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En una oportunidad le hicieron una pequeña operación sin anestesia y ella la soportó repitiendo los verbos irregulares en inglés. Esta vez intentó comportarse de igual modo, concentrando su pensamiento en los diarios. Estarán pronto a buen recaudo, pensó, en casa de su padre y el bueno de Hugo los traerá.

El bueno de Hugo llevaba ya un rato moviéndose furiosamente encima de ella y Tamina se daba cuenta ahora de que al hacerlo se levantaba de un modo extraño, apoyando los brazos y moviendo de un lado a otro las caderas. Comprendió que estaba descontento con las reacciones de ella, que le parecía poco excitada y que se esforzaba por penetrar dentro de ella desde distintos ángulos, para encontrar en algún sitio de sus profundidades el punto secreto de la sensibilidad, que se escondía ante él.

No quiso ver su trabajoso esfuerzo e inclinó la cabeza. Intentó imponer disciplina a sus pensamientos y llevarlos de vuelta a sus diarios. Repitió para sus adentros la sucesión de su vacaciones, tal como había conseguido reconstruirla, por el momento sólo en parte: las primeras vacaciones en un pequeño lago checo; después Yugoslavia y otra vez el pequeño lago checo y un balneario checo, pero el orden de estas vacaciones es poco claro. En 1964 estuvieron en los montes Tatra y al año siguiente Bulgaria y después la huella se pierde. En 1968 se quedaron durante todo el verano en Praga, al año siguiente fueron a un balneario y luego ya la emigración y el último verano en Italia.

Hugo se había salido ahora e intentaba dar vuelta a su cuerpo. Ella comprendió que quería que se pusiese a cuatro patas. En ese momento se dio cuenta de que Hugo era más joven y sintió vergüenza. Pero intentó acallar dentro de sí todas las sensaciones y obedecerle con total indiferencia. Después sintió los duros golpes del cuerpo de él sobre su trasero. Comprendió que quería impresionarla con su persistencia y su fuerza, que estaba manteniendo una especie de combate decisivo, haciendo una especie de examen final en el que tenía que demostrar que podía más que ella y la merecía.

No sabía que Hugo no la veía. Y es que una rápida mirada al trasero de Tamina (al ojo abierto de su maduro y hermoso trasero, al ojo que lo miraba implacable) lo había excitado de tal modo hace un momento, que inmediatamente cerró los ojos, sus movimientos se hicieron más lentos y comenzó a respirar profundamente. Él también intentaba ahora pensar en otra cosa (eso era lo único en lo que se parecían el uno al otro) para poder ser capaz de hacerle el amor un rato más.

Y ella veía en la pared blanca del armario de Hugo la gran cara de su marido y entonces cerró rápidamente los ojos y repitió la sucesión de las vacaciones, como si fueran verbos irregulares: primero las vacaciones junto al lago; después Yugoslavia, el lago y el balneario o el balneario, Yugoslavia y el lago; después los Tatra, después Bulgaria, después se pierde la huella; después Praga, el balneario, al final Italia.

La violenta respiración de Hugo interrumpió sus recuerdos. Abrió los ojos y en el armario blanco vio la cara de su marido.

También Hugo abrió de repente los ojos. Vio el ojo del trasero de Tamina y el placer lo atravesó como un rayo.