa, nadie les prestaba mucha atención, aparte de Perry, por fin se miraron el uno al otro.

—¿Qué coño estamos esperando?

Los buceadores se quitaron la ropa apresuradamente al tiempo que corrían hacia la piscina, Michael tropezó con sus propios pantalones, pero Richard no tardó en zambullirse.

En cuanto emergió, Meeta y Palenque se dedicaron a hundirle juguetonamente una y otra vez, Richard aceptó el juego con alegría, pero no tardó en perder el aliento, para cuando llegó Michael y se enzarzó en una actividad similar con Mura, Sart y Palenque habían nadado hasta el otro extremo de la piscina, Richard estaba sentado junto a Meeta con la cabeza fuera del agua.

—Richard, Richard, Richard —exclamó Meeta feliz, acariciándole la cabeza—, eres el visitante más primitivo y atractivo que ha venido nunca a Saranía, puede que a toda Interterra por lo menos en siete mil años.

—Y yo que pensaba que sólo mi madre me apreciaba…

—¿Has conocido a tu madre? —Preguntó Meeta—, qué raro.

—Pues claro que conozco a mí madre, ¿tú no?

—No, aquí en Interterra nadie conoce a su madre, pero no hablemos de eso, ¿por qué no me llevas a tu habitación?

—Eso sí es una buena idea, ¿y tu amiga Palenque? ¿Qué le decimos?

—Lo que quieras —replicó Meeta con tranquilidad—, pero lo más fácil es preguntarle, estoy segura de que querrá venir, y a Karena también le apetece.

Richard intentó disimular su sorpresa ante tanta buena suerte, aunque temía que se le notaba en la cara, por otra parte, y dado el inesperado giro de los acontecimientos, deseaba no haber bebido tanto.

*****

Era un grupo muy animado el que se dirigía al comedor desde el pabellón, Suzanne, Perry y los buceadores iban cantando a voz en grito canciones de los Beatles, para delicia de sus acompañantes que, sorprendentemente, sabían las letras, Suzanne caminaba con Garona; Perry con Luna; Richard con Meeta, Palenque y Karena, y Michael con Mura y Sart.

Aunque Suzanne y Perry se habían resistido a beber demasiado, algo de alcohol se les había subido a la cabeza, no estaban tan borrachos, ni mucho menos, como Richard y Michael, pero sí algo «achispados», se estaban divirtiendo de lo lindo.

Arak se había despedido de ellos prometiendo verlos a la mañana siguiente, les deseó un buen descanso y les agradeció que hubieran acudido a la fiesta.

—¡Eh! —exclamó Richard cuando terminaron de cantar come together—, ¿por qué no cantáis alguna canción de las vuestras?

—Muy bien —respondió Meeta, los interterranos se pusieron a cantar de inmediato, y aunque la letra era en inglés, el ritmo era tan irregular como el de la música de la fiesta.

—¡Vale, vale! —Gritó Richard—, eso suena rarísimo, volvamos con los Bleatles.

—Richard, no seas injusto —le reprendió Suzanne.

—No, no —terció Meeta—, sí preferimos cantar vuestras canciones.

Richard advirtió que Michael llevaba varias copas vacías.

—Michael, ¿qué demonios haces con eso?

—Arak me ha dicho que me las podía llevar, son de oro, seguro que aquí hay bastante para comprarme una furgoneta nueva.

Richard le arrebató una de las copas entre carcajadas.

—¡Eh, dame eso!

—Corre, que te voy a hacer un pase.

Michael tendió lo que llevaba a Mura y echó a correr, Richard le lanzó la copa, que cayó en las manos de su compañero, todo el mundo aplaudió, Michael hizo una reverencia, perdió el equilibrio y cayó al suelo, todos aplaudieron de nuevo entre risas.

—Nosotros tenemos animales que practican ese juego —comentó Mura.

—Sí, cuando veníamos en el aerotaxi vi algunos animales, parecían una mezcla de varias criaturas.

—Lo son.

—¿Practicáis deportes aquí abajo? —quiso saber Richard.

—No —contestó Meeta—, a no ser que te refieras a juegos mentales y cosas así.

—¡Qué va! Quiero decir hockey o fútbol.

—No, no practicamos competiciones físicas.

—¿Por qué no?

—Porque no es necesario, y además no es sano.

Richard miró a Michael.

—No me extraña que aquí los tíos sean unos peleles.

—¿Cantamos Lucy in the sky with diamonds? —Sugirió Suzanne—, parece de lo más apropiado.

Unos momentos después, todavía cantando el estribillo, el grupo entraba en el salón, estaba a oscuras, pero los interterranos encendieron de alguna manera las luces, Perry estaba a punto de preguntar cómo lo habían hecho cuando advirtió a Donald, sentado en silencio y con gesto tan malhumorado como cuando lo dejaron.

—Joder, pero si está aquí el aguafiestas.

Michael dejó su botín de copas de oro sobre la mesa con estrépito, Richard se acercó a Donald, arrastrando a las tres mujeres como si fueran trofeos.

—Bueno, almirante Fuller —dijo burlón—, supongo que a la vista de nuestra compañía y nuestro botín te darás cuenta de lo que te has perdido.

—Seguro.

—No te imaginas lo bien que lo hemos pasado, listillo.

—Estás borracho —le espetó Donald con desdén—, por suerte algunos tenemos la sensatez de no perder la cabeza.

—Ya, mira, ¿sabes cuál es tu problema? —Repuso Richard, blandiendo el dedo en la cara de Donald—, que te crees que sigues metido en el puto ejército.

—Y tú además de ser idiota das asco.

Algo saltó en el cerebro de Richard, el buceador apartó a las mujeres y se arrojó sobre la mesa de mármol, sorprendiendo a Donald, a pesar de su borrachera atinó a ponerse a horcajadas sobre él y darle unos cuantos puñetazos en la cabeza, aunque no con mucha fuerza.

Donald se abrazó a Richard y ambos rodaron por el suelo, no se hicieron mucho daño, pero no dejaban de golpearse, lo que sí lograron fue tirar la mesa, y con ella las copas de Michael, que cayeron al suelo con estruendo.

Los interterranos retrocedieron espantados, aunque no fue nada fácil, Suzanne y Perry consiguieron separar a los contendientes, Richard sangraba por la nariz.

—¡Hijo de puta! —exclamo.

—Tienes suerte de que tus amigos estén aquí, si no te mato.

—Ya basta —terció Perry—, nada de peleas y nada de provocaciones, esto es ridículo, parecéis dos niños.

—¡Idiota! —añadió Donald, se zafó de Perry y se alisó la túnica.

—¡Gilipollas! —replicó Richard, apartándose de Suzanne—, ¡venga, chicas! Vamos a mi habitación, no quiero ni ver a este imbécil.

Richard se acercó a las mujeres, pero ellas retrocedieron y sin decir una palabra echaron a correr, Richard fue tras ellas, pero se detuvo al ver que ya estaban a medio camino del pabellón.

—¡Eh, venid! —Gritó—. Meeta…

—Creo que es hora de que te vayas a la cama —le dijo Suzanne—, ya has causado bastantes problemas por una noche.

Richard volvió a la habitación furioso y dio un palmetazo en la mesa que hizo dar un respingo a todos.

—¡Mierda!

*****

Perry abrió con mano trémula la puerta de su bungalow y se apartó para dejar paso a Luna, hacía mucho tiempo que no estaba a solas con una mujer como aquella, y no sabía si su ansiedad se debía a su sentido de culpa por su esposa o a la juventud de Luna, además estaba un poco bebido, pero más embriagador que el christal era el hecho de que aquella preciosa joven le encontrara atractivo.

Mientras se esforzaba por disimular los nervios advirtió que Luna también estaba agitada.

—¿Te apetece algo? —Preguntó—, se supone que tengo aquí comida y bebida.

Luna se inclinó junto a la piscina para probar la temperatura del agua.

—No, gracias.

—Pareces nerviosa, —Perry, sin saber muy bien qué hacer, se sentó en la cama.

—Sí, es que nunca había visto a nadie comportarse como Richard.

—Ya, no es nuestro mejor representante.

—¿Hay mucha gente como él en tu mundo?

—Si, por desgracia, generalmente los malos tratos son una cosa que pasa de generación en generación.

Luna movió la cabeza.

—¿Y cuál es la causa de esos malos tratos?

Perry se rascó la cabeza, no tenía pensado entrar en una discusión sociológica, ni se sentía capaz de ello, pero al mismo tiempo sentía que tenía que decir algo, Luna le miraba fijamente.

—Pues no se… la verdad es que no lo había pensado mucho, en nuestra sociedad hay mucho descontento, debido a que nuestras expectativas son muy altas y a que pensamos que tenemos derecho a muchas cosas, muy poca gente está satisfecha.

—No lo entiendo.

—Por ejemplo, si alguien se compra un Ford Explorer, en cuanto ve un Lincoln Navigator, el Ford Explorer pierde todo su encanto.

—No sé qué es eso.

—Nada, cosas, y la publicidad nos machaca para que pensemos que nunca tenemos bastante.

—No entiendo esa codicia, aquí en Interterra no existe nada parecido.

Entonces es difícil que lo entiendas, en fin, el caso es que hay mucho descontento, sobre todo en las familias pobres que tienen todavía menos que los demás, y dentro de las familias, unos se desahogan con otros.

—Es muy triste —dijo Luna—, y aterrador.

—Sí, es verdad, pero estamos condicionados para no pensar en ello, puesto que es lo que impulsa nuestra economía.

—Me parece muy raro que haya una sociedad que fomenta la violencia, la violencia es algo espantoso para nosotros, porque aquí en Interterra no existe.

—¿No hay violencia?

—No, jamás, yo nunca he visto a nadie pegar a otra persona, sólo con haber visto la pelea de Richard ya me siento fatal.

—Anda, siéntate, —Perry dio unas palmaditas en la cama, consciente de que sus intenciones debían ser transparentes—, no estarás mareada, ¿verdad? —Preguntó, intentando darle conversación ahora que la tenía tan cerca—, no te irás a desmayar ni nada de eso…

—No, no, estoy bien.

Perry la miró a los ojos por unos momentos.

—Eres muy joven —dijo por fin.

—¿Joven? ¿Y eso qué tiene que ver con nada?

—Bueno… —Perry no encontraba las palabras, ni siquiera él sabía si se estaba refiriendo a la reacción de Luna ante Richard, o a la reacción de él ante Luna—, cuando uno es joven no tiene mucha experiencia, tal vez no hayas tenido tiempo de ver ningún tipo de violencia.

—Te digo que aquí no existe la violencia, ha sido eliminada por selección, además, no soy tan joven como seguramente te imaginas, ¿tú cuántos años me echas?

—No lo sé… unos veinte.

—Ahora eres tú el que pareces nervioso.

—Sí, lo estoy un poco, es que podrías ser mi hija.

Luna sonrió.

—Te aseguro que tengo más de veinte años. ¿Te sientes mejor?

—Un poco, en realidad no sé por qué estoy tan nervioso, aquí todo es muy agradable, pero un poco desconcertante.

—Sí, lo entiendo, —Luna sonrió de nuevo y alzó la palma de la mano hacia él.

Perry se la tocó con timidez.

—¿Qué es todo esto de las manos?

—Es nuestra forma de demostrar amor y respeto, ¿no te gusta?

—Bueno, para demostrar amor yo prefiero los besos.

—¿Qué es eso, lo que Richard estaba haciendo esta tarde?

—Bueno, lo mío es algo más íntimo que lo de Richard.

—A ver.

Perry se inclinó hacia ella y le dio un suave beso en los labios, Luna se los tocó con la punta de los dedos, como perpleja ante aquella sensación.

—¿No te gusta?

—No, no es eso, es que mis dedos y mis manos son más sensibles que mis labios, pero enséñame más.

Perry tragó saliva.

—¿Estás segura?

—Sí.

Luna se acercó más y le miró con ojos soñadores.

—Te encuentro muy atractivo, señor presidente de la Benthix Marine.

Perry la rodeó con sus brazos y la tumbó sobre la colcha de cachemira blanca.

*****

Michael estaba en el séptimo cielo, Mura era la mujer de sus sueños, ni siquiera le importaba la presencia de Sart, de todas formas el muchacho estaba en la piscina, y él podía disfrutar de Mura a solas.

Justo cuando estaba a punto de desmayarse de puro placer, le interrumpió una llamada a la puerta, primero intentó ignorarla, pero por fin se acercó trastabillando y desnudo.

—¿Quién coño es?

—Soy yo, Richard.

Michael abrió la puerta.

—¿Qué pasa?

—No pasa nada, pensaba que igual necesitabas ayuda, no sé si me explico.

Michael, con la borrachera, tardó unos segundos en comprender, miró a Mura, que seguía en la cama, y se volvió de nuevo a Richard.

—¿Estás de coña?

—No —replicó el otro con una sonrisa torcida.

—Mura, ¿te importa que se quede Richard?

—Sólo si promete comportarse.

Michael miró a su amigo con expresión de sorpresa.

—Ya has oído a la señora.

Cuando los dos se acercaban a la cama, Mura levantó las manos.

—¡Venid, primitivos! Tengo ganas de tocaros las palmas a los dos.

Michael y Richard se miraron incrédulos un instante, luego Michael volvió a la cama mientras Richard forcejeaba por quitarse la ropa.

—Aquí el amor es una cosa muy libre —comentó cuando por fin se acomodó junto a Mura.

—Sí, tenemos mucho amor, es nuestra mayor riqueza.

Poco tiempo después los dos buceadores se derretían de placer en brazos de Mura, no practicaban el sexo en sentido estricto, puesto que en su borrachera ninguno era capaz de consumarlo, pero no podían estar más satisfechos.

Sart había observado la llegada de Richard desde la piscina, se sentía a la vez atraído y repelido por él, pero sobre todo tenía curiosidad, cuando se cansó de nadar se secó y se acercó al trío, Mura le sonrió, rodeaba con los brazos a los dos amigos, que se habían quedado dormidos, y les acariciaba la espalda, hizo una señal a Sart para que se sentara en la cama, encantada de que se dedicara a Richard, así ella podría concentrarse sólo en Michael.

Sart comenzó acariciando la espalda de Richard como Mura lo había hecho, pero al cabo de un rato prefirió improvisar, primero le acarició el brazo y el hombro, la piel de Richard le resultaba extraña, intrigante, no era tan firme como la de cualquier interterrano, y tenía muchas pequeñas y curiosas imperfecciones, en la cabeza se veía un descolorimiento morado, muy mal definido, justo por encima de la oreja, en la línea del pelo, Sart se inclinó para examinarla más de cerca y la tocó suavemente con la punta del dedo.

Richard abrió los ojos de golpe, Sart sonrió y siguió acariciándole con ternura.

—¡Pero qué coño! —Richard le apartó la mano de un golpe y se levantó de un brinco.

Sart también se puso en pie, pensando que tal vez la marca que Richard tenía sobre la oreja era especialmente sensible, tal vez no debería haberla tocado.

El movimiento brusco de Richard bastó para despertar a Michael, que aturdido y somnoliento se incorporó en la cama, Richard se tambaleaba mirando a Sart, que tenía una expresión culpable.

—¿Qué pasa, Richie?

Richard no respondió, se pasó la mano por la cabeza sin dejar de mirar furioso a Sart.

—¿Qué ha pasado, Sart? —preguntó Mura.

—He tocado la marca que tiene Richard sobre la oreja, lo siento.

—¡Michael, ven aquí! —exclamó el buceador, caminando a trompicones hacia la piscina.

Michael, todavía medio dormido, le siguió, era evidente que su compañero estaba muy agitado.

—¿Qué pasa? —preguntó en un susurro.

Richard se limpió la boca con el dorso de la mano.

—Creo que ya sé por qué a estos tíos no les importa que nos tiremos a sus mujeres.

—¿Por qué?

—Porque son todos maricones.

—¿Sí? —Michael se volvió hacia Sart, él mismo ya había pensado en esa posibilidad durante la fiesta, al ver a tantos hombres del brazo, pero con la excitación general se le había olvidado.

—Sí, ¿y sabes otra cosa? ese gilipollas me ha estado acariciando la cabeza y la espalda, ¡yo me creía que era la tía!

Michael se echó a reír a pesar de la rabia de su amigo.

—¡No tiene ninguna gracia! —saltó Richard.

—Pues seguro que Mazzola se va a reír un rato cuando se entere.

—Como le digas algo a Mazzola te mato.

—Ya, ¿tú y quién más? pero mientras tanto, ¿qué quieres hacer?

—Creo que deberíamos dejarle claro a este imbécil lo que pensamos de los maricones, ¡me ha estado manoseando, el muy cabrón! esto no puede quedar así, ¡esta gente se tiene que enterar de quiénes somos!

—Muy bien, ¿qué se te ocurre?

—Lo primero echar de aquí a la tía.

—¡Vaya! ¿De verdad hace falta?

—Es primordial —replicó Richard impaciente—, no pongas esa cara, dile que venga mañana, hay que dar una lección a este niñato y si la tía nos ve se va a poner a gritar como una descosida y al final nos las tendremos que ver con un par de clones obreros.

—Está bien, —Michael respiró hondo y se acercó a la cama.

—¿Está bien Richard? —preguntó Mura.

—Sí, pero algo cansado, bueno, la verdad es que los dos estamos agotados, además de borrachos, como ya habrás notado.

—A mí no me molesta, me lo estaba pasando muy bien.

—Me alegro, pero preferiría que siguiéramos frotándonos las manos mañana, ¿no te importa?

—Claro que no —respondió Mura sin vacilar, se levantó de inmediato y comenzó a vestirse, Sart hizo lo mismo.

—No quiero darte una mala impresión —dijo Michael—, me gustaría que nos viéramos mañana.

—Ahora estás cansado, lo comprendo, no te preocupes, sois nuestros invitados, y mañana volveré si lo deseas.

Sart se ciñó el cinturón y miró a Richard, que no se había movido del borde de la piscina.

—Sart, ¿por qué no te quedas? —Dijo Michael—, Richard quiere disculparse por haber sido tan brusco.

Sart miró a Mura, que se encogió de hombros.

—Es cosa tuya, Sart.

—Si los invitados quieren que me quede, me quedo, —Sart volvió a sentarse en la cama.

—Estupendo.

Mura terminó de vestirse y se despidió de Michael y Richard tocándoles la palma de la mano, aseguró que había sido un placer su compañía y que deseaba verles al día siguiente.

En cuanto cerró la puerta se produjo un incómodo silencio, Richard y Michael se quedaron mirando a Sart, el muchacho comenzó a agitarse y se levantó.

—¿Queréis que pida más bebidas? —preguntó, intentando darles conversación.

Richard forzó una sonrisa y negó con la cabeza, luego se acercó tambaleante a Sart.

—¿Más comida, entonces?

Richard negó otra vez, estaba a un brazo de distancia, Sart retrocedió un paso.

—Mi amigo y yo queremos decirte una cosa muy importante —dijo por fin el buceador.

—Es verdad, —Michael se acercó con paso incierto a la cama, acorralando a Sart contra la pared.

—Para que quede claro y no haya ningún malentendido, no soportamos a los maricones como tú.

—No, nos ponen furiosos —añadió Michael.

Sart miraba fijamente sus expresiones de rabia.

—Creo que es mejor que me vaya —dijo nervioso.

—Primero tenemos que estar totalmente seguros de que entiendes lo que te estamos diciendo.

—No sé lo que significa «maricón».

—Homosexual, gay, marica, invertido —dijo Richard con desdén—, el nombre da igual, son tíos a los que les gustan los hombres, y me da en la nariz que tú eres uno de esos.

—Claro que me gustan los hombres, me gustan las personas, Richard miró un momento a Michael.

—Los bisexuales tampoco nos hacen gracia.

Sart quiso echar a correr hacia la puerta, pero Richard le retuvo del brazo mientras Michael le cogía del pelo.

Richard le retorció los brazos a la espalda, Sart se debatió, pero no logró zafarse, una vez tuvieron al muchacho inmovilizado, Michael le dio un puñetazo en el estómago, a continuación lo soltaron y se echaron a reír al verle retroceder tambaleándose, Sart intentaba recuperar el aliento, tenía la cara amoratada.

—Vas a ver, maricón, esto es por haberme puesto encima tus sucias manazas.

Richard le levantó la cara con una mano y le lanzó un salvaje gancho con la otra, poniendo en él toda su fuerza, el muchacho salió despedido hacia atrás, con la nariz rota, y se golpeó la cabeza contra la esquina de la mesa de mármol, la piedra penetró varios centímetros en su cráneo.

Richard no advirtió nada de esto, absorto en el intenso dolor de sus nudillos, se apretó la mano maldiciendo en voz alta.

Michael vio horrorizado el cuerpo yerto de Sart, el cerebro rezumaba por la herida, el buceador, sobrio de pronto, se agachó junto al muchacho, que emitía gorgoteos.

—¡Richard! ¡Tenemos problemas!

Richard se negó a responder, todavía estaba dolorido y caminaba por la habitación sacudiendo la mano.

—¡Richard, joder! ¡Este tío está muerto!

—¿Muerto?

—Bueno, casi, tiene la cabeza abierta, se ha dado contra la puta mesa.

Richard se acercó.

—¡Me cago en todo!

—¿Y ahora qué coño hacemos? ¿Por qué has tenido que pegarle tan fuerte?

—¡No era mi intención!

—Bueno, ¿qué vamos a hacer?

—No lo sé.

En ese momento Sart exhaló su último suspiro.

—Ya está —dijo Michael con un escalofrío—, ¡está fiambre! ¡Tenemos que hacer algo, y deprisa!

—Hay que sacarlo de aquí.

—No podemos, ¿dónde vamos a ir? ¡Si ni siquiera sabemos dónde estamos!

—A ver, déjame pensar… ¡mierda, yo no quería hacerle daño!

—Ya, seguro —replicó Michael con sarcasmo.

—Bueno, no quería matarlo.

—¿Y si viene alguien?

—Es verdad, tenemos que esconder el cadáver.

—¿Dónde? —preguntó Michael frenético.

—¡Y yo qué sé! —Richard miró desesperado alrededor—, tengo una idea.

—Bien, ¿dónde lo metemos?

—Primero ayúdame a levantarlo, —Richard rodeó al cadáver y lo cogió por los brazos.

Michael lo agarró por los pies y entre los dos lo levantaron del suelo.