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Si la primera violación de Tamina por los niños estuvo llena de sorprendente significado, en las siguientes repeticiones esta misma situación perdió rápidamente su carácter de mensaje y se fue transformando en una cuestión cotidiana, cada vez más sucia y con menos contenido.
Comenzaron las peleas entre los niños. Los que estaban interesados por los juegos amorosos comenzaron a odiar a los que permanecían indiferentes. Y, de los que se convirtieron en amantes de Tamina, surgió la envidia entre los que se sentían preferidos y los que se sentían postergados. Y todos esos enconos empezaron a dirigirse contra Tamina y a caer sobre ella.
En una oportunidad, cuando los niños se apiñaban alrededor del cuerpo de Tamina (unos estaban de pie junto a la cama, otros en cuclillas en la cama, algunos sentados a caballo sobre su cuerpo, otros junto a su cabeza y entre sus piernas), Tamina sintió de repente un agudo dolor. Uno de los niños le dio un fuerte pellizco en uno de los pezones. Dio un grito y no pudo contenerse: tiró a todos los niños de la cama y comenzó a dar golpes con los brazos a su alrededor.
Sabía que la causa del dolor no era ni la casualidad ni la sensualidad: ¡alguno de los niños la odiaba y quiso hacerle daño! Desde ese momento se terminaron los encuentros amorosos con los niños.