29
Después empezó a amanecer. Abrió bien los ojos para ver si veía la costa.
Pero delante de ella no había nada, sólo agua. Miró hacia atrás. A escasa distancia, apenas unos cien metros, estaba la orilla de la isla verde.
¿Es que había nadado toda la noche sin moverse del sitio? La desesperación se apoderó de ella y al perder la esperanza sintió que sus brazos y sus piernas estaban agotados y el agua insoportablemente helada. Cerró los ojos e intentó seguir nadando. Ya no tenía esperanzas de llegar hasta la orilla opuesta, sólo pensaba ya en su muerte y quería morir en medio del agua, sin que la tocasen, sola, sola con los peces.
Los ojos se le cerraban y seguramente se había quedado dormida por un momento, porque de repente tenía agua en los pulmones, empezó a toser, se ahogaba y en medio de la tos oyó repentinamente voces infantiles.
Pataleaba, tosía y miraba a su alrededor. Casi a su lado había una barca y en ella unos cuantos niños. Gritaban. Cuando se dieron cuenta de que los había visto se callaron. Se acercaron a ella y la miraron. Notaba en ellos una enorme excitación.
Se asustó al pensar que iban a pretender salvarla y que tendría que volver a jugar con ellos. En ese momento sintió que se desvanecía y que sus brazos y piernas estaban agarrotados.
La barca se arrimó a ella por completo y cinco caras infantiles se inclinaron con avidez hacia ella.
Gesticulaba desesperadamente con la cabeza como si quisiese decir, dejadme morir, no me salvéis.
Pero su miedo era inútil. Los niños no se movían. Nadie le echó el remo ni la mano, nadie pretendía salvarla. Sólo la miraban con los ojos abiertos, ávidos y la observaban. Uno de los niños manejaba el timón para que la barca se mantuviese justo al lado de ella.
El agua se le volvió a meter en los pulmones, volvió a toser, agitaba los brazos porque sentía que ya no podría mantenerse en la superficie. Las piernas las tenía cada vez más pesadas. Tiraban de ella como si fueran plomo.
La cabeza se le hundía en el agua. Volvió a salir varias veces con movimientos bruscos y cada vez que salió se encontró con la barca y los ojos infantiles que la observaban.
Después desapareció bajo la superficie del agua.